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Mauro Tassotti en el AC Milan

 

Mauro Tassotti estuvo ligado durante 17 años al AC Milan, club al que llegó en 1980 procedente de la SS Lazio, donde se formó y debutó profesionalmente. Disputó como rossonero 576 partidos, siendo parte importante del equipo que dominaría Italia y Europa a finales de los 80 y durante gran parte de la década de los 90. 5 Ligas, 4 Supercopas de Italia, 3 Champions League, 3 Supercopas y 2 Copas Intercontinentales en su palmarés, entre otros trofeos.

 

 

Lateral derecho o central, siempre se complementó con total polivalencia con otros legendarios defensas como Franco Baresi, Paolo Maldini o Alessandro Costacurta. Conocido por la dureza de sus acciones, aunque también por su regularidad, a día de hoy sigue siendo el quinto jugador con más encuentros disputados en la historia del club.

Curiosamente, su debut con la selección absoluta no le llegó hasta haber cumplido 32 años, a pesar de haber formado parte de los combinados nacionales sub-21 y sub-23. Lo hizo de la mano de Arrigo Sacchi que ya le dirigió en el AC Milan, y siempre será recordado por su codazo a Luis Enrique en el Mundial de Estados Unidos de 1994.

 

La llegada en el momento más complicado del AC Milan

El romano llegó al AC Milan en una situación muy complicada, el club estaba involucrado en el escándalo del Totonero, y acababa de ser condenado al descenso a la Serie B y su presidente, Felice Colombo, fue expulsado de por vida. Un increíble cambio respecto al año anterior, cuando el equipo, la directiva y millones de aficionados en toda Italia celebraban el décimo Scudetto, aquel que les permitió lucir la primera estrella en la camiseta. Los rossoneri ganaron el campeonato de la Serie B, pero el regreso a la Serie A en la temporada 81/82 terminó en desastre, con un antepenúltimo lugar y un catastrófico nuevo descenso a la Serie B.

Tras volver a ascender, Tassotti estrenaba su cuarta temporada como rossonero con el regreso al banquillo de Nils Liedholm. Sería el maestro sueco, incluso antes que Sacchi, quien iniciaría la transición hacia la defensa en zona, e intuiría que aquel rudo lateral podría transformarse en un elegante defensa de garantías.

 

 

Lo que sucedió en el AC Milan de la segunda mitad de los años ochenta es historia conocida: Silvio Berlusconi compró la sociedad y en el verano de 1987 eligió para el banquillo a Arrigo Sacchi, un entrenador poco conocido por aquel entonces, pero con ideas muy innovadoras. Con los fichajes de Ruud Gullit y Marco Van Basten llegarían el Scudetto y la Supercoppa italiana de la 1987/88, las Copas de Campeones de 1989 y 1990 y en el mismo bienio dos Copas Intercontinentales y dos Supercopas europeas.

Aquel AC Milan, que pasaría a la historia como el de los “Inmortales”, era una perfecta unión de táctica y talento individual, de fuerza física y técnica, de juego ofensivo y de cuidado de la fase defensiva hasta en los mínimos detalles. Si los holandeses (el trío se completa en 1988 con la llegada de Frank Rijkaard) representaron la conexión directa con el “fútbol total” de los años setenta propuesto por Rinus Michels, la atención por la defensa seguía siendo típicamente italiana, aunque formulada de manera completamente nueva. Aquello llevó a que Mauro Tassotti viviera una metamorfosis futbolística, dejando su rol de obrero para evolucionar como artista defensivo, con precisión y elegancia.

 

 

Una segunda vida con Capello en el banquillo

La llegada de Fabio Capello, obviamente, no dilapidaría la herencia de Sacchi, pero su equipo fue menos «cerebral» en comparación con el de su predecesor, no tenía el mismo equilibrio perfecto entre la disciplina táctica del grupo y la creatividad individual. Sin embargo, fue más práctico, y esto lo demostraron los únicos quince goles recibidos durante la temporada 1993/94 y el récord de imbatibilidad del portero Sebastiano Rossi, quien permanecería sin tener que recoger la pelota del fondo de la red durante 929 minutos, concretamente entre el 7 de noviembre de 1993 y el 27 de marzo de 1994.

Mauro Tassotti ya había superado los treinta años y empezaron a llegar sus suplencias, principalmente porque la Copa de Campeones de Europa se había convertido en la Liga de Campeones y el número de partidos aumentó de forma considerable. Primero Gambaro y luego Panucci fueron elegidos como su alternativa en el lateral derecho. Sin embargo, especialmente en los partidos que importaban, la línea de cuatro defensores siempre fue la misma y él era titular.

 

 

Llegaron tres finales consecutivas de Champions League en 1993, 1994 y 1995. El AC Milan perdió la primera y la última, respectivamente contra el Olympique de Marsella del presidente Bernard Tapie (quien unos meses más tarde sería condenado por la Federación Francesa de Fútbol por corrupción) y contra un Ajax lleno de jóvenes talentos a los que, en un doloroso cruce de destinos, lideró el gran ex Frank Rijkaard (con permiso de Van Gaal en el banquillo). Pero entre aquellas dos finales desafortunadas llegó una que representó otra página indeleble en la historia del AC Milan.

 

Atenas, el punto de inflexión

Estadio Olímpico de Atenas, 18 de mayo de 1994. AC Milan y FC Barcelona disputan la Copa que todos sueñan. Los dos equipos son los que durante el torneo han mostrado el mejor fútbol y que, por lo tanto, se han ganado el derecho de llegar a la final. Sin embargo, el Milan se presenta al encuentro con un gran problema de formación: la ausencia por sanción de Baresi y Costacurta. La pareja central de defensa debe ser reinventada. Johan Cruyff, entrenador del Barça, en los días previos al partido se había dejado llevar por declaraciones grandilocuentes, asegurando que sus jugadores no solo derrotarían a los rivales, sino que incluso los humillarían.

 

 

Capello decidió alinear al experimentado Galli y mover al centro de la defensa a Maldini, con Panucci en la izquierda y Tassotti en su posición habitual. Completaron el once: Rossi en portería, Boban, Albertini, Desailly y Donadoni en el centro del campo, Savicevic y Massaro adelante. Y destruyeron literalmente al Dream Team con un 4-0 histórico. Marcando dos veces Massaro en la primera mitad y el francés Desailly para el cuarto gol. En el medio, el gol loco y genial de Savicevic, que con un globito desde una posición imposible vencía a Zubizarreta, en una de sus más amargas noches de fútbol. Ausente Baresi, fue el vicecapitán Tassotti quien llevó el brazalete, él quien recibió la Copa y la levantó al cielo. Una gran satisfacción, muy merecida después de catorce temporadas con la camiseta de rayas rojas y negras.


 

El Mundial de Estados Unidos de 1994, y los últimos años en activo

Pocos días de descanso y Tassotti partió con el equipo nacional hacia Estados Unidos para disputar la Copa del Mundo. Debutó con la camiseta azul dos años antes, a la inusual edad de treinta y dos años, solicitado por Arrigo Sacchi, quien, por su experiencia como seleccionador, elige rodearse de hombres de confianza. En la expedición estadounidense también estuvieron sus compañeros de club Baresi, Costacurta, Maldini, Albertini, Donadoni y Massaro, además del ex Evani, quien entretanto se había unido a la Sampdoria.

Sin embargo, la aventura transatlántica terminaría mal. Italia perdería en la final de los penales contra Brasil, mientras que Tassotti, durante los cuartos de final contra España, golpearía a Luis Enrique con un codazo en toda la cara, rompiéndole la nariz. La falta, no vista por el árbitro, aunque sería posteriormente sancionada con ocho partidos de suspensión gracias a la evidencia televisiva. Un acto feo e inexplicable por parte de un jugador, a veces duro pero no incorrecto.

Tras aquello, Tassotti ganó otro campeonato con el Milan la temporada 1995/96, aunque jugó menos de la mitad de los partidos. Continuó un año más y después dejó el fútbol en 1997 a la edad de treinta y siete años, después de diecinueve temporadas como profesional, diecisiete de ellas con la camiseta rossonera. El mismo día se despidieron también Franco Baresi y Arrigo Sacchi, que regresó sorprendentemente al banquillo seis meses antes después de la breve etapa del uruguayo Óscar Washington Tabarez. Se cierra una era.