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El AC Milan de Arrigo Sacchi

 

Arrigo Sacchi y su AC Milan, más allá de los títulos obtenidos y sus grandes estrellas, fueron estandarte de auténtico fútbol de alta escuela que desarrolló conceptos tácticos que revolucionaron para siempre el deporte rey. Metodologías meticulosamente planificadas que rompieron por primera vez el conservacionismo del tradicional catenaccio en Italia. Algo totalmente temerario que nadie se había atrevido a proponer hasta aquel entonces, y que el visionario Silvio Berlusconi apadrinó sin dudarlo.

 

 

La defensa en zona, la presión adelantada o la ocupación de los espacios en ataque marcaron la seña de identidad de un equipo implacable que siempre será recordado por su capacidad de demoler a sus rivales.

 

Introducción

El 20 de febrero de 1986 aterrizaba en Milanello el presidente Silvio Berlusconi, rey de la televisión privada italiana y las telecomunicaciones, tras hacerse con el 51% de las acciones de la Associazione Calcio Milan. Su objetivo era recuperar a una entidad deportiva azotada por los últimos fracasos deportivos y el vergonzoso escándalo del “Totonero” (amaño de partidos) que llevó el club a la Serie B.

 

 

La entidad se encontraba en una situación insostenible, colapsada y al borde de la desaparición, y en “Il Cavaliere” la afición “rossoneri” encontró la figura de un salvador y una persona totalmente comprometida con la causa. Berlusconi aportó todo su conocimiento y capital económico para ganar una batalla titánica en la que tenía más que perder que ganar. No hay que olvidar que el último título de Serie A conseguido por el AC Milan fue el de la temporada 1978-1979.

 

 

Quizás la imagen más significativa de lo que estaba pasando llegó el día de la presentación de su primera plantilla, la temporada 1986-1987, cuándo Silvio, acompañado de su mano derecha Adriano Galliani, jugadores y entrenador, el sueco Nils Liedholm, llegaban a la Arena de Milán en helicóptero y con la “Cavalcata delle Valchirie” de Wagner como banda sonora de fondo. ¿Su filosofía de club? Compras faraónicas, la imposición del “bel gioco” para construir éxitos mediante el fútbol espectáculo para masas, el poder de la comunicación y el marketing.

 

 

El Calcio para él lo era todo: juego, negocio, política, vida. Millones de euros y liras para acabar levantando durante su extenso mandato 28 títulos y 7 Balones de Oro. 30 años de conquistas gracias a jugadores de talla mundial como Van Basten, Gullit, Maldini, Baresi, Ronaldo, Ronaldinho, Weah o Kaká. Una presidencia que llegó a controlarlo todo: sistemas de juego, jugadores y entrenadores. Como si de un videojuego de manager se tratara. Ningún detalle escapaba a sus manos, por qué todo estaba perfectamente planeado.

 

 

El AC Milan tenía que ser el equipo más fuerte del mundo, y Silvio se tenía que demostrar a sí mismo que estaba preparado para convertirse en el presidente más legendario de la historia del fútbol… y así fue. Pero para empezar su “impero calcistico” le faltaba una pieza clave inicial, un entrenador diferente que cumpliera todos los requisitos. Una primera piedra que ni el propio Fabio Capello pudo ser…

 

 

Sacchi, la piedra filosofal ofrecida por la diosa fortuna a Berlusconi

Arrigo Sacchi, nacido en Fusignano un 1 de abril de 1946 e hijo de zapateros, nunca fue un gran defensa, o al menos nunca jugó más allá de la Serie D (el cuarto nivel de Italia), un caso más o menos parecido al de Mourinho, técnico de éxito que como jugador lo máximo que consiguió fue jugar en el Sesimbre de la segunda portuguesa.

Tampoco es que Sacchi tuviera un gran interés en triunfar como jugador, ya que su verdadero sueño siempre fue ser entrenador. Durante mucho tiempo viajó por toda Europa investigando y estudiando los métodos de los principales clubes y selecciones de Europa, siendo la Holanda de Rinus Michels su gran inspiración para construir un sistema táctico propio, sin olvidar el concepto zonal de los equipos ingleses de la época o la influencia que tuvo en él la figura del mítico entrenador belga Raymond Goethals, que curiosamente fue el entrenador que acabó con su trono al frente de su primera etapa en San Siro.

 

 

El Calcio italiano de aquel entonces era contragolpe, especulación, desprecio por los riesgos, astucia, férreos marcajes, dureza y goles oportunistas. Una constante evolución del “Catenaccio” italiano creado por Nereo “El Parón” Rocco, el cual adaptó para su patria este concepto originalmente nacido en el fútbol suizo.

El Calcio que Arrigo quería proponer era algo totalmente opuesto a la tradición balompédica de Italia, asumió el máximo riesgo deportivo en una cultura tan conservadora. Su empeño de demostrar que otro fútbol era posible le llevó a conseguir su primer trabajo en los banquillos en 1973 con tan solo 27 años. Concretamente en el equipo de su ciudad natal, el modesto Fusignano CF, el club donde se formó como jugador.

En 1976 fichó por el Alfosine, donde fue consciente que estaba totalmente preparado para su escalada meteórica en los banquillos, y así fue. Bellaria, juveniles del Cesena, Rimini, juveniles de la Fiorentina, vuelta al Rimini y finalmente llegó al Parma FC la temporada 1985-1986. El club parmesano puso en él todas sus esperanzas para recuperar su plaza en la Serie B, con trabajo intenso de cantera. El conjunto “crociati” había descendido a Serie C la temporada anterior, y Arrigo lo devolvió a la categoría de plata en tan solamente una temporada. 47 puntos, 16 victorias, 15 empates y únicamente tres derrotas, unos números arrolladores. Con tan solo catorce goles encajados a pesar de practicar fútbol meramente ofensivo, el Parma FC ascendía como el equipo menos goleado de toda la Serie C.

 

 

Durante la Coppa Italia de la temporada 1986-1987, el AC Milan y el Parma quedaron encuadrados en el mismo grupo, con un 0-1 favorable al conjunto parmesano en la cuarta jornada. Los de Sacchi clasificaron primeros de grupo con cuatro victorias en cinco jornadas; los milanistas, segundos. Cosas de la diosa fortuna, el sorteo de la segunda ronda del torneo deparó que ambos equipos se volvieran a enfrentar, y el ganador accedería a cuartos de final.

El Parma de Sacchi eliminó al AC Milan tras ganar 0-1 en San Siro con gol de Mario Bortolazzi y empatar a cero en el Ennio Tardini. Silvio en la tribuna, con las cámaras filmando su reacción ante la debacle, no parecía preocupado sinó extremadamente inspirado. En finalizar el encuentro preguntó a Adriano Galliani: “¿Cómo se llama el entrenador del Parma?” “Arrigo Sacchi”, le respondió. Un nombre que nunca jamás olvidaría. Acababa de encontrar a la persona ideal para desarrollar su proyecto. Un joven entrenador de apenas cuarenta años que terminaría su segunda temporada con el Parma a solamente tres puntos del ascenso a Serie A. Sacchi evidentemente aceptaría la oferta irrechazable de Berlusconi.

Precisamente esa temporada 1986-1987 Fabio Capello debutó en los banquillos con el AC Milan en sustitución de Nils Liedholm en los últimos seis partidos, logrando clasificar al equipo para la Copa de la UEFA en el último encuentro. La siguiente temporada, con la llegada de Sacchi, Fabio siguió formando parte del cuerpo técnico, pero no como primer entrenador.

 

 

1987-1988 el inicio del Milan de Sacchi

“¿Mi filosofía? Crear un coro con excelentes solistas. ¿Mi enemigo? La prisa”. En su presentación en la sede del AC Milan más claro no lo podía dejar. Del mismo modo, declaró que “hace seis meses el banquillo del AC Milan era una utopía. Pero ahora puedo asegurar una cosa a los aficionados: pasión, el máximo compromiso por el trabajo, una gran cantidad de seriedad y que daremos lo mejor de nosotros mismos”. Nadie puede negar que Silvio y Sacchi estaban ante la oportunidad de su vida, y quizás esta necesidad fue la clave de su éxito conjunto y total compromiso con la entidad y su proyecto.

 

 

La primera plantilla de la era Sacchi estuvo formada por Giovanni Galli, Daniele Limonta y Giulio Nuciari como porteros; Franco Baresi, Walter Bianchi, Alessandro Costacurta, Filippo Galli (Fiorentina), Paolo Maldini, Roberto Mussi, Mauro Tassotti y Rufo Verga como defensas; Carlo Ancelotti (Roma), Mario Bortolazzi, Angelo Colombo (Avellino), Roberto Donadoni (Cremonese) y Alberico Evani (Sampdoria) como centrocampistas; y Pierpaolo Bresciani, Massimiliano Cappellini, Graziano Mannari, Daniele Massaro y Pietro Virdis (Juventus) como delanteros. Con los fichajes estrella de los internacionales holandeses Ruud Gullit y Marco van Basten.

 

 

La temporada 1987-1988 el Milan alzó su undécimo Scudetto y la Supercoppa de Italia, aunque fue muy criticado por los aficionados debido a sus métodos tácticos. A pesar de tener a Van Basten lesionado durante gran parte del curso, los “rossoneri” consiguieron imponerse al Nápoles de Maradona con tres puntos de ventaja, sumando un total de 45, con la friolera de 43 goles a favor y tan solo 14 en contra. En la Copa de la UEFA fracasaron, siendo eliminados en la segunda ronda ante el RCD Espanyol de Barcelona, entrenado por Javier Clemente. Hay que añadir que ese año el Milan tuvo el gran “handicap” de jugar como local en Lecce, debido a la remodelación de San Siro que se preparaba para Italia 90. Ese 1988 Marco van Basten consiguió el Balón de Oro, mientras que el de plata fue para Ruud Gullit, y el de bronce para Rijkaard, que se incorporaría al conjunto milanista la siguiente temporada. Los tres ganarían con Holanda la Eurocopa de Alemania Occidental.

 

 

1988-1989 el primer asalto europeo

La temporada 1988-1989 empezó con la máxima ilusión para el club lombardo al poder disfrutar del tridente holandés. Frank Rijkaard, después de una decepcionante temporada en el Real Zaragoza de la liga española, supuso el puntal defensivo que necesitaba el club lombardo en el centro del campo para dar un paso más allá en sus aspiraciones, y facilitar la creatividad ofensiva de Ruud Gullit y al máximo goleador de la Euro 88, Marco van Basten. Junto a él se incorporaron Davide Pinato y Francesco Antonioli en la portería; Gianluca Pessotto, Sergio Porrini y Matteo Villa en defensa; el mítico canterano Demetrio Albertini, Corrado Giannini, Fabio Lago, Christian Lantignotti y Fabio Viviani en el centro del campo.

Sacchi aumentó el control sobre sus jugadores, sometiéndolos cada día a ocho horas de doble sesión de entrenamiento divididas en cuatro horas de balón y físico y cuatro horas de entrenamiento táctico. Y ahondando en los conceptos del pressing y la zona, dos características clave para la mejora de su sistema. Su obsesivo control le llevó a tener disputas con algunos jugadores como Van Basten.

 

 

Pero los resultados llegaron. El primer título de la temporada fue la Supercoppa de Italia conseguida después de superar a la Sampdoria por 3-1. El periplo en la Copa de Europa de aquel año fue realmente espectacular y demoledor, solo el Estrella Roja de Belgrado (con el famoso partido suspendido por la niebla) y un correoso Werder Bremen pudieron plantarle cara. Histórica fue la eliminatoria contra el Real Madrid de la “Quinta del Buitre” al que aplastaron literalmente en la vuelta en San Siro derrotándolos por 5-0, tras un empate a uno previo en el Bernabéu. La final en el Camp Nou fue un auténtico paseo contra el Steaua de Bucarest de Lacatus y Hagi.

 

 

El resultado final, 4-0 con sendos dobletes de Gullit y Van Basten, y podrían haber sido muchos más. Marco acabó como máximo goleador del torneo con 10 goles, y ganando otro Balón de Oro, el de plata fue para el capitán Baresi y el de bronze para Rijkaard, un pequeño ejemplo de lo que hizo Sacchi con sus jugadores, llevándolos a otro nivel. La nota negativa fue que el Milán no pudo renovar el Scudetto aquella temporada, que sería coto privado del famoso Inter de los alemanes seguido del eterno Nápoles de Maradona. Los “rossoneri” terminaron terceros a 12 puntos del Inter, que alzó su décimo tercer Scudetto. En la Coppa Italia los “rossoneri” no superaron la segunda ronda a pesar de competir en un grupo muy asequible en el que se midieron al Sambenedettese, Hellas Verona y Torino.

 

 

Como nota curiosa la International Board tuvo que aprobar la conocida como “norma anti Milan”, que redujo a dos los contrarios que podían estar entre el balón y la línea de gol en el momento del pase. El motivo fue llevar la táctica del fuera de juego al límite, siempre con Franco Baresi alzando el brazo cada vez que se ejecutaba.

 

1989-1990 el mundo a sus pies

Sin perjudicar su columna vertebral, y cambiando algunas piezas secundarias con la ambición de conseguir la plantilla perfecta, Sacchi consiguió los fichajes de Andrea Pazzagli en la portería; Roberto Bandirali, Stefano Carobbi, Marco Pullo y Richard Vanigli en defensa; Diego Fuser, Stefano Salvatori y Giovanni Stroppa en el centro del campo; y Stefano Borgonovo y el mítico Marco Simone en la delantera.

 

 

Su acierto en los despachos junto a Galliani permitió completar la mejor temporada de su etapa en el AC Milan, en la que se ganó la segunda Copa de Europa consecutiva, esta vez contra el SL Benfica y se consiguió la segunda posición en la Serie A a tan solo 2 puntos del Napoli de Maradona. En la Coppa Italia fueron derrotados en la final a doble partido por la Juventus, pero se hicieron con la Copa Intercontinental ante Atlético Nacional y con la Supercopa de Europa ante el FC Barcelona de Johan Cruyff, en aquel momento aún en ensamblaje para conseguir la versión final del “Dream Team”.

 

 

Al final de la temporada 1989-1990 Marco Van Basten consiguió el premio a máximo goleador de la Serie A con 19 goles, después de brillar como nunca en el Calcio italiano.

 

 

1990-1991 el final de la era Sacchi en San Siro

El binomio Berlusconi-Sacchi llegó a su fin en una temporada en la que el equipo no tuvo la fuerza de voluntad de las últimas tres campañas. Arrigo a final de temporada aceptó el sueño de su vida, llegar a entrenar a la selección italiana y prepararla de cara el Mundial de Estados Unidos de 1994.

Las incorporaciones de Sebastiano Rossi, Massimo Taibi, Giandomenico Costi, Stefano Nava, Mauro Bressan, Angelo Carbone, Gianluca Gaudenzi, Fabian Valtolina, Massimo Agostini, Nunzio Falco y Giovane Élber, no dieron continuidad a los triunfos de las temporadas pasadas dejando al Milan segundo de la Serie A por detrás de la Sampdoria, quedando eliminados en semifinales de la Coppa Italia ante la Roma, y siendo vencidos por el Olympique de Marsella en cuartos de la Copa de Europa en un partido muy polémico.

 

 

Tras el 1-1 de la ida con goles de Gullit y Papin, la vuelta sería un duelo apasionante. El Olympique se adelantó en el marcador, pero en el minuto 87 el Vélodrome sufrió un apagón. Los jugadores del Milan, siguiendo órdenes del vicepresidente del club milanista, Adriano Galliani, se negaron a volver por falta de iluminación y el árbitro declaró vencedor al conjunto francés. Por si fuera poco, los “rossoneri” fueron sancionados por la UEFA con un año sin jugar competiciones europeas.

 

 

La parte positiva de la temporada fue que se reeditaron los triunfos en la Copa Intercontinental ante el Olimpia de Paraguay y en la Supercopa de Europa ante la Sampdoria.

 

 

Capello se hizo cargo de un equipo que aún tenía madera de campeón y que siguió ganando algunos títulos, no obstante ya jugando de otra manera y con futbolistas muy diferentes. Los “inmortales de Sacchi” dieron paso a los “invencibles de Fabio Capello”.

El saldo final de títulos de la primera era Sacchi al frente del Milan fue un Scudetto, una Supercopa de Italia, dos Copas de Europa, dos Supercopas de Europa y dos Intercontinentales. Sin embargo, su paso por el Milan también dejó a jugadores muy quemados y hartos de un técnico obsesivo, que les hacía entrenar horas y horas cuestiones tácticas, exigiendo el máximo de ellos en todo momento.

 

 

1996-1997 un retorno totalmente innecesario

El Milan de Berlusconi quedó huérfano de confianza en el banquillo cuando Fabio Capello dejó su puesto para fichar por el Real Madrid. Óscar Tabárez fracasó completamente en sus fichajes, ya que ni Jesper Blomqvist, ni Edgar Davids, ni Christophe Dugarry ni Michael Reiziger tuvieron éxito.

 

 

Tras una derrota en la Supercoppa Italiana contra la Fiorentina en casa, y una derrota por 2-3 en Piacenza en partido de la Serie A, el uruguayo fue destituido. Arrigo Sacchi volvió al banquillo “rossonero”, aunque no tuvo ningún margen de maniobra ni efecto positivo en una plantilla totalmente rota que incluso fue derrotada por el Rosenborg en San Siro en el último partido de la fase de grupos, quedando fuera de cuartos de final. En la Serie A acabaron decimoprimeros a tan solo seis puntos del descenso a la Serie B.

La miserable temporada que vivió el club lombardo también provocó que el capitán Franco Baresi pusiera fin a su carrera en activo, y el AC Milan retiró la camiseta número 6 en su honor.

 

 

Arrigo Sacchi abandonó San Siro al final de la temporada, y un año después puso rumbo al Vicente Calderón el junio de 1998 para hacerse cargo del Atlético de Madrid de Jesús Gil y Gil, donde dejó su puesto el marzo de esa misma temporada, cuando el equipo se encontraba en la mitad inferior de la tabla. También regresó brevemente al Parma en 2001, sustituyendo a Alberto Malesani, pero pronto dimitió tras unos resultados decepcionantes, y fue sustituido por Renzo Ulivieri. Más tarde volvió a Madrid, esta vez al estadio Santiago Bernabéu como director de fútbol del Real Madrid para la temporada 2004-05.