Stefano Borgonovo alcanzó gran fama a finales de los 80, cuando formó una gran pareja de ataque junto a Roberto Baggio en la Fiorentina, donde jugó cedido por el AC Milan, además de llegar a ser convocado con la absoluta en 3 ocasiones. El 27 de junio de 2013 falleció a los 49 años, víctima de la esclerosis lateral amiotrófica (ELA), una enfermedad que aquejó a decenas de futbolistas de la Serie A en los últimos años. El drama de Borgonovo estremeció a toda Italia, que dejó atrás a su mujer y cuatro hijos.
El futbolista hizo pública su enfermedad en septiembre de 2008 y desde entonces vivió paralizado por una enfermedad que provoca la destrucción paulatina de las células nerviosas. De este modo, pese a mantener una plena lucidez mental, durante sus últimos meses de vida únicamente podía mover las pupilas. La actividad de sus ojos, que un ordenador traducía en signos, le servía para comunicarse con el mundo exterior.
Su trayectoria deportiva
Nacido el 17 de marzo de 1969 en Giussano, Lombardía, Italia, debutó en la Serie A con tan solo 17 años en las filas del Como, donde se desempeñaba como delantero.
El AC Milan lo fichó en 1986 y lo cedió primero al Como, donde pasó dos años, y después fue cedido nuevamente a la Fiorentina (88-89). Allí, Stefano coincidió con una de las mejores versiones de Roberto Baggio. No solo se hicieron inseparables, en el campo crearon una sociedad temible. En Italia se les bautizó como la «B2» (por las letras de sus apellidos) y gracias a sus goles, clasificaron a la Fiore para la Copa de la UEFA.
Tras este éxito, que también le valió para debutar con la selección italiana, el Milan de Sacchi lo repescó, con la idea de convertirlo en el suplente de Marco van Basten. Borgonovo cumplió y de hecho, marcó un gol vital en semifinales de la Copa de Europa de 1990 ante el Bayern. El AC Milan acabaría ganando el trofeo, y Stefano por fin se coronaría como campeón de Europa.
Después de la consecución europea Borgonovo no se conformó en ser el reserva de Marco van Basten, así que hizo las maletas para volver a la Fiorentina, aunque no alcanzó el nivel de su anterior etapa. Un año después se fue al Pescara y después lo contrató el Udinese, donde pasó tres temporadas (una de ellas cedido en el Brescia). Colgó las botas en 1996.
Su trayectoria contra la ELA
Massimo Mauro y Luca Vialli, fueron los primeros encargados en Italia de llamar la atención sobre la estrecha relación entre ELA y fútbol. A través de su Fundación para la Investigación y el Deporte, las exestrellas del Juventus y Sampdoria han financiado proyectos y centros de investigación, invertido en equipamientos médicos, promovido campañas de concienciación sobre la ELA durante estos últimos años.
Gracias a su labor divulgativa, hoy se sabe que Armando Segato fue el primer futbolista a quien se diagnosticó ELA, en 1968. Murió en 1971, a los 44 años. Desde ahí, la lista se fue ampliando dramáticamente: Ernsr Ocwirk (Sampdoria, fallecido a los 43 años), Giorgio Rognoni (Milan, a los 40), Fabrizio Falco (Salernitana, 35), Guido Vincenzi (Sampdoria, 65), Narciso Soldan (Milan, 59), Rino Gritti (Lazio, 51), Albano Canazza (Como, 38 años), Gianluca Signorini (Genoa, 42), Fabrizio Dipietropaolo (Roma, 39), Lauro Minghelli (Torino, 31), Ubaldo Nanni (Pisa, 44). El fabuloso extremo escocés Jimmy Johnstone, jugador del Celtic, murió en 2006 a los 62 años.
Todas esas muertes extrañas, precoces (43 años de media) y con el fútbol como denominador común llevaron al juez Raffaele Guariniello, de la Fiscalía de Turín, especialista en accidentes en el trabajo y en dopaje, a tomar cartas en el asunto. Tras la denuncia de la mujer de Bruno Beatrice, otro ex jugador del Fiorentina, Guariniello certificó 40 casos de exfutbolistas con ELA.
Un estudio epidemiológico realizado con futbolistas que jugaron en Primera y Segunda División entre 1970 y 2001 demostró que la frecuencia de ELA era significativamente más alta (cerca de 6,5 veces) que entre la población general. El problema es que nadie sabe por qué.
Según el neurólogo Gabriele Mora, que, «aunque no se puede definir la ELA como una enfermedad profesional del fútbol, es innegable que existe una relación», una mezcla de factores que hace que los futbolistas contraigan más la enfermedad.
Entre esos factores, Mora cita todos los que parecen de sentido común, además de la crucial predisposición genética: «Los repetidos traumatismos en las piernas, los golpeos de balón con la cabeza, los esfuerzos intensos, el contacto con los pesticidas de la hierba y el abuso de fármacos, especialmente antiinflamatorios».
La ELA sigue siendo un misterio, pero, gracias a Borgonovo, a Vialli, a Mauro y a la creciente solidaridad de muchos profesionales, cada vez hay más médicos, más dinero, más atención mediática. Lejos de los focos, muchas personas ajenas al fútbol esperan también una respuesta.
La carta de despedida de Robby Baggio a Borgonovo
«Querido Stefano, tu viaje celestial ha comenzado hace tiempo y espero que esté para ti lleno de luz y de serenidad. Para que tu valiente batalla pueda ayudar a la investigación y pueda sobre todo dar apoyo a los que luchan y a los que sufren, tu querida esposa Chantal, una gran mujer, ha escrito un libro.
Al leerlo, me encontré con un bolígrafo en las manos, cuando antes era el balón que nos unía: un balón que hacía girar nuestros sueños y nuestro futuro. La pasión que leí en tus ojos, combinada con tu sonrisa alegre y desenfadada, fue nuestra forma de conocernos.
Lo que nos unía era una fórmula mágica, transmitida en las crónicas deportivas como «B&B»: tú y yo corriendo en el espacio, sabiendo dónde nos encontraríamos para una asistencia o un gol.
¡Ese espacio tuyo hoy es llamado por muchos Paraíso, por otros Eternidad, hoy para mí es «tu puerta en el cielo»! Siempre nos ha unido, nos une y nos unirá nuestra sincera amistad. Ahora estás lejos y, sin embargo, Chantal y tus maravillosos hijos te sienten, al igual que los que te querían y te amaban, tan cerca que pueden oírte. Fuerte y poderoso llega a nuestros corazones la fuerza y tu formidable desafío a la «Stronza», así quisiste llamar a la enfermedad que te trajo.
¡No sabía, la «Stronza», qué adversario había elegido! ¡No se imaginaba, la «Stronza» encontrarse para marcar un verdadero atacante, un guerrero que hasta el último momento fue capaz de animar y apoyar a cualquiera! Mi querido amigo, has sabido ofrecer un valiente ejemplo de cómo se puede, aun estando privado de voz y movimiento, ser un gran padre y un gran marido hasta el final. Cuando pienso en ti, las imágenes que pasan ante mis ojos son infinitas, al igual que los recuerdos que nos unen. Como sabes, no me gusta contarme mucho y prefiero la intimidad a la exteriorización, por eso esas imágenes y recuerdos prefiero guardarlos en mi corazón como un precioso tesoro que proteger del desgaste del tiempo. Así que aquí esta carta mía quiere ser solo un ligero «soplo» y no por ello desprovisto de su fuerza, para hacerte llegar a ti, mi querido amigo de siempre, mi más profundo respeto y todo mi afecto. Te quiero».