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Viola en el Valencia CF, un campeón del mundo en Mestalla

 

Paulo Sérgio Rosa, más conocido como Viola, llegó el agosto de 1995 a LaLiga como campeón del mundo y fichaje estrella del Valencia CF, por aquel entonces entrenado por Luis Aragonés. El considerado «nuevo Romário» por la edición española de la revista Don Balón, llegó para suplir el vacio que dejaron las ventas de Salenko y Penev.

El ariete llegó a disputar hasta 30 encuentros, anotando tan solo 10 goles (más 4 en las dos pretemporadas en las que participó) en la única temporada que disputó en Mestalla. En aquella plantilla coincidió con nombres como los de Mazinho, Engonga, Camarasa, Zubizarreta, Mendieta, Mijatović, Fernando o José Gálvez.

 

 

Procedente de una familia humilde de Sáo Paulo, Viola debutó con el Corinthians a los 18 años, de donde salió para fichar por el Valencia. «Mi madre no sabía leer ni escribir, pero yo, con mucho esfuerzo, llegué a campeón del mundo», alardeaba el futbolista, que, debía su apodo a las botas de color violeta que calzaba en el colegio.

A pesar de ser el fichaje más caro de la historia del Valencia, por aquel entonces, el brasileño Paulo Sérgio Rosa no acabó de encajar nunca, pese a ilusionar a la afición che con el mítico cántico «¡Uh ah Viola! ¡Uh ah Viola!». Más allá del atractivo de su peinado (homenajeando a la senyera tintándose los cabellos con sus colores) y sus celebraciones, el presidente Paco Roig sabía que con el fichaje de Viola había incorporado alguna cosa más que un campeón del mundo, por recomendación de Carlos Parreira (técnico previo a la llegada del delantero). Era una inversión histórica, de poco más de 500 millones de pesetas, para plantar cara a los grandes de LaLiga.

 

 

«Poco a poco iremos conociendo Valencia, después Barcelona, Madrid y otras ciudades». La intención de Viola era firme: cumplir su contrato de tres años. Creía que la gente era muy parecida a Brasil, «el calor y el cariño», aunque creía que el fútbol era distinto, «aquí es mucho más rápido». A sus 26 años, el delantero no formó parte del once titular de forma regular, Gálvez le quitó el puesto. Pero a medida que pasaban los partidos pudo ganarse el afecto de la afición con sus excéntricas celebraciones y actitudes. Como cuando ofreció su número de teléfono en directo ante las cámaras de televisión y las emisoras de radio (pensando que estaban apagadas en ese momento). «Mi número de teléfono es ( … ). Quien quiera llamarme, que me llame». Con este gesto ante cámaras y emisoras de radio, el jugador del Valencia Paulo Sergio Rosa, Viola, de 26 años, plasmó una candidez inusual, pero también un deseo de comunicarse con el exterior. «Fui inocente, creí que las cámaras estaban apagadas», recuerda sonriente Viola, satisfecho porque la mayoría de quienes le llamaron lo hicieron para darle ánimos.

 

 

Fue el momento en el que el fichaje más caro de la historia del Valencia acusó al presidente, Francisco Roig, y al secretario técnico, Jesús Martínez, de tratarle «como un payaso» y de haberle engañado en algunos detalles del contrato. El Valencia le abrió un expediente y suspiró para conseguir su marcha. En el tiempo transcurrido desde que llegó a Valencia, el 13 de agosto, Viola percibió un profundo cambio en el trato del presidente, a medida que el futbolista no respondía a las expectativas levantadas. «Ese es mi principal defecto: creo en las personas», apuntaba Viola, indignado con las incumplidas promesas del presidente: los pasajes de avión para su hija y sus padres (residentes en Brasil) y el pago mensual del contrato de imagen quedaron en papel mojado. No hubo billetes y el pago del contrato fue bianual.

Las airadas acusaciones de Viola parecieron haber tenido un efecto balsámico en el jugador, que, después de semanas con problemas de insomnio, aseguraba estar encantado con la ciudad y la gente. «Salimos a comer, a la playa, al cine… y nos encanta el arroz a banda, las naranjas y los melones», «mucho más dulces que en Brasil», señalaba Leila, su esposa. Rompía así el jugador la imagen de aislamiento que había transmitido en sus dos primeros meses. «Soy extrovertido. Siempre me hago fotos con los aficionados y firmo autógrafos. Además, cuando vienen los niños de la urbanización, voy a jugar con ellos al fútbol o a montar en bici. Los niños son los mejores para aprender a hablar español». El futbolista, no obstante, recuerda que de no ser por Mazinho y Valeriana, su esposa, no hubiera salido de casa, pese a que no tenía queja alguna de sus compañeros y el técnico, Luis Aragonés, una de las personas que más le ayudó.

 

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Su mejor racha fueron 6 partidos de infarto que se iniciaron en marzo de 1996, en el que los que el brasileño consiguió marcar ocho goles, convirtiéndose en una de las sensaciones de aquel campeonato de 1995-1996, con permiso de Peđa Mijatović. Goles ante el FC Barcelona, en el viejo San Mamés ante el Athletic, un doblete en San Lázaro ante la SD Compostela y Real Celta de Vigo, que ayudaron al Valencia CF a continuar compitiendo la Liga hasta el último partido contra el Atlético de Madrid de Radomir Antić.

Viola tuvo el sobrenombre aquellos años de “El Principe de Bel-Air” por ir siempre con los auriculares puestos en los oídos escuchando música, en relación con el famoso personaje de Will Smith que triunfaba en Antena 3.

 

 

El club, sin embargo, intentaba desprenderse de él sin perder dinero. Desde la entidad se lanzaron dos anécdotas para desprestigiarle. En la primera aseguraban que cuando la empresa Ford firmó el contrato de patrocinio con el Valencia y regaló un coche a los dos campeones del mundo, Viola y Mazinho, Lelia, la esposa del primero, reclamó el suyo. Ella, sin embargo, afirmaba que lo pidió en broma. La otra anécdota apuntaba a que Viola pretendía colocar publicidad de Coca-Cola en la camiseta del Valencia. Él daba otra versión: «En Brasil, los contratos de imagen son del jugador. Aquí son de los clubes, pero yo no lo sabía y Jesús Martínez me presentó un contrato de imagen en el que yo podría mantener, fuera de la concentración del Valencia, mi contrato era con Puma. Después trajo un contrato distinto en el que me lo prohibía».

Otra de las piedras enviadas desde el club se dirigían hacia su intento fallido de fichar por el Albacete antes del Mundial de Estados Unidos. «Me ofrecieron un contrato de 12.000 dólares mensuales. Ganaba más en Brasil». En Valencia cobraba cerca de 100 millones.

La temporada siguiente, con el fichaje de Romário y los pequeños enfrentamientos dentro del club fueron su billete de regreso a Brasil, a pesar de empezar con buen pie y gol en la presentación del equipo ante el PSV, en el que el Valencia se impuso 2-1. Finalmente, se fue al Palmeiras, eterno rival del equipo en el que debutó, el Corinthians. En 2015 fichó por su último club con 46 años, el Club Atlético Taboão da Serra de la Cuarta División Paulista.