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Cruyff y Romário, una historia digna del Dream Team

 

Romário estuvo bajo las órdenes de Johan Cruyff tan solo una temporada y media, fichado a golpe de talonario para hacer brillar aún más a un conjunto culé que era el claro dominador de la liga española. «O baixinho» consiguió anotar 39 goles en 65 partidos disputados consiguiendo el título de liga de la temporada 1993-1994, aunque su aporte no fue suficiente para imponerse en la final de Atenas ante el Milan.

Tras aquella dolorosa derrota, el delantero ya no tenía solución de continuidad después de una temporada agitada por la necesidad de descartar a uno de los cuatro extranjeros en nómina en cada partido: Koeman, Stoichkov, Romário y Laudrup. Aunque siempre fue transparente, tanto que en el vestuario le apodaban “negro”, porque cuando estaba pálido era la señal de que no estaba para jugar, Romário nunca fue un jugador fácil de trato, a menudo indisciplinado y fiestero, alejado en cualquier caso del alcohol.

Nadie pudo con Romário después de ganar con Brasil el Mundial de Estados Unidos 1994. Tampoco funcionó O Baixinho en el Valencia. Una Copa del Mundo, un Balón de Oro y casi 700 goles anotó un delantero con un tren inferior único y unos movimientos propios de un jugador de “dibujos animados” como le calificó Jorge Valdano. “El acelerador del fútbol era Romário”, resume Carles Rexach.

 

 

Testimonios de la era del Dream Team

“Nunca había visto un futbolista igual a”Romário”, recuerda Charly Rexach, segundo del banquillo blaugrana. “Naturalmente que me impresionó Johan Cruyff cuando debutó contra el Granada en 1973. La diferencia es que ya sabía cómo volaba desde su explosión en el Ajax; y yo ya había jugado con Johan. También conocía a un genio que me entusiasmaba como George Best; rápido, regateador, hábil y un «enfant terrible». He visto a algunas figuras”, añade el mismo Charly que en su día instó al Barça a fichar a Leo Messi cuando el padre del 10 amenazaba con regresar a Rosario porque ningún directivo se quería responsabilizar de fichaje del 10. “Nadie, sin embargo, me asombró tanto como en su día Romário”, afirma Rexach.

“El PSV Eindhoven jugaba un amistoso mientras nosotros estábamos de pretemporada con el Barça”, recuerda, “y me sorprendió la rapidez, el cambio de ritmo, la facilidad que tenía para meter goles aquel delantero de Brasil. Tal fue su recital que recuerdo haber dicho a Johan: “Si le tuviéramos nosotros, lo ganaríamos todo’. Aquel tipo pasaba de 0 a 100 en solamente cuatro o cinco metros; no lo había visto en ningún velocista, ni siquiera en el mismo Cruyff. Y, claro, fichamos a Romario”. Johan Cruyff sabía bien de quién se trataba porque conocía como nadie el fútbol de Holanda.

 

 

“Necesitábamos gol”, argumenta. “Ya no nos bastaba con la agresividad de Stoichkov y la elegancia de Laudrup. Nuestros rivales se cerraban, nos tenían muy estudiados y en el área se concentraban 20 jugadores, así que buscábamos a un delantero capaz de rematar fácil, sin espacios, único a la hora de ganar un metro y armar el tiro. Fuerte en el uno contra uno, Romário se perfilaba y movía tan bien que le daba tiempo a todo: a recibir y a chutar”, apostilla para después sintetizar su juego en el arrastre con el que quebró al central Rafa Alkorta en el 5-0 del Barça-Madrid del 8 de enero 1994, una de sus tres dianas aquella noche.

Una jugada de futbolín, la cola de vaca, la marca de Romário, un futbolista de 1,67m. “Aceleración y velocidad de ejecución”, insiste Rexach. “Y lo hacía todo parado. Me emocionaba ver una cosa inédita: se desmarcaba caminando, no necesitaba correr, sino prepararse para arrancar y fintar a cuantos poblaban la zona de definición”, añade. “La clave estaba en cómo se posicionaba”, prosigue. “Era muy hábil para orientarse y colocarse, tomar las referencias y medir las distancias; tenía siempre toda la portería a la vista y no solo uno de los palos como la mayoría de arietes”, apostilla Charly.

 

 

A Rexach, amante de los espacios reducidos, le encantaba cómo Romário dominaba “los ángulos”, como si su fútbol fuera geometría y no inspiración, pendiente de los postes, las líneas del área y del pasador más que de la pelota: debutó con un triplete ante la Real Sociedad después de tres asistencias de Pep Guardiola. El hoy técnico del Manchester City contaba que Romário actuaba como un semáforo: “Tú tenías que advertir cuándo se ponía ámbar, es decir, el momento en que iba a girar, para filtrarle la bola, ni un segundo antes ni uno después”, relataba Guardiola.

“De los jugadores te acuerdas de sus partidos, pero de los grandes rememoras hasta de los entrenamientos. En uno de ellos demostró que era un jugador de dibujos animados. Le hizo goles de todos los colores a los porteros, cosas que solamente podía hacer él”, destacó Miguel Ángel Nadal. Óscar Arpón, también lo recordó por una acción sobre Josep Guardiola en un entrenamiento: “Cuando venía con ganas de entrenar era una barbaridad. En los partidillos resultaba una gozada verle jugar. Es verdad que el que estaba en su equipo ganaba seguro. Recuerdo que una vez le hizo un sombrero a Guardiola, Pep paró el entrenamiento por completo y se puso a aplaudirle. Pronto le seguimos todos”.

 

 

El propio Josep Guardiola explicó esto sobre su excompañero de vestuario, «es el mejor futbolista que yo he visto, no hay otro igual. Un día tuvo un enfrentamiento con el míster, que en aquel entonces lo que decía iba a Misa. Algo le reclamó y Romário le contestó tajante. ‘Tú no eres mi padre, yo entreno, juego…’, Johan le dijo que le esperara en el vestuario y él, después de estar un rato, avisó a un trabajador del club para que le trasladase a Cruyff que se había ido a un torneo de tenis. Un genio. Le dije que no hiciera esas cosas y me contestó ‘Soy Romário, tú no sabes lo que es ser Romário’”.

“A veces le maldecías largo rato porque no quería el cuero”, insistía Guardiola. “Tocabas y tocabas y el semáforo estaba en rojo, hasta que Romario ladeaba y, en un momento estaba verde para recibir y tirar; y ahí no podías fallar”, recordaba el centrocampista, de manera que Romario se activaba más o menos en función de quién llevaba el balón, siempre próximo por tanto a jugadores como Guardiola. La mejor expresión de aquel Barça fue el 4-1 que le endosó al Dinamo de Kiev en septiembre de 1993, después de contar un remate cada tres minutos, y la peor se dio en la final de Atenas 1994, la clausura del equipo de Cruyff (4-0 ante el Milan).

Claro que más allá de estos roces, Johan Cruyff era uno de los pocos que entendía todo el talento del delantero. “Le respetaba más que nadie en lo futbolístico porque veía cosas en él que el resto no teníamos”, confiesa Guardiola.

 

 

La leyenda del Carnaval de Río de Janeiro

Cuenta la leyenda que, una vez, Johan Cruyff dejó a Romário viajar antes y más tiempo de vacaciones después de haber llegado a un trato con él. El encuentro, que nunca ha sido precisado, parece haber tenido lugar alguna vez, aunque el paso del tiempo ha hecho que se deterioren los detalles.

Johan Cruyff fue el primer que explicó que la historia tuvo lugar antes de un partido contra Osasuna. “Una vez, Romario me preguntó si podía perderse dos días de entrenamientos para poder ir a Brasil al carnaval de Río de Janeiro. Respondí: ‘Si marcas dos goles mañana, te daré dos días más de fiesta con respecto a los otros jugadores de la plantilla’. El día siguiente, Romario marcó dos goles e inmediatamente se vino a la banda para pedirme el cambio. Me dijo: “Técnico, mi avión sale en una hora”. No tuve opción y cumplí mi promesa con él”.

 

 

Romário, por su parte, dio otra versión de la historia, aunque en ambos casos los datos aportados confunden plantillas, pues Romário habla de jugadores que no compartieron plantilla en el Barcelona, como Laudrup y Hagi, y tampoco parece tener muy claro qué sucedió en el encuentro.

«Era un miércoles. El Barcelona no iba a tener partidos y nos iba a dar cuatro días libres. El asunto es que yo necesitaba un día y medio para viajar y apenas iba a disponer de dos días y medio, mientras los otros extranjeros, como Laudrup, Stoichkov, Koeman, Hagi y un joven yugoslavo, se refiere a Goran Vucevic, estaban a tres o cuatro horas de casa», relata el exfutbolista.

 

 

«Entonces, se lo comenté a Cruyff y me dijo… ‘¿Qué podemos hacer?’ ‘Eso es lo que te estoy preguntando yo a ti’, le dije. Así que llegamos a un acuerdo. Me dijo que si marcaba dos goles en el siguiente partido me daría más días de vacaciones, así que metí tres», profundiza Romário, aunque no hay datos de ningún partido en el que el futbolista anotara tres tantos y luego estuviera más de siete días sin jugar.

Sus únicos ‘hat trick’ de azulgrana llegaron en la jornada 1, ante la Real Sociedad, y seis días después volvió a jugar; en la jornada 9, ante el Atlético de Madrid, y cuatro días después volvió a jugar; en la jornada 18, ante el Real Madrid, y cuatro días después volvió a jugar; en la jornada 19, ante Osasuna, y tres días después volvió a jugar; y en la jornada 28, ante el Atlético de Madrid, y de nuevo cuatro días después volvió a jugar.

 

 

«Acabó el partido, salí corriendo al vestuario, fui el primero en llegar… y cuando todo el mundo llegó al vestuario yo ya estaba listo para irme. Salí en el descanso del partido porque yo tenía el vuelo reservado para irme nada más acabar el partido. Fueron entrando todos los jugadores y cuando llegó Cruyff explicó el trato, así que todos se callaron y lo aceptaron», aclara el brasileño.

Pero de nuevo el tiempo parece haberle jugado una mala pasada, pues solamente fue sustituido al descanso ante el Sporting, en Copa del Rey, y fue justo cuatro días antes del choque liguero ante el Sevilla en el que vio la tarjeta roja por pegarle un puñetazo a Unzué.

Ante tal lío de fechas y datos, hay un partido en el que sí que podría encajar esta anécdota. Sería el Tenerife-Barcelona de la jornada 11, en el que Romário no marcó tres goles sino dos (2-3) y en el que no fue sustituido, pero tras el que sí estuvo 10 días sin jugar con el Barcelona, precisamente en un parón internacional.