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La dupla Stoichkov – Romário en el FC Barcelona

 

El búlgaro Hristo Stoichkov y el brasileño Romário han sido dos de los delanteros más letales y determinantes de la historia del fútbol. Una dupla de pura fantasía reunida por el FC Barcelona de Johan Cruyff, que llegó a compartir un total de 51 partidos, ofreciéndonos un total de 3.685 minutos de puro fútbol y más de 50 goles. Aunque el campeón del mundo solo estuvo una temporada y media en el Dream Team, acabó desarrollando una bonita y fuerte amistad con el delantero búlgaro, que aún perdura a día de hoy.

¿Los elementos que hicieron que su relación fuera única y épica? Un secuestro, peleas, enfrentamientos, lágrimas y rabietas, un padre orgulloso, un padrino aún más orgulloso, un escándalo, una amante (o cinco), paparazzis, un título de Liga ganado en el último minuto del último día, una paliza histórica al enemigo eterno, una final de la Copa de Europa de puro terror, y goles, muchos goles, concretamente más de 50 entre ambos, con 10 asistencias entre ellos.

 

 

Dos gallos en el gallinero

Cuando el Futbol Club Barcelona, presidido por Núñez,  fichó a Romário, procedente del PSV, el búlgaro dejó sus sentimientos muy claros en los medios de comunicación. Las reglas de la LFP limitaban a la presencia de solo tres extranjeros en el once inicial, y el Barça ya tenía al búlgaro, Koeman y Laudrup. “Fichar a un cuarto extranjero es una estupidez, pero si la junta cree que es absolutamente necesario y pidieran mi opinión, les diría que ficharan a Penev. ¿Cuánto cuesta Romário? ¿600 millones de pesetas? Tomaría 200 millones de mi propio bolsillo y ficharía a Penev”.

 

 

La superestrella búlgara era un futbolista bravucón, franco y emocional, características que lo convirtieron en símbolo eterno del barcelonismo. Aunque también es cierto que amenazaba con irse cada temporada, ya sea para mejorar sus condiciones económicas o para presionar a Johan Cruyff ante la prensa. Romário, se parecía mucho a su compañero en ataque, aunque con un componente explosivo más acentuado e imprevisible. “Si decir las cosas a la cara de la gente y decir lo que pienso sin morderme la lengua, si tener un carácter fuerte y no aceptar imposiciones es ser controvertido, entonces sí, soy controvertido”.

Con dos gallos en el gallinero, todo parecía estar destinado al desastre. Ambos disponían de personalidades contrastantes, pero, en palabras de Johan Cruyff, tenían el “mismo problema”: ambos pensaban que el equipo estaba allí para servirles, no al revés. “Constantemente competían para ver quién marcaba más goles”, recuerda el exdirector del Barcelona Josep María Minguella, quien representaba a ambos jugadores. Ninguno podía soportar estar en el banquillo. “Cuando Stoichkov estaba en el banco de suplentes, podía oír su maldita respiración desde la otra punta del campo. Cuando Romário estaba en el banco, simplemente no podía soportarlo. No decía nada, pero sabías que lo odiaba”, recuerda Josep Guardiola con una sonrisa.

 

 

Ambos generaron mil y una historias que van siendo reveladas, afortunadamente para los amantes del fútbol, con el paso del tiempo. Por ejemplo, una vez, durante una concentración en Holanda, Romário decidió que se había aburrido de entrenar y se fue a ver a una amiga en una ciudad cercana. Johan, enojado, le ordenó regresar, y el delantero respondió que lo haría si podía llevar a su amiga con él. Cruyff accedió, pero al día siguiente, el brasileño no apareció en el entrenamiento. La paciencia del holandés se agotó y Romário fue multado y castigado, aunque la relación entre ambos nunca se rompió del todo. Otra gran anécdota fue cuándo ambos fueron timados por un vendedor de Freetown (Sierra Leona) en la compra de sus respectivos coches de lujo en septiembre de 1994.

Paso a paso, y situación tras situación, Romário y Stoichkov se convirtieron en los dos mejores amigos dentro de aquel vestuario, el búlgaro se ganó su total confianza. “Parece extraño y me pregunto incluso ahora cómo fue posible. Él era introvertido y yo todo lo contrario. A él le gusta dormir, a mí me gusta vivir. Éramos la noche y el día. Pero nos hicimos buenos amigos desde el principio. Éramos inseparables.” Sus hijos asistían al mismo colegio, sus esposas, Mónica y Mariana, se hicieron mejores amigas. Se protegían mutuamente; cuando Romário recibió una tarjeta roja por dar un puñetazo a Diego Simeone, Stoichkov opinó: “Fue digno de Mike Tyson.”

 

 

Familia en Barcelona

La amistad entre ambos dio un paso más allá cuándo el brasileño estaba en Río en un compromiso internacional, y su esposa dio a luz a su primer hijo. Romário estaba decidido a no ver a su hijo por primera vez a través de los medios y pidió a los periodistas que respetaran su voluntad y que por favor no le hicieran ninguna foto. Stoichkov actuó como el guardaespaldas de Romarinho para asegurarse de ello, y hasta un fotógrafo que se coló en el hospital acabó con un gancho de derecha por parte del búlgaro. Cuando Romário llegó, “dos vuelos tarde, lo cual era típico de Romi”, recuerda Stoichkov, fue el búlgaro quien lo recogió en el aeropuerto y lo llevó al hospital.

 

 

Más tarde también llegaría el afer del secuestro del padre de Romário, y Hristo estaría siempre allí para apoyar a su amigo. Cuándo el brasileño supo que su padre había sido liberado, fue Stoichkov a quien llenó de besos de alivio. Y cuando se trató de elegir un padrino para Romarinho, Hristo fue la elección más obvia.

 

 

Noches de gloria y de fútbol fantasía, con un final trágico

Juntos, también formaron una pareja devastadora en el campo: “Hristo disfrutó ese año con Romário más que cualquier otro,” recuerda Minguella. Los goles son un testimonio de ello, como también lo son el título de liga y algunas de las noches más gloriosas en la historia del Barcelona, ninguna más que una victoria de 5-0 sobre el Real Madrid en la que Romário anotó un hat-trick, e hizo la mítica «Cola de Vaca» a Alkorta. Una jugada que según Stoichkov pasaría a la historia. «Nunca he conocido a un jugador capaz de hacer en el área lo que él hacía».

A partir de ese día, el FC Barcelona fue imparable, sumando 28 de los últimos 30 puntos para ganar la liga después de que Miroslav Djukic fallara un penalti en el último minuto, dejando al Deportivo de La Coruña a las puertas del título. Los cracks del Barcelona lo habían vuelto a hacer. “Silenciamos a aquellos que decían que el Dream Team estaba muerto,” declaró Stoichkov.

 

 

¿Qué podía fallar teniendo al mejor entrenador del mundo en el banquillo, y en ataque el Balón de Oro y el FIFA World Player of the Year de 1994? La derrota en Atenas fue humillante e inesperada, pero no fue un accidente. La política de rotaciones de Cruyff había enfadado a hombres tan tranquilos como Michael Laudrup y Ronald Koeman. Stoichkov se perdió cuatro partidos de la Liga de Campeones y fue sustituido en 15 de sus 30 partidos de liga. Laudrup incluso se perdió la final de la Copa de Europa.“Cuando ganamos es gracias a Cruyff, cuando perdemos es culpa de los jugadores,” respondió Stoichkov con enojo.

 

 

El inicio del final

Tras la debacle de Atenas, Stoichkov estaba cada vez más preocupado por el estilo de vida de Romário y la compañía que mantenía. “La gente se interpuso entre nosotros y traté de advertirle,” recuerda Stoichkov. A Romário no le gustó aquella intromisión, e ignoró el consejo de su amigo y decidió quedarse en una suite en el piso 17 del Hotel Reina Sofía en lugar de mudarse a una casa al lado del búlgaro. Más tarde, se mudó a un hotel en Sitges, pero mantuvo su habitación en el Princesa Sofía. Las esposas seguían siendo amigas cercanas, pero los futbolistas se distanciaron; Stoichkov se puso del lado de la mujer de Romário ante las acusaciones de infidelidad.

“El estilo de vida de Romário, su constante ir y venir causaba problemas con su esposa,” recuerda Stoichkov, de manera bastante eufemística. El brasileño era abstemio, pero tenía otros vicios y cada vez parecía menos interesado en el fútbol. Cruyff lo envió a casa de una sesión y tuvo otro enfrentamiento con el brasileño después de que se quedara dormido y llegara una hora tarde a una reunión del equipo. Cruyff había advertido que la actitud de Romário en Holanda solía ser de “si no quiero entrenar, no entreno”. “Le faltaba disciplina,” admitió resignado Cruyff más tarde. A Romário no le importaba. “No es la primera vez que discuto con Cruyff y no será la última: digo lo que pienso y nadie me cambiará,” dijo.

 

 

Una noche, Romário fue sorprendido con una chica. Una semana después, ella estaba en la portada de la revista Interviu en su versión brasileña. Un alma caritativa empujó una copia bajo la puerta de su habitación de hotel. La primera persona en verla fue la esposa de Romário. “La habilidad de Romário en el campo era mentir con su cuerpo,” dice Valdano, “al final fue su perdición fuera de él también: le mintió a su presidente para irse con dos rubias.” Para Stoichkov, la revista bajo la puerta lo resumía: “Alguien,” insiste el búlgaro, “había aprovechado su ‘amistad’ con Romi y lo había traicionado.”

 

 

La gota que colmó el vaso llegó después del Mundial de 1994, para entonces, la amistad casi había muerto; entristecido, desesperado, el búlgaro intentó llamar al brasileño para rogarle que regresara a Cataluña. Pero las llamadas no fueron respondidas, los mensajes fueron ignorados. Esta vez fue Romário quien se sintió agraviado. Stoichkov y su familia se suponía que iban a viajar a Brasil después del torneo para el bautizo de Romarinho, antes de irse de vacaciones juntos. Los hoteles y vuelos estaban reservados. Pero la selección de Bulgaria fue llamada a una recepción con el presidente Jelei Jelev y Stoichkov no pudo ir a Brasil.

Cuando finalmente, dos semanas tarde, Romario apareció en Barcelona, todo había cambiado. “Entrenaba solo y apenas hablábamos,” dice Stoichkov. “Luego tuvimos otra discusión porque no me gustaban sus amigos en absoluto. Traté de separarlo de ellos pero fracasé. Nunca fue lo mismo otra vez.” Exceptuando el partido contra el United, el búlgaro tenía razón: esa temporada Romário anotó solo cuatro goles antes de irse. Stoichkov solo consiguió nueve. El Barcelona terminó cuarto. “Romário nunca regresó después del Mundial. Su cuerpo estaba allí, pero su mente seguía en Río,” dice Stoichkov. “Algunos bromeaban que el hombre en Barcelona era un doble, sus actuaciones eran tan malas.”

 

 

El Manchester United, la víctima perfecta que escenificó el adiós

Había sido bueno, muy, muy bueno, mientras duró, pero todo había terminado para aquella dupla. Únicamente quedaba tiempo para un último baile para recordar los viejos tiempos; un momento de gloria que, bajo la apariencia perfecta, era un triste lamento por lo que podría haber sido. Una actuación virtuosa, como en los viejos tiempos. Una actuación tan buena que incluso Alex Ferguson no pudo quejarse. El 2 de noviembre de 1994, el Manchester United fue desmantelado por el FC Barcelona en una actuación memorable. “Nos han masacrado de verdad”, admitió Alex Ferguson. Romário y Hristo Stoichkov fueron los artistas de aquella noche de fútbol, que tuvo repercusión un mes después en el galardón de Futbolista Europeo del Año, que fue a las manos del búlgaro. El brasileño anotó uno y Stoichkov dos, siendo el segundo su gol número 100 para el club. “Simplemente, no pudimos manejar la velocidad de Stoichkov y Romario”, reconoció Ferguson. “La rapidez con la que atacaban era una experiencia nueva”.

El United no tenía respuesta ante la habilidad, la velocidad y la imaginación de Stoichkov y Romário, a veces moviéndose a través de su defensa con una facilidad tan descarada como embarazosa. Aquella noche, el Barcelona, a su manera, se vengó de lo que les pasó en Atenas tan solo 6 meses antes. Sin embargo, después de esa temporada gloriosa, todo comenzó a desmoronarse. Romário, siempre inquieto y con ansias de regresar a su Brasil natal, dejó el club en enero de 1995 para unirse al Flamengo. Stoichkov, por su parte, tuvo una relación cada vez más tensa con Cruyff y finalmente se fue al Parma llegado el verano de 1995.

 

 

La era de Romario y Stoichkov en el Barcelona fue corta pero inolvidable. En tan solo un año y medio, lograron dejar una marca indeleble en la historia del club y en los corazones de los aficionados. Sus goles, su talento y su pasión fueron legendarios, pero también lo fueron sus conflictos y personalidades volcánicas. Al final, fue un testimonio de lo que podría haber sido y una lección sobre la naturaleza efímera del éxito en el fútbol.

Hoy, los aficionados del Barcelona recuerdan a Romario y Stoichkov no solo por los títulos que ganaron juntos, sino también por la intensidad y la emoción que trajeron al Camp Nou.

«Romário como persona era «pa amb tomàquet». Bailando, descansado, cansado… siempre, el cabrón. Mejor jugador en el área no va a nacer en muchos años. Era el mejor del mundo, con él explotamos, éramos dos delanteros, pero la gente no debe confundirse: ninguno era mejor que el otro. Formamos la dupla más terrible del fútbol español y mundial, pero sin el entrenador, compañeros, masajistas, fisios, doctores, público, presidente, hubiera sido imposible. Todavía mantenemos la amistad. Soy padrino de su hijo. Nació en mis manos porque él estaba con la selección. Yo creo que el mejor fútbol del Dream Team lo jugamos con él. Es que teníamos un equipazo del medio del campo hacia delante. Y para atrás: Sergi, el Chapi, Nadal, Juan Carlos, Koeman… Fuimos nuestro único rival. Si nosotros jugábamos bien, ¿quién era capaz de ganarnos? Perdimos algunos partidos porque, como decía Johan, éramos comodines. La camiseta hay que sudarla. En algunos partidos nos relajábamos y decíamos: ‘Bah, hoy ganamos dos a cero y pa casa’. Pero no era tan fácil», recuerda Hristo Stoichkov con lágrimas en sus ojos.