Florin Valeriu Răducioiu y el RCD Espanyol protagonizaron, en dos etapas, una de las historias breves más intensas que nunca se han visto en LaLiga. El exinternacional rumano aterrizó en la ciudad de Barcelona, tras la vuelta del club a Primera División, el verano de 1994, como integrante de la plantilla campeona de Europa del AC Milan que arrolló al FC Barcelona en Atenas, y titular indiscutible de la mejor generación de futbolistas rumanos de la historia.
Además, es junto al danés Christian Poulsen el único futbolista que pueden presumir de haber participado y marcado en las cinco grandes ligas de Europa:Italia, España, Inglaterra, Alemania y Francia.
Florin era un jugador letal en el mano a mano ante los porteros, con una punta de velocidad privilegiada, pero su rendimiento fue irregular y espectacular a partes iguales, siempre marcado por las lesiones y las molestias. Será siempre recordado por la afición perica por sus dos goles en el último derby disputado en Sarrià ante el FC Barcelona que acabó 2-0, y por su dupla con Jordi Lardín.
“Han pasado muchos años, pero ciertamente no sabía mucho del RCD Espanyol. Pero me dio muchísimo, los esfuerzos de Francesc Perelló para ficharme, la afición me demostró un gran cariño, la atmósfera de Sarrià era única… No me arrepiento de haber ido, tengo unos recuerdos imborrables. Pude haber marcado más goles, la segunda temporada tuve problemas físicos y hubo problemas con Camacho, sin embargo, el RCD Espanyol quedará siempre en mi corazón. Hice amigos fantásticos como Pochettino, la familia Lara… tengo unos grandes recuerdos”, insiste el delantero recordando su paso por el club barcelonés.
En la selección absoluta de Rumanía coincidió con la generación de oro liderada por Gica Hagi, y fue internacional en 40 ocasiones anotando 21 goles. Disputó los Mundiales de Italia 90 y USA 94, y la Eurocopa de Inglaterra 96.
Un fichaje estrella
Posiblemente, el mayor éxito de su carrera profesional fue coronarse como máximo goleador de los grupos UEFA para el Mundial de Estados Unidos de 94, con nueve goles, superando a Cantona, Roberto Baggio, Bergkamp, Stoichkov o Aldridge.
Tampoco hay que olvidar que de manera indirecta dio una gran alegría a los periquitos al formar parte de aquella plantilla que ganó una final de la Copa de Europa al Barça en Atenas. “Estuve en la tribuna porque Fabio Capello eligió otras opciones. Teníamos miedo del Barcelona por las bajas en defensa, fue un partido increíble, fue todo perfecto. Cruyff había dicho el día antes que iban a ganar la final, aquel fue su gran error”. Su paso por Milano se redujo a una sola temporada, la 1993-1994, y solamente jugó siete partidos. Pero en ellos le dio tiempo a proclamarse campeón de Europa y a anotar el gol 300 de los rossoneri en competiciones europeas.
Cansado del constante ostracismo por la falta de confianza de Fabio Capello, firmó por el RCD Espanyol una vez acabado el Mundial de 1994, y en Sarrià sí que gozó de partidos y rindió a un gran nivel, anotando 14 goles en 46 partidos, hasta que en 1996 se fue al West Ham londinense. En Inglaterra nunca encontró su mejor nivel y durante el mercado de enero de 1996 pidió volver a Barcelona para ayudar a su querido RCD Espanyol y en 13 partidos anota 4 goles más. Sus problemas con Camacho le incomodaron hasta el punto que decidió probar suerte en la Bundesliga con el Stuttgart.