El Castilla, filial del Real Madrid, se proclamó subcampeón de la Copa del Rey de Fútbol 1979-1980 ante el primer equipo, y llegó a disputar la Recopa de Europa la temporada siguiente pese a estar jugando en Segunda División A. Esta proeza inédita en el fútbol español tiene un valor incalculable teniendo en cuenta que actualmente es imposible que vuelva a ser posible debido la reglamentación vigente.
Aquella milagrosa gesta realizada por un equipo instalado en Segunda División A durante todo el decenio, supuso la cuarta vez que un equipo que no era de Primera División llegara a la final de la Copa del Rey. Y lo hizo tras eliminar a cuatro Primeras: Hércules, Athletic, Real Sociedad y Sporting. Incluyendo cuando era la de la República y la del Generalísimo únicamente el Betis en el 31, el Sabadell en el 35 y el Racing de Ferrol en el 39 lo lograron previamente.
El Castilla ascendió a Segunda División A la temporada 1977-1978 con Santisteban y permaneció toda la década en la división de plata con estos entrenadores: Juanjo (79-81), Santisteban (81-82 y 84-87), Amancio (82-84) y Del Bosque (87-90), que se inició en los banquillos dirigiendo al filial madridista.
Es necesario remarcar que en la 81-82, con Santisteban de nuevo en el banquillo, supuso la aparición de nuevas promesas: Butragueño, Míchel, Fraile… Un Castilla que rompió en la 83-84, con Amancio, cuando se proclamó campeón de Segunda con la Quinta del Buitre. Un filial que enamoraba y que llegó a meter en el Bernabéu a más de 80.000 personas.
Santisteban y Del Bosque fueron los técnicos en la segunda mitad de la década y el Castilla siguió siendo buen vivero para el primer equipo (Solana, Julio Llorente, Aldana, Aragón, Maqueda…) y el resto de Primera (Caminero, César Gómez, Mel…).
West Ham, el primer y último rival europeo del Castilla
No era la Recopa una competición menor, ni mucho menos. En aquella edición de la temporada 1980-1981, además del Castilla, en aquel torneo compitieron el Valencia (como vigente campeón), el Benfica, la Roma, el Feyenoord, el Celtic, el Mónaco… y el West Ham, que fue quien correspondió en suerte al filial madridista en la primera eliminatoria.
En la ida, jugada el 17 de septiembre de 1980, el Castilla vapuleó al equipo inglés por 3-1, ante 40.000 espectadores que se congregaron en el Santiago Bernabéu con goles de Paco, Balín y Cidón. Durante el partido, hinchas ingleses provocaron desórdenes en el estadio (algunos orinaron desde el primer anfiteatro hacia preferencia) y la UEFA decidió que la vuelta se jugaría a puerta cerrada.
A pesar de que los pronósticos eran totalmente favorables, el sueño del Castilla quedó roto en Londres en el extraño partido disputado en Upton Park a puerta cerrada. La vuelta se jugó el 1 de octubre de 1980 en Boleyn Ground. Acudieron 262 espectadores al recinto, con capacidad para 36.000, la asistencia más baja de la historia a un partido del West Ham como local. Hasta pocas horas antes del partido, la UEFA no concedió permiso a la BBC para poder retransmitir por radio la segunda parte del encuentro, y no permitió a ninguna televisión ofrecerlo en directo. «Puerta cerrada es que nadie lo pueda seguir en directo», dijo el máximo organismo europeo. Eran otros tiempos. El West Ham, muy superior en la primera parte, llegó al descanso con tres goles de ventaja gracias sobre todo a los nervios del Castilla. En la segunda parte, la casta del filial madridista le sirvió para igualar de nuevo la eliminatoria. En la prórroga, de nuevo los nervios y cierta falta de suerte determinaron su eliminación. Comenzó el partido con una sensación extraña por parte de todos. La ausencia de público convirtió este encuentro en una especie de obra de teatro sin espectadores, en un «ensayo general con todo». Retumbaban los balonazos, se podían escuchar perfectamente las instrucciones de los entrenadores y en las gradas no había más que recogepelotas y los fotógrafos de prensa.
Salió el Castilla con tres hombres de punta para prevenir las posibles subidas de los laterales ingleses y para evitar el verse muy encerrado atrás. Pero desde el principio se pudo apreciar un defecto muy grave: la falta de serenidad en el centro del campo. El defecto del West Ham era la flojedad de su defensa, y cuando de vez en vez el Castilla llegaba al área, creaba con poco esfuerzo una situación de peligro. Pero no tuvo suerte ante el marco, y un potentísimo disparo de Sánchez Lorenzo resultó poco colocado y lo pudo detener el meta inglés sin demasiados apuros. No mucho después, de esta jugada, una gran colada de Holland, con pase atrás, fue rematada espectacularmente por Pike con un durísimo disparo raso que valió el primer gol. A partir de entonces el Castilla se puso aún mucho más nervioso, desde su portero, Miguel, fallón por alto, hasta el extremo izquierdo Cidón. Solamente los hermanos Paco y Balín mantuvieron un buen tono. No fue extraño que el West Ham anotara dos goles más antes del descanso.
El Castilla salió con otra cara en la segunda mitad. Quedó fuera Cidón, pasó Álvarez al puesto de extremo izquierdo y entró Blanco en la media, sobre Devonshire. El juego del Castilla en la primera fase de la continuación fue soberbio. Desaparecieron los nervios, la media empezó a mover bien el balón, y los tres hombres:punta, en especial Balín, hicieron jugadas de enorme peligro y brillantez.
Con el tanto, la eliminatoria quedaba igualada y el partido entró en fase agónica. Se jugaba en las dos puertas, con ocasiones de peligro en ambas, y el gol podía caer en cualquier lado. Pero no hubo ningún tanto ni en una ni en otra puerta, y se llegó a la prórroga, en la que el Castilla acusó la lesión de Paco en un tobillo. Perdió otra vez su confianza y se echó demasiado atrás. Un perfecto centro de Broking dio lugar al temido cabezazo de Cross en el minuto 102, y el West Ham volvió a ponerse por delante. En la segunda mitad de la prórroga, ya sin Paco, al que sustituyó Ramírez, el Castilla hizo un hermoso esfuerzo ofensivo, descubriéndose en ocasiones ante los contraataques del West Ham. En uno de ellos, en el último minuto, llegó el quinto tanto inglés, que remachaba la eliminatoria.
Martín Agudo