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Jorge Alberto «El Mágico» González en el Cádiz Club de Fútbol

 

Jorge Alberto «El Mágico» González y el Cádiz Club de Fútbol, protagonizaron una compleja historia de pasión y desengaño, única e imposible de repetir. Con 219 partidos y 74 goles, el salvadoreño se convirtió en el jugador más querido en los más de 110 años de historia del club gaditano.

Su particularísimo estilo dentro y fuera del campo le dieron ese aire de genio extravagante, un inventor, fabricante de jugadas imposibles que dejaron un recuerdo imborrable y una increíble lista de polémicas extradeportivas. Diego Armando Maradona se atrevió a definirlo en televisión como el mejor futbolista de la historia, «hubo otro jugador tan o más grande que Pelé y que yo: Jorge González. Es el mejor porque yo vengo del planeta Tierra y él de otra galaxia».

 

 

Genio y figura en una entrevista de 1990, Jorge Alberto González Barillas (por aquel entonces aún no había sido bautizado por la prensa gaditana como «El Mágico») admitió que le gustaba divertirse, porque eso le permitía “mantener las responsabilidades en condiciones”. Ante la consulta del periodista sobre si era “dormilón”, respondía: “Me encanta. Es lógico que nos guste dormir ocho horas”. No obstante, negó haberse quedado dormido en el entretiempo de un partido de verano ante Atlético de Madrid, como así se rumoreaba.

“El que a mí me diga que en un masaje no cierra sus ojos para reflexionar, meditar, saber que lo que tiene que hacer en el campo… Es lógico y normal». Otra gran frase que dejó para el recuerdo y que resumía su voracidad por trasnochar fue “al ratón le gusta el queso. No me acostumbro a la diferencia horaria entre El Salvador y España”.

 

 

Renunciando al encanto y el lujo de París para jugar en la Tacita de Plata en Segunda División A

Tras clasificar a la selección de El Salvador para el Mundial de 1982 con actuaciones tan espectaculares como su gol en el partido clave ante México, después de driblar a cinco contrarios, Jorge Alberto «El Mágico» González empezó a llamar la atención del panorama futbolístico. Sus grandes actuaciones en el Club Deportivo FAS, con el que había conquistado dos ligas salvadoreñas y una Copa de Campeones de la Concacaf a sus 24 años, le sirvieron para llegar a España en plena forma para la cita mundialista, donde pudo dejar destellos de su clase. Pese a perder los tres partidos de la fase de grupos y recibir 15 goles en contra (10-1 contra Hungría), Jorge Alberto fue incluido en el once ideal de la FIFA de aquel Mundial.

Atlético de Madrid, Cádiz CF, Aurora FC, Comunicaciones, Los Ángeles Aztecs, Universitario de Deportes y el PSG (que se fijó por primera vez en él tras un partido amistoso de preparación para España 82 contra El Salvador), llamaron a su puerta. Los dos clubes que más lejos llegaron en las negociaciones fueron los franceses y los gaditanos, que por aquel entonces militaban en la Segunda División A.

Cuándo parecía que el encanto de París había resultado decisivo para convencer al jugador, este aduciendo que era demasiado compromiso, decidió simplemente no presentarse a la firma del contrato, y cogió ante todo pronóstico un avión dirección al Aeropuerto de Jerez para firmar por el Cádiz.

«Sé que soy un irresponsable y un mal profesional, y que puede que esté desaprovechando la oportunidad de mi vida, lo sé, pero tengo una tontería en el coco: no me gusta tomarme el fútbol como un trabajo. Si lo hiciera no sería yo. Solamente juego para divertirme», esta fue su explicación para argumentar su huida de París para poner rumbo a la Segunda División A española.

Al final ganó la puja el equipo andaluz de la mano de su secretario técnico, Camilo Liz, que supo manejarse perfectamente en el apartado personal para seducir al jugador más allá de las cifras de su traspaso. El fichaje se fijó en 7 millones de pesetas para el primer año y, en caso de querer retenerlo, se deberían abonar 13 millones más al siguiente año. El total pagado al FAS fue el equivalente a 1,300,000 de dólares, de los cuales el jugador apenas recibió 60,000. El jugador firmaba así un contrato que lo ligaba al club andaluz hasta el final de la temporada 1985-1986.

Lo que muchos no saben es que el jugador salvadoreño ni mucho menos llegó como una gran estrella, e inclusive su primera temporada en España pasó prácticamente desapercibida, desgraciadamente, para el gran público.

 

 

El ascenso a Primera División

Su primer partido en España, a las órdenes del técnico serbio Dragoljub Milošević, fue un amistoso contra el Trebujena CF de la regional andaluza, mientras que su debut en competición oficial tuvo lugar un histórico 5 de septiembre, que se saldó con un empate (1-1) en casa ante el Real Murcia. «El Mágico» González no defraudó y marcó su primer gol para el equipo.

 

Primera imagen de «El Mágico» González defendiendo la camiseta del Cádiz CF en la revista Don Balón (número 361). Por aquel entonces, como bien dice la revista, el jugador era un desconocido para el gran público español.

 

En la Tacita de Plata el atacante encontró una ciudad que encajaba con su personalidad, a la vez que tranquila y sencilla, un clima amable y sus hermosas gentes y playas. Quizás por ello no hizo caso a los cantos de sirena que llegaron tras el ascenso a Primera División: París Saint Germain y Fiorentina lo intentaron todo. “Mi traspaso sería beneficioso para el club y para mí. Pero el problema es el idioma, allí no conozco a nadie y me gusta mucho Cádiz. No soy un golfo, pero sí un cara y poco profesional. A veces merecí ser apartado del equipo, pero fueron pacientes conmigo”.

Justo aquel verano de 1984 fue invitado por el FC Barcelona, a petición de Diego Armando Maradona, para formar parte del equipo en una breve gira por Estados Unidos. A las órdenes de César Luis Menotti, coincidió en el equipo blaugrana con su amigo Diego. Evidentemente, el experimento acabó mal y el Barça nunca se llegó a plantear su fichaje, aunque verlos juntos sobre el terreno de juego formando tándem en la zona ofensiva fue un verdadero privilegio.

 

 

Pero no todo fue alegría entre la ciudad gaditana y el mago hondureño, ya que este empezó a hacer saltar las alarmas dando muestras de imprevisible comportamiento. Sus excéntricas y alocadas polémicas, que llegaron a su clímax la temporada 1984-1985, incluían todo tipo de elementos para crear un cóctel nocivo para un futbolista de su talla: vida nocturna, fiestas hasta la madrugada, malas amistades y bajo rendimiento en los entrenamientos. Pecados que la afición siempre le perdonó, por su carisma, humildad y haber sido el gran artífice del retorno a la Primera División, tras conseguir la segunda plaza que daba acceso directo.

 

 

“Fumaba y bebía, pero yo no me metía en su vida. Era un infeliz, un incauto, sin embargo, también una buena persona, nunca alzaba la voz. Lo que pasa es que de 30 días que tenía el mes se entrenaba 15. De repente, se pasaba ocho días sin pasarse por los entrenamientos. Cuando llegaba, le preguntaba dónde se había metido. Me decía que había tenido muchas cosas que hacer y que no podía entrenarse”, aclara David Vidal, quien dirigió al internacional salvadoreño desde 1982 a 1990 (con el paréntesis de la marcha del jugador al Real Valladolid y su posterior año de inactividad), tres años como primer entrenador del Cádiz y cinco como segundo.

“Al año de su llegada logramos el ascenso. Su técnica era impresionante, así como su regate y su disparo. Posteriormente en Primera recuerdo goles suyos memorables al FC Barcelona, al Racing de Santander, al Valencia, pero no se cuidaba, lo íbamos a buscar y se escondía. Llevaba dos años sin ver a sus padres y nos los trajimos desde El Salvador pensando que estabilizaría su situación. Pasaron dos semanas y le dije que por qué no iba a verlos. Me contestó que no tenía tiempo. Ese día casi le meto mano”, confiesa Vidal.

 

 

El esperado debut del jugador salvadoreño en la Primera División de España, donde llegaría a medirse al FC Barcelona de su compañero Diego Armando Maradona, no apaciguó la situación. El contraste generado entre sus grandes actuaciones y bellos (y a veces imposibles) goles, como el que conquistó el Trofeo Carranza de 1983, o los que hizo ante Madrid y Barcelona, con su indisciplina, era realmente agotador para el día a día del club. La situación era una olla a presión que en cualquier momento tenía que explotar, hasta el punto que el club mandaba, todas las mañanas, un empleado del Cádiz para despertarlo y obligarlo a ir a entrenarse después de sus continuas juergas nocturnas. “Después de no entrenarse en toda la semana, se presentó el sábado y yo ya tenía el equipo hecho. Por supuesto, no lo convoqué. Me esperó tras el entrenamiento. Me dijo que no tenía ni idea de fútbol y para demostrarlo se sacó un paquete de Winston y le dio como 15 pataditas sin dejarlo caer al suelo. ‘Ahí te quedas’, me dijo, y se fue. ¡Qué podía hacer yo! Era un ídolo para la afición. Siempre llevaba mucho dinero en los bolsillos. Llegaba un crío y le daba 500 pesetas. Invitaba en los bares. Yo le decía que tenía que cuidar más el dinero y que debía pensar en el futuro. Me respondía que no me preocupara porque tenía ya reflexionado qué iba a hacer al abandonar el fútbol: sería conductor de autobuses en San Salvador. Y lo decía muy en serio. Era talento puro, con una técnica depurada, pero el fútbol también es estrategia, técnica, preparación física. Él solo quería jugar en ataque, regatear y tirar a gol”, asegura el extécnico David Vidal.

 

 

Por una parte, el club lo multaba y no lo alineaba como titular como castigo por su nula profesionalidad, y por la otra la gente empezaba a exigir a la directiva y cuerpo técnico la presencia del salvadoreño en la cancha «¡Gallego, saca al Mágico!». Era una situación insostenible, los entrenamientos se llenaban una y otra vez de miles de seguidores pidiendo la titularidad del jugador. Con este panorama de inestabilidad permanente, y llegando al clímax tras su ausencia durante un entrenamiento matutino a principios de 1985, el conjunto andaluz le daría salida tras dos temporadas y media, en las que había sumado 35 goles en 85 partidos. «Mi obsesión siempre fue pasarlo bien. Quise ser feliz sin pisotear a nadie», confiesa el jugador.

El considerado mejor presidente de la historia del Cádiz (1978-1992), Manuel Irigoyen, finalmente tomó cartas en el asunto, cediéndolo de forma impopular al Real Valladolid en el mercado de invierno de la temporada 1984-1985. Tan tensa era la relación entre presidente y jugador que la operación estuvo a punto de estropearse por no llegar entre ellos a un acuerdo económico. De los ocho millones de pesetas que pagaban los castellanos, el jugador quería tres, además de su total libertad tras la cesión. El presidente del Cádiz, enfadado, se levantó de la mesa y dio por cancelado el fichaje. Solamente el hecho de que perdiera su vuelo nocturno a Sevilla le hizo volver a retomar las negociaciones. Gonzalo Alonso, presidente del club vallisoletano en aquellos años, declaró que lo consideraba, después de Diego Armando Maradona, el mejor jugador del mundo e hizo todo lo posible para hacerse con sus servicios. Finalmente, el conjunto vallisoletano pagó cinco millones y medio de pesetas con una opción de compra por valor de cien millones de pesetas, que nunca llegó a activar.

 

 

El mago salvadoreño llegó en muy baja forma, ya que venía de jugar tan solo dos partidos íntegros durante la primera vuelta. Tampoco le fue mejor en Valladolid, donde solamente jugó 10 partidos en cuatro meses, marcando tres goles y nunca fue dos días seguidos a los entrenamientos. Y eso que el conjunto castellano le puso un psicólogo, un acupuntor y un asistente personal que se llevó desde Cádiz. Ni este conseguía despertarle para ir a entrenar, y el jugador siempre achacó la situación al jet lag mal curado de sus primeros días en España. Encima, al marcharse, dejó un Ford Escort rojo al dueño de un garito como pago por las deudas acumuladas, y meses después, se supo que el coche era del presidente Irigoyen. Cuando este se presentó en la ciudad para llevárselo entró en cólera.

Finalizada la cesión, el jugador expresó a la prensa gaditana su deseo de volver de cara a la temporada 1985-1986 a la disciplina del Cádiz CF para cumplir su último año de contrato y convencer a Paquito, su nuevo entrenador. Pero la realidad fue totalmente distinta, el jugador no aparecía por la ciudad, mientras que los días iban pasando y la pretemporada se acercaba. Ante esa inquietud, el club decidió el fichaje del chileno Arica Hurtado y del brasileño Pintinho para cubrir las dos preceptivas plazas de extranjeros. Poco después, el club recibió la llamada de Mauricio, hermano de Jorge Alberto, con la intención de conocer la situación. Pero ya era tarde, las plazas estaban cubiertas y no había vuelta atrás. La incorporación estaba descartada para esa temporada, aunque el club mantuvo contactos con el jugador para suavizar la situación. «El Mágico» González pasó la temporada prácticamente inactivo, a excepción de dos partidos con El Salvador, descansado.

 

El retorno tras «el castigo»

El Cádiz CF estaba realmente preocupado con el rendimiento de sus dos últimos fichajes extranjeros y a petición de Manolo Cardo, nuevo entrenador para la temporada 1986-1987 se marcó el objetivo de recuperar al salvadoreño a toda costa. Manuel Irigoyen, presidente del club, viajó personalmente a El Salvador, firmó la paz con él y consiguió la reincorporación del astro salvadoreño por tres temporadas. A su vuelta, fueron diez mil personas quienes acudieron a su primer entrenamiento e incluso fue llevado a hombros hasta el vestuario local. El jugador afirmó ante la prensa que su paso por el Real Valladolid «fue tan solo un castigo del presidente».

El contrato que firmó era realmente peculiar: 700 dólares por partido jugado. El club se guardaba así las espaldas ante sus conocidas salidas nocturnas y poca profesionalidad. En aquella segunda etapa acabó sumando 136 partidos y 40 goles, poniendo punto final la temporada 1990-1991, en la que tan solamente disputó 5 encuentros.

 

 

¿Su mejor gol?

El 26 de noviembre de 1983 el Cádiz Club de Fútbol recibía al FC Barcelona en el antiguo Ramón de Carranza. Los gaditanos estaban disputando su tercera temporada en Primera división y por primera vez buscaban la permanencia en la máxima categoría del fútbol español. El encuentro llegaba en la decimotercera jornada del campeonato doméstico, y el partido no defraudó.

Migueli, Quini, Víctor Muñoz o «El Lobo» Carrasco, entrenados por el técnico campeón del mundo con Argentina César Luis Menotti, fueron testimonios de uno de los mejores goles de «El Mágico» González con la camiseta del Cádiz CF. Un tanto en el que el salvadoreño regateaba a varios defensores del Barça, como si fueran juveniles inexpertos, y tras ingresar dentro del área, batía facilmente a Urruti para adelantar al conjunto local en el minuto 22 de partido. Sin embargo, el Cádiz sería incapaz de llevarse aquel día los tres puntos porque Alexanco igualaba el partido en el minuto 40.

«Aquel gol me recuerda a algo muy importante, la familia. En esa ocasión tenía a mis padres veinte días en Cádiz, y yo se lo achaco a ello, yo ese partido se lo achaco a que me sentía más completo. Ese gol me recuerda a mis padres”. A pesar de aquel gol antológico y sus mágicas actuaciones, la temporada no tendría el final esperado para el submarino amarillo y no lograría la permanencia en Primera división y descendería a la categoría de plata del fútbol español.

Tres técnicos tuvo el Cádiz Club de Fútbol esa temporada: Milosevic, Luis Escarti y Benito Joanet, y aun así, el equipo no fue capa de lograr la salvación. En dicha temporada, el conjunto gaditano sería capaz de vencer al Atlético de Madrid (3-1), empatar en Mestalla ante el Valencia (1-1), plantarle cara al Madrid en casa (2-3), pero bajaría a Segunda división.

 

 

Su marcha con grave polémica

Tras un intento del Atalanta italiano por ficharlo, Jorge González decidió permanecer en el club español hasta el 6 de junio de 1991,​ retirándose tras un año donde apenas jugó, deprimido por el suceso de julio de 1989. María del Carmen Coca, una joven gaditana de 22 años, lo denunció por intento de violación; el jugador se defendió y acabó saliendo bien librado judicialmente mediante una ridícula indemnización de tan solo 4.000 pesetas, aunque no volvió a entrenar y a jugar en las mismas condiciones.

En 1991 volvió a El Salvador para fichar por el Club Deportivo FAS, donde militó hasta su retiro en 2000. En ese año, fue convocado por última vez a la selección nacional. Un 6 de junio de 1991 abandonó Cádiz por la puerta de atrás, regresando a su país para volver a las filas del FAS, donde estuvo jugando hasta 1999, y hasta tuvo una posterior vuelta en 2002 con el San Salvador Fútbol Club. El partido de su adiós fue con El Salvador ante la selección de Brasil, en el que jugó los últimos 23 minutos, aunque no pudo evitar la goleada que sufrió su equipo. Pero eso era lo de menos, colgaba definitivamente las botas un jugador irrepetible en todos los sentidos.