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Luis Suárez, la historia del Balón de Oro español

 

Luis Suárez Miramontes inició su andadura en el fútbol a principios de los años 50, convirtiéndose pocos años después en el primer jugador nacido en España en conseguir el Balón de Oro (Di Stéfano logró dos como español, pero nacionalizado). “Tiene la autoridad de un duque, la precisión de un geómetra y la belleza de un apolo”, publicó ‘France Football’ en su ejemplar de mediados de diciembre de 1960, en el que proclamó a Luis Suárez como el mejor futbolista del mundo.

Tales fueron sus logros en el FC Barcelona, Inter de Milán y la selección española que a día de hoy todavía se antojan inalcanzables para muchos de los mejores futbolistas del planeta. “Si no sabes qué hacer, dale el balón a Suárez”, fue la célebre frase que la prensa italiana le regalaría para recordarlo de forma eterna.

 

 

Sus orígenes en A Coruña

Si hay un barrio popular en A Coruña, este es Monte Alto, situado en una zona privilegiada de la ciudad, con el mar rodeando el promontorio en el que se instala. Allí nació Luis Suárez, concretamente en el número 20 de la avenida Hércules, en plena primavera coruñesa, un dos de mayo de 1935, en una familia humilde dedicada al negocio familiar, una carnicería.

Su curiosidad por el fútbol llegó temprano, el pequeño pasaba mucho tiempo rodeado de otros niños con un balón de por mediom hasta que un buen día un párroco del lugar decidió crear un equipo de fútbol, y así nació el primer equipo federado en el que se formaría Luis Suárez hasta los 14 años, el Perseverancia Acción Católica de Santo Tomás.

 

 

Sus destacadas actuaciones conseguirían llamar la atención del Real Club Deportivo de la Coruña, que le invitó a pasar a formar parte de su equipo cadete, bajo las órdenes de Alejandro Scopelli. Su imparable evolución provocó que empezara a entrenar con el primer equipo, dejando atrás el Fabril (segundo equipo del Depor).

 

 

La corta estancia en el equipo de su ciudad, solo 17 partidos, no fue fácil. Una desmesurada exigencia y un choque entre su juego elegante y el estilo aguerrido que predominaba en Riazor, alteraban al público e, incluso, al propio presidente. Pero tuvo la oportunidad de convivir con las estrellas del momento: Pahíño, Juan Acuña, Zubieta, Arsenio Iglesias, Dagoberto Moll, Lechuga, Mangriñán, Tito Blanco, Collado o Irusqueta, quienes bajo la batuta de Iturraspe en el banquillo, trataban de llevar al Deportivo a cotas más elevadas. Finalmente, en la jornada 12 de la 1953-1954, un 6 de diciembre, debutaría en Les Corts ante el FC Barcelona. «Cuando debuté creía estar tocando el cielo, era tremendo a esa edad empezar en el campo del Barcelona. Luego llegaron otras cosas en mi carrera pero mi sueño era ese, llegar al Deportivo y debutar…»

 

 

El Barça ganó por 6-1. Ya en el descanso, con 3 a 1 en el marcador, Kubala entró al vestuario y dijo: “urgentísimo fichar al número 10, este joven, el 10”. Dicho y hecho. ¿Mandaban los jugadores? El Barça negoció por el uruguayo Dagoberto Moll, estrella del Deportivo y, de propina, se llevó al bueno y al que quería: Suárez. Coste total de una operación redonda: 625.000 pesetas por ambos.

 

 

El salto al FC Barcelona

Así pues, el verano de 1954 y bajo las órdenes del entrenador Sandro Puppo fue traspasado al FC Barcelona, donde permanecería durante siete temporadas en las que conquistó seis títulos: dos Ligas Españolas, dos Copas de España y dos Copas de Ferias, así como el Balón de Oro de 1960, imponiéndose en la votación a Ferenk Puskás.

 

 

Con el técnico italiano, promotor de la defensa en zona y de las ayudas defensivas inherentes a esta, Luis Suárez entendería la labor del centrocampista integral. En su segunda temporada, sería entrenado por el ex portero Ferenc Platko, quien percibe a un Suárez con un físico escaso para las exigencias deportivas que él estimaba debía acometer. Como consecuencia de dicha percepción instala en el vestuario del equipo azulgrana un saco de boxeo para que Luisito se ejercite y desarrolle la fuerza. La personalidad del de Monte Alto apareció de inmediato, replicando con su deje gallego característico que él había ido a Barcelona a jugar al fútbol y no a practicar boxeo. El saco de boxeo desapareció del vestuario azulgrana de inmediato.

 

 

El equipo se empieza a cohesionar y tras el paso en el siguiente ejercicio de Domingo Balmanya por el banquillo, llega a la ciudad condal el gran dinamizador del juego culé, Helenio Herrera. A partir del ejercicio 1957-58, el FC Barcelona inicia una época de triunfos, rompiendo con la hegemonía incontestable de un Real Madrid liderado por Alfredo Di Stéfano. En la etapa exitosa de Helenio Herrera, desde 1957 a 1960, el papel de Luisito en el equipo tomó un cariz más relevante desde el punto de vista ofensivo. Su posición se adelantó ligeramente y su protagonismo en la dinámica general del grupo se benefició de su nueva ubicación en el terreno de juego. Luis conectaba perfectamente sobre el terreno de juego con Kubala, Kocsis y Evaristo, aunque no con la afición ni con el apoyo total del vestuario, y se rumorea que el jugador le dijo al presidente Julià de Campany: “ustedes no me traspasaron, me traspasó el público”.

 

 

La verdad es que Luis fue siempre un asistente de lujo para Kubala, pero el éxito del español comenzaba a crear cierta rivalidad con el húngaro. Por este motivo, el Camp Nou no tardaría en pitar al «Arquitecto» para mostrar su predilección por su estrella. Finalmente, la afición azulgrana recapacitó y volvió a apoyar a Luis Suárez durante sus últimos años en el club, pero el distanciamiento entre ambos jugadores acabó jugando un gran papel.

 

 

Mientras el húngaro iba a menos, el joven Luis Suárez era premiado con un Balón de Oro, una situación que llegó al extremo en Les Corts, cuándo Laszi se le acercó a medio partido y le dijo “no te creas un as todavía, que aún te falta mucho”. Así lo recuerda el propio Balón de Oro Español: «yo llegué al Barça con 18 años procedente del Deportivo. Entonces Kubala no jugaba porque estaba lesionado de ligamentos. Helenio Herrera, que era el entrenador, me dio mucha confianza y me ponía siempre. Era muy joven e iba para arriba. La gente empezó a tomarla conmigo, pero no jugaba en el puesto de Kubala. No era Kubala o yo, al menos eso entendía. Hubo un tiempo, cuando él se recuperó, que él solamente jugaba fuera y yo lo hacía dentro y fuera y eso molestaba a la gente. Estaba claro que Laszi allí era el rey, todos eran de Kubala, como de Di Stéfano en el Madrid, pero si cuando se recuperó Herrera no le ponía, no era por mi culpa. Los dos cabíamos en el mismo equipo. Allí comenzaron los silbidos».

 

 

El último ejercicio de HH en el FC Barcelona supuso la explosión definitiva de Luis Suárez a título individual, a pesar de la decepción de Berna, jugando a un nivel de incidencia colectivo magnífico. Ese ejercicio la revista francesa France Football le otorgaba el premio al mejor jugador de Europa, sustituyendo en el máximo reconocimiento continental al mito, Alfredo Di Stéfano. Se convertía en el primer jugador y hasta ahora único, nacido en suelo español galardonado con tal consideración.

 

 

Rumbo a la Serie A

En 1961 se marchó el Inter, convirtiéndose en uno de los primeros futbolistas españoles de la Serie A, y el traspaso más caro de la historia del fútbol hasta la fecha, 204.000 euros actuales. Helenio Herrera, bajo la tutela de Ángelo Moratti, el máximo responsable de la regencia del equipo italiano y con el asesoramiento del abogado y vicepresidente del club neriazzurri, Giuseppe “Peppino” Prisco, consiguió su objetivo número 1.

Moratti, como cabeza visible de un proyecto ambicioso, y Prisco, como su lugarteniente y persona de confianza, habían contratado en 1960 a Helenio Herrera con el convencimiento de que los llevaría a las posiciones de privilegio del Calcio italiano.

 

 

«El Mago» vivió su primera temporada en el cuadro interista con más quebrantos que logros, vivenciando un estilo de fútbol que le condicionó mucho su criterio competitivo. Acostumbrado al fútbol abierto y alegre practicado en Barcelona, tuvo que adaptar su percepción estratégica del juego ante el pragmatismo y la capacidad destructiva que los rivales tenían sobre el juego creativo planteado, diseñando un modelo de juego que tendería hacia una línea más conservadora en relación con su distribución espacial sobre el terreno de juego, pero sin perder la espontaneidad propia de jugadores de enorme componente artístico, tal era el caso de Sandro Mazzola o Mario Corso, respetando además el perfil único de un defensa especial, Giacinto Facchetti.

Suárez inició el proceso evolutivo con todos ellos, con la experiencia de saber comprender el juego en su conjunto y la capacidad de organizar las tareas de todos alrededor de la suya. Su papel en este equipo es estelar, siendo el principal referente tanto en el desarrollo de la faceta creativa del juego, como en el ejercicio de contención y ajuste al que se veía obligado debido al planteamiento estratégico tan marcado del equipo.

 

 

Durante las nueve temporadas que Luis Suárez defendió la camiseta neriazurri, el equipo consolidó un estilo, definió su propia marca y logró contrastar su propuesta con los máximos galardones futbolísticos. El Inter de Milán dominó el Calcio italiano, ganando el máximo trofeo nacional en los años 1963, 1965 y 1966, con un equipo que fue fortaleciendo su plan estratégico a medida que cohesionaba a sus miembros y definía las funciones principales de cada uno.

En Europa logra el máximo entorchado en las temporadas 1964, venciendo al Real Madrid por tres goles a uno, y en 1965, imponiéndose al Benfica portugués por un solitario gol de Jair. Luis Suárez tuvo la oportunidad de levantar la Copa de Europa ante su máximo rival histórico en España y contra el equipo que cuatro años antes le había arrebatado el premio de máximo exponente europeo. Fue precisamente en 1965 cuándo tuvo lugar una de las situaciones que marcaron su carrera, cuándo en un amistoso disputado en agosto de 1965 terminó con el delantero haciendo un corte de mangas a la grada del Camp Nou tras ser silbado e insultado. «Aún hoy me pregunto por qué lo hacían. No lo entendía entonces y no lo entiendo ahora por más que hayan pasado tantos años. Aquel día exploté porque no iba preparado para que me silbaran cada vez que tocaba el balón. No venía a cuento. Habían pasado ya cuatro años desde que me había ido del Barça, incluso había jugado allí con el Inter en enero del 62, más reciente mi traspaso, y no había tenido tantos problemas… Pero ese día no me lo podía esperar. Hice dos jugadas consecutivas con dos remates altos. Me silbaban, me silbaban, no paraban de silbarme, así que les hice el corte de manga y me fui del campo».

 

 

A lo largo de esos nueve años, Luis Suárez mantuvo su estatus de máxima estrella continental, siendo elegido Balón de plata en los años 1961 y 1964, además de Balón de bronce en 1965.

Destaca la particularidad de este premio, que en 1964, ejercicio en el que Luis Suárez es el máximo referente de su equipo, como campeón de Europa y además el capitán de la selección española que levantó el trofeo de campeón continental frente a la URSS, el premio fuese a parar a manos del escocés del Manchester United, Dennis Law, quizás por la costumbre de no querer repetir galardón en la misma persona de forma reiterada.

Finalmente, en el club nerazzurro disputó más de 300 partidos y logró tres ligas italianas, dos Copas de Europa y dos Intercontinentales, siendo considerado como uno de los jugadores más decisivos de su historia. En ese Inter, Luis Suárez Miramontes era un futbolista total, especialmente bajo las órdenes de Helenio Herrera, que con el español sobre el césped alcanzó dos Copas de Europa: la del 1964, que le arrebató al Real Madrid en Viena y la del año siguiente, en casa ante el Benfica. Clase y velocidad junto a Jair y Mazzola, imposible de parar para la defensa rival. En la ‘Sampdoria finalizó su carrera como futbolista disputando 73 encuentros y marcando 13 goles, antes de empezar como entrenador.