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Gianluca Vialli, leyenda del calcio

 

Gianluca Vialli  fue un brillante futbolista y entrenador italiano que jugó como delantero centro la mayor parte de su carrera. Autor de 259 goles en 673 partidos disputados con la Cremonese, Sampdoria, Juventus y Chelsea, convirtiéndose en el décimo jugador italiano con más goles en todas las competiciones.

 

 

Representó a su país en dos Mundiales (1986 y 1990), además de participar en la Eurocopa de 1988, en la que ayudó a su país a alcanzar las semifinales. En su casillero, 16 goles con la selección absoluta en 59 partidos, y 11 con la sub-21.

En su palmarés encontramos cuatro Copas de Italia, dos Scudetti (uno de ellos, legendario, con la Sampdoria), dos Supercopas de Italia, una FA Cup, una Copa de Liga inglesa, dos Recopas de Europa, una Copa de la UEFA, una Champions y una Supercopa europea.

También vivió un breve periplo como entrenador en los banquillos, primero en el Chelsea (entre 1998 y 2000, siendo también futbolista durante seis meses) con el que ganó una Copa de la Liga, una FA Cup y un Charity Shield, y posteriormente en el Watford (2001/02).

Desde 2019, trabajaba como jefe de la delegación italiana al lado de su inseparable amigo Roberto Mancini: la imagen de ambos abrazándose entre lágrimas en Wembley, cuando Italia se coronó campeona de Europa en 2021, ya forma parte de la historia.

 

 

Los inicios de un futuro goleador del calcio

Nacido el 9 de julio de 1964 en la ciudad de Cremona, fue el quinto y último hijo de una familia multimillonaria de Cles, residente en Trentino-Alto Adigio. Allí vivió una infancia confortable en la finca familiar de 60 habitaciones, el Castello de Belgioioso, ubicada en la Villa Affaitati Trivulzio en Grumello Cremonese.

 

 

En sus primeros años de actividad deportiva practicó minibasket con Maurizio Mondoni, aunque su pasión por el calcio le acabó llevando a la escuela de fútbol del Oratorio de Cristo Re, dirigido por el inquebrantable Don Angelo Scaglioni. Allí emulaba a sus ídolos de por aquel entonces: Giorgio Chinaglia, Roberto Bettega y Paolo Rossi. En aquel primer club llegó su primera tarde de gloria, cuando con tan solo 9 años ganó un torneo regional, llamando la atención del scouting del Associazione Sportiva Pizzighettone, club donde se formaría hasta los 14 años de edad.

 

 

Tras aquel primer periodo de formación, el hermano menor de Mila, Nino, Marco y Maffo, se incorporaría a las categorías inferiores de la Cremonese, donde compaginaría sus estudios en el Instituto Vacchelli de Cremona. Allí se graduaría como privatista en 1993 tras haber interrumpido sus estudios durante unos años, pero cumplió así la promesa realizada a su familia y a su novia de entonces, Giovanna.

En la Cremonese cambió su posición de extremo, y se consolidó como un delantero centro completo, dotado de técnica, velocidad, dinamismo, fuerza física y resistencia al esfuerzo prolongado; en algunas ocasiones también fue empleado como centrocampista ofensivo, donde hizo valer su habilidad en la presión y el manejo del balón. Su rendimiento goleador fue irregular, sobre todo en los primeros compases de su carrera, aunque marcó numerosos goles de bella factura, a menudo tirando de acrobacias, característica que le valió el apodo de Stradivialli, acuñado por el mítico periodista Gianni Brera.

 

 

Debutó en el primer equipo de la Cremonese en la Serie C1 con 16 años la temporada 1980-81 y en los tres años siguientes jugó en la Serie B, resultando decisivo para el regreso de los Grigiorossi a la Serie A, 54 años después, con Mondonico en el banquillo. En total fueron 105 partidos y 23 goles.

 

 

“Me gustaría recordar a Cistriani, mi primer entrenador en Pizzighettone. Pero si he explotado mi potencial es gracias a los grandes maestros que tuve en la Cremonese. Espero no olvidarme de nadie: crecí con Babo Nolli, Settembrino, Mondonico y Vincenzi que me hicieron debutar en el primer equipo. Conocí a grandes entrenadores como Domenico Luzzara y tuve la suerte de tener gente a mi alrededor que me hizo crecer como hombre y como futbolista, sin dejar de estudiar. Y Cremona… es una ciudad perfecta”.

 

 

Llegada a Génova

La Sampdoria se hizo con su fichaje en 1984, y cosas del destino le tocó debutar en Serie A ante la propia Cremonese. Fue una de las piezas clave incorporadas por el presidente de la entidad, el petrolero Paolo Mantovani, que cogió las riendas en 1979 con el club genovés en la Serie B y en tres años lo devolvió a la Serie A.

Allí coincidió con futbolistas de la talla de Gianluca Pagliuca, que más tarde se convertiría en portero del Inter, los defensas Pietro Vierchowod y Moreno Mannini, el capitán Luca Pellegrini, el brasileño Toninho Cerezo, Attilio Lombardo o su inseparable amigo Roberto Mancini.

 

 

Bajo las órdenes de Vujadin Boskov, que llegó a Génova en 1986 tras dos temporadas en el Ascoli, su juego se acabó de perfeccionar, convirtiéndose en titular indiscutible. En 1987 la Sampdoria quedó en sexta posición de la Serie A, y en parte fue por su ausencia debido a la llamada del servicio militar. Allí Gianluca siguió goleando y hasta consiguió el Mundial militar con Italia.

 

 

Al año siguiente, con la vuelta a la normalidad de Gianluca, la Samp acabó cuarta y ganó la Coppa Italia, trofeo que retuvo al año siguiente. Gracias a estos dos éxitos jugaron la Recopa de 1990, y la ganaron en la final contra el Anderlecht belga gracias a dos goles del propio Vialli.

Tras ganar todo lo que pudo, la Sampdoria comenzó la temporada 1990/91 con la esperanza de que fuera la buena. Ahora se había convertido en un equipo maduro, formado por un grupo muy unido: «Una familia en la que Paolo Mantovani estaba al mando y en la que pensábamos en la Sampdoria las 24 horas del día», recordaría más tarde Vialli. Y esta unidad, de alguna manera, también llegó a los aficionados, con los que se creó una conexión especial.

 

 

El Nápoles, vigente campeón de Italia, realizó una temporada decepcionante en la que, además del desgaste propio de un equipo al final de un ciclo, se reflejaban los problemas de Diego Armando Maradona, que jugó su último partido en Italia contra la Sampdoria en marzo de 1991. El AC Milan de Arrigo Sacchi, el otro gran equipo italiano de la época, también llegaba a su fin de ciclo.

Con la Juventus aún en reconstrucción y el Inter al final de su ciclo ganador bajo la batuta de Trapattoni, a mitad de temporada sólo el AC Milan seguía el ritmo del Sampdoria, que en verano el director deportivo Paolo Borea había reforzado en los puestos adecuados con la compra de un elegante y experimentado centrocampista soviético, Oleksij Mychajlychenko, y de Marco Branca como reserva de Vialli y Mancini en ataque.

 

 

Con el mayor número de victorias en una temporada (20), el menor número de partidos perdidos (3), la segunda mejor defensa de la liga y el mejor ataque -apoyado en los 19 goles del máximo goleador, Vialli, y los 12 de Mancini-, el 19 de mayo, en la penúltima jornada del campeonato, la Sampdoria alcanzó los 50 puntos en la clasificación y ganó matemáticamente el Scudetto por delante del AC Milan, el Inter y su rival, el Génova, que, impulsado también por los éxitos paralelos de la Sampdoria, jugó su mejor temporada en la Serie A en décadas.

La historia de aquella epopeya no acabó ahí, pero no duró mucho más. Un año más tarde, en Wembley, se saldó con una dolorosa derrota en la final de la Copa de Campeones ante el Barcelona de Johan Cruyff y con un sexto puesto en la liga. Al final de esa temporada, Boskov y la mayoría de los jugadores que formaban la columna vertebral del equipo se marcharon. Al año siguiente, Cerezo regresó a Brasil y Vialli se marchó a la Juventus. Mantovani, enfermo de cáncer de pulmón, falleció el 14 de octubre de 1993, dejando el club a su hijo Enrico, que lo dirigió durante una década con algunas dificultades que culminaron con el descenso a la Serie B en 1999.

En ocho temporadas en el Luigi Ferraris Stadium, Gianluca Vialli jugó 328 partidos y marcó 315 goles. Fue fundamental para conquistar tres Copas de Italia (84, 85 y 88) y la Recopa de Europa de 1990, cuando superó en la final, disputada en Gotemburgo (Suecia), al Anderlecht de Bélgica. Luego llegaron al Scudetto, el título de máximo artillero de la Serie A, y la Supercopa de Italia, aunque también la dolorosa derrota ante el FC Barcelona.

 

 

Después ocurrió lo inevitable. Todos los grandes pidieron su fichaje, pero el delantero decidió irse a la Juventus en 1992, cumpliendo así su sueño por una cifra récord de 12,5 millones de libras.

 

Primera entrevista concedida a Il Guerin Sportivo, donde aseguraba que de dejar la Cremonese le gustaría jugar en la Juventus.

 

Juventus, la cúspide de su carrera

En cuatro temporadas en la Vecchia Signora no solo se catapultó a nivel internacional, sino que amplió su palmarés con un Scudetto, una Coppa Italia, una Copa de la UEFA, una Supercoppa Italia, y la Copa de Europa de 1996, que a día de hoy sigue siendo la segunda y último éxito de los bianconeri en el máximo torneo europeo. Y lo hizo en el Olímpico de Roma, como capitán y derrotando al Ajax en la final en los penaltis.

 

 

Su llegada fue compleja, bajo las órdenes de Trapattoni no llegó a brillar con fuerza, ni tampoco congenió con Roberto Baggio, que permaneció fuera del campo durante mucho tiempo por las lesiones. Pero tras la llegada de Lippi y la marcha de Baggio, el futbolista cremonés volvió a arrancar a toda velocidad y volvió a ser el delantero que siempre había sido, formando parte de un tridente demoledor junto a Del Piero y Ravanelli (su segundo gran socio tras Mancini). Mientras tanto, fuera del terreno de juego, Vialli volvió a sus libros y se llevó a casa el diploma de agrimensor que nunca obtuvo para seguir con el fútbol.

 

 

Para la historia queda la foto de equipo de la Juventus en 1994, donde Vialli hizo la broma de ponerse de espaldas y mostrar su culo. Una temporada difícil tras la muerte por cáncer de Andrea Fortunato durante el transcurso de la temporada. En un momento de gran dificultad, Gianluca Vialli se erigió en un líder nato y el capitán cuidó durante todo el año de sus compañeros e intentó llenar el vestuario de alegría. La imagen, muy famosa ya, da prueba de ello.

 

 

El retiro en la Premier League, y el breve salto a los banquillos

En 1996, Vialli fichó por el Chelsea, del que se convirtió en entrenador-jugador la temporada siguiente. En Inglaterra ganó la Copa de Inglaterra, la Copa de la Liga, la Recopa de la UEFA y la Supercopa de la UEFA. Es uno de los nueve futbolistas que han ganado las tres principales competiciones europeas de clubes, y el único delantero que lo ha conseguido; también es el único jugador en la historia del fútbol europeo que ha ganado y subcampeonado las tres principales competiciones europeas de clubes, incluidas dos medallas de ganador de la Recopa de la UEFA.

 

 

En el trasfondo de su debut en Inglaterra, sin embargo, hubo desavenencias con Ruud Gullit, entonces director de jugadores del equipo, que parecían anticipar un adiós prematuro a Londres. Entonces, el giro. Vialli fue ascendido para sustituir al holandés, que había dimitido, y una vez más tomó el timón, llevando a sus compañeros a la victoria.

 

 

Al final de la temporada 1997/98 llegó primero la Copa de la Liga de Fútbol y después la Recopa, gracias a la victoria del equipo inglés por 1-0 contra el Stuttgart. Al año siguiente, el Chelsea se llevó a casa la Supercopa de la UEFA, derrotando a un rival de excepción como el Real Madrid. Mientras tanto, a Vialli le llegó la hora de decir adiós al fútbol. Colgó las botas, pero permaneció en Londres, como entrenador de su equipo, el Chelsea. El comienzo fue prometedor: Vialli condujo al equipo a su primera participación en la Liga de Campeones.

 

 

En el año 2000, Vialli fue destituido, en parte por sus resultados poco satisfactorios de ese año y en parte por algunas luchas internas en el equipo. En 2001 se hizo cargo del Watford, el equipo de Sir Elton John, pero acabó peor que con el Chelsea: los resultados fueron tan pobres que Vialli fue despedido de nuevo. La despedida esta vez es tan amarga que acaba en los tribunales por impago de parte del contrato roto.

 

 

El retiro

Posteriormente a la etapa como entrenador se convertiría en comentarista para Sky Italia, y formaría parte del cuerpo técnico de la selección italiana como jefe de delegación cuando ganaron la Eurocopa 2020; sin embargo, abandonó este papel debido a su lucha contra el cáncer.

 

 

Más allá del reconocimiento que se ganó por sus éxitos deportivos, Gianluca Vialli ha sido siempre respetado por su carácter amable, siempre disponible con una sonrisa, y se le ha admirado por el coraje y la dignidad con que afrontó la enfermedad. Decidió hablar abiertamente, evitando la retórica habitual. Convivió con el cáncer dando consejos y esperanzas: «La gente ve en mí a un hombre fuerte, pero también frágil. Pienso que alguien puede reconocerse en mí, con mis defectos, mis muchos miedos. No estoy teniendo una batalla con el tumor, porque él es mucho más fuerte que yo. Es un compañero de viaje no deseado, tengo que seguir con la cabeza baja, sin rendirme nunca, con la esperanza de que se canse y me deje vivir muchos años más». En el 2020 apareció un rayo de luz, porque las pruebas médicas no mostraban ningún mal. Pero el pasado 14 de diciembre anunció así su retiro como delegado de la selección, para curarse en un hospital de Londres, junto a su mujer de origen sudafricano y dos hijas: «Debo utilizar todas las energías psicofísicas para ayudar a mi cuerpo a superar esta fase de la enfermedad».

Su triste fallecimiento el pasado 6 de enero de 2023 es una de las más tristes perdidas para el mundo del deporte.