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Gianfranco Zigoni: whisky, armas, Che Guevara, moda y subversión

 

«A mí me basta con un huevo duro, un bocadillo de salami y una copa de vino… lo demás me importa una mierda», aseguraba la leyenda viviente del Hellas Verona. Gianfranco Zigoni era un atacante italiano irreverente y contestatario; fanático del Che Guevara, las armas, el whisky, la moda y por encima de todo de las mujeres…

Nació en Oderzo (Véneto) el 25 de octubre de 1944, y creció en el seno de una familia humilde y numerosa, de padre trabajador y madre ama de casa. “En el final de la Segunda Guerra Mundial yo era un bebé. Los aviones bombardeaban las vías del ferrocarril y yo temblaba en la cuna. Creo que ahí me volví loco”, aseguraba el mito del Hellas, un personaje excéntrico, una verdadera rockstar del fútbol italiano que soñaba con morir en el campo, con la camiseta del Hellas.

Tan consciente de su talento que se comparó a sí mismo con mitos como Maradona o Pelé. Muy devoto de Nuestra Señora, veneraba al Padre Pío y al Che Guevara. Le gustaban mucho las armas y en los retiros a menudo se divertía disparando a las farolas, fumaba 40 cigarrillos al día y bebía whisky como un poseso.

 

 

Se incorporó en las categorías inferiores de la Juventus, que, sin embargo, lo cedió al Pordenone Calcio antes de dar el salto al primer equipo. El 10 de septiembre de 1961, después de su retorno, debutó con la camiseta de la Juve contra el Udinese a la edad de 17 años.

 

 

Después de 3 años con el Juventus, con el gran Omar Sívori por delante, se trasladó a préstamo al Genoa donde en dos años marcó 16 goles en 58 partidos entre la Serie A y la Serie B. Regresó a la Juve y en 1966/1967 ganó el Scudetto marcando 8 goles en 23 partidos, los siguientes 7 siempre en 23 debido a las múltiples descalificaciones por su carácter inquieto. En total, marcó 35 goles en 122 partidos con la camiseta de la Vecchia Signora.

A los 23 años disputó su primer y único partido con la Selección de Italia, fue en Bucarest frente a Rumania, y lo hizo de manos del entrenador Ferruccio Valcareggi, que lo puso de titular.

En 1970 se mudó a Roma y en sus dos años de militancia en la capital marcó 12 goles en 48 partidos. El Hellas Verona se hizo con sus servicios en 1972 e inmediatamente se convirtió en un ídolo de los fans y no solamente por su entrega en el campo, sino por sus excentricidades.

 

 

Hay muchas anécdotas, como la vez que fue a discutir la renovación con el Presidente Garonzi, y sabiendo que tenía un arma en su escritorio la robó ¡y se la clavó en la cara! Salió del despacho con un aumento sustancial. Otra de sus locuras fue sentarse en el banco de suplentes vestido con un sombrero estilo panamá y un abrigo de piel.

 

 

Defendió 5 temporadas la camiseta amarilla, destacando su actuación en el partido Verona-Milán que fue conocido por «Fatal Verona» y que le costó a los «rossoneri» el Scudetto. Zigoni terminó su carrera futbolística en Brescia y se negó a enfrentarse al Verona, su verdadero amor.

 

 

Siguió jugando a nivel amateur unos años más en el equipo de su ciudad en el Opitergina y más tarde en el Piavon, que entonces jugaba en la tercera categoría del Calcio italiano. Colgó sus zapatos a la edad de 43 años, marcando 4 goles en su último partido.