Decir que el FC Barcelona es un club de naturaleza franquista es una de las barbaridades históricas más graves que nunca se han llegado a afirmar en los medios de comunicación españoles. Una mentira que merece ser silenciada con datos y hechos históricos, y para ello intentaremos reconstruir el verdadero relato, centrándonos en los episodios más destacados de esta triste historia y, como siempre, respetando la verdad a pesar de que esta pueda ser dolorosa.
El asesinato del presidente del FC Barcelona
El 6 de agosto de 1936, en Guadarrama (Castilla), en el contexto de la Guerra Civil (1936-1939), un pelotón paramilitar franquista formado por falangistas detiene y fusila al máximo dirigente del FC Barcelona. Josep Sunyol Garriga, nacido en Barcelona en 1898, había sido presidente accidental del FC Barcelona en 1925, cuando el gobierno del dictador Primo de Rivera clausuró el estadio de Les Corts y Joan Gamper tuvo que emprender el camino del exilio. Posteriormente, ocuparía varios cargos directivos dentro del club y volvería a la presidencia en 1935 por aclamación de los socios.
En el Real Madrid, fue el presidente Rafael Sánchez-Guerra, el que sufrió la represión franquista durante su mandato. El club fue incautado por las milicias y él fue detenido y encarcelado en 1939, permaneciendo en prisión más de dos años y habiendo que exiliarse en París casi dos décadas. Jugadores y personalidades de todos los clubes españoles fueron perseguidos por las tropas franquistas.
El bombardeo de las instalaciones del FC Barcelona
En plena Guerra Civil, el club blaugrana flirteaba con su desaparición a causa de sus graves problemas económicos y la dificultad para encontrar jugadores. Pero el primer golpe mortal fue el bombardeo de su sede social el 16 de marzo de 1938. Desde Mallorca, la aviación italiana aliada de Franco desplegó una ofensiva continua, no solo buscando fábricas o sitios estratégicos, sino también provocando el terror entre la población. Un proyectil tocó de lleno la sede social del Barça, situada en la céntrica calle de Consell de Cent, número 331, derribando parcialmente el edificio, y convirtiendo en chatarra unos 300 trofeos de la entidad.
Pocos días después, el jueves 26 de enero de 1939, todas las arterias de la ciudad de Barcelona fueron ocupadas por diversas divisiones del imparable ejército franquista, que culminaba así una gran ofensiva militar en Cataluña. Los 90.000 soldados capitaneados por el general Franco pisaban la ciudad con la orden de liquidar rápidamente los últimos focos de resistencia. A media tarde, un oficial se presentaba en el campo de Les Corts, estadio del FC Barcelona, escenificando así el inicio del secuestro de la identidad.
El secuestro del club y la aniquilación total de los símbolos catalanistas
La victoria del ejército de Franco trajo muchos cambios a nivel institucional, especialmente en Cataluña. El nuevo régimen dictatorial desconfiaba del Barça, que se identificaba desde 1909 como una entidad comprometida con la causa republicana y el catalanismo. No hay que olvidar que antes de aquel año el club nunca había sido vinculado a la causa catalanista en el mismo grado que lo sería posteriormente. Aquella conexión entre política y entidad deportiva llegaría con la presidencia de Joan Gamper, que se hizo cargo del club (nunca había sido su presidente a pesar de ser su creador) en el peor momento de su historia. El Barça solo disponía de una treintena de socios, y el dirigente vio en aquella corriente política la salvación y el futuro de su entidad deportiva.
La primera idea de la dictadura fue convertir el Barça en el España CF y cambiar sus colores a rojo y gualdo, aunque finalmente esta se descartaría. Sí se optó por secuestrar la identidad catalanista del club e implementar las primeras medidas para su total españolización: la extirpación de la senyera del escudo, cambiando las cuatro barras rojas (presentes desde 1910) por solo dos franjas rojas, e imponiendo a Enrique Pyñeiro, marqués de la Mesa de Asta, en presidente vigilante, y encargarle el borrado integral de cualquier otro símbolo nacionalista catalán. Hay que remarcar que la celebración de elecciones para la presidencia no volvería hasta 1946, mientras que la senyera tampoco sería devuelta al escudo hasta 1949, con ocasión de las Bodas de Oro de la entidad (con Franco aún en el poder).
La actividad en el campo de Les Corts se reabriría oficialmente el 29 de junio de 1939, en un partido que sería totalmente controlado por diversas autoridades militares y civiles fascistas. En sus discursos proclamaron que el Barça dejaba de ser un instrumento «en manos de la subversión separatista» y pasaba a ser «un icono del deporte español» bajo el nuevo régimen. En el exterior del estadio, el 18 de julio de aquel año, se erguiría un monumento a los socios franquistas del FC Barcelona que habían muerto en la Guerra Civil.
En enero de 1941 llegarían más medidas que afectarían al club, cuándo la Jefatura Provincial de Propaganda prohibió la denominación «Futbol Club Barcelona» y el Barça pasó a llamarse «Club de Fútbol Barcelona». El motivo fue eliminar nombres, construcciones y grafías que no fueran españolas en todos los clubes deportivos españoles.
El Barcelona CF de Francisco Franco
Una vez fue exterminada toda identidad o simbología catalanista, el Barcelona CF pasó a convertirse en una herramienta más de propaganda franquista, llegando así los primeros tratos de favor por parte del dictador. No hay que olvidar que el club, durante la dictadura, ganó 20 títulos nacionales, uno menos que el Real Madrid, y se salvó de la quiebra en dos ocasiones.
Tras una gran inyección económica inicial, los títulos empezarían a llegar, con la Copa del Generalísimo en 1942, y tres años después, la Liga. Una competición que el anterior FC Barcelona no ganó nunca durante la Segunda República (1931-1936).
En 1949 la entidad llegaría a los 50 años, y la Federación aplazaría la Liga para que se pudieran celebrar correctamente las Bodas de Oro del club culé, declarando libre el 27 de noviembre. Un año después, el régimen franquista facilitaría el fichaje de Ladislao Kubala, además de su nacionalización. El rendimiento del delantero se convertiría en un fenómeno social totalmente inesperado, dejando Les Corts pequeño, por lo que las autoridades franquistas procederían a ayudar al club para la construcción del Camp Nou.
Agustí Montal Galobart, entonces presidente del Barça, escenificaría el total entendimiento de la directiva blaugrana con el régimen, cuándo se quitó su propia insignia de oro para ofrecerla a Franco. Aquella escena sucedería minutos después de que el Barça levantara la Copa del Generalísimo, y no sería un hecho aislado, sino un habitual en aquellos tiempos donde era imposible la disidencia sin pagarlo con la vida.
Se sucedieron una detrás de otra las muestras de mutuo cariño entre el nuevo Barcelona CF y el dictador, que vio cómo el club crecía siguiendo su voluntad. En 1953 las elecciones para la presidencia del club fueron ganadas por Francesc Miró-Sans, y en 1961 por Enric Llaudet, ambos miembros de Falange. Aquel mismo año el club ganaría su segunda Liga y tercera Copa del Generalísimo seguidas. No es hasta 1954 cuando el Real Madrid gana su primera Liga, los merengues no habían ganado ninguna liga desde hacía 15 años (ganaron las dos últimas de la Segunda República).
En 1962 el Barça de los César, Kubala y Ramallets volvía a sufrir una gran crisis económica, pero el Ayuntamiento de Barcelona y el gobierno de Franco salieron en su ayuda, recalificando Les Corts por segunda vez, para solventar una deuda de 230 millones de pesetas. José María de Porcioles, alcalde de Barcelona por aquel entonces, es premiado por el club azulgrana con el nombramiento de Soci d’Honor. Un año después el equipo catalán vuelve a ganar la Copa del Generalísimo.
En 1965 Franco autoriza una tercera recalificación de Les Corts para que el Barça pueda disponer de 205 millones de pesetas, y las muestras de cariño del club no desisten a lo largo de los posteriores años, destacando la medalla de oro que recibe el dictador coincidiendo con el 75 aniversario del club. Por su parte, en 1974 el gobierno de Franco concede al Barça la máxima distinción del deporte español.
Tan solo un año después moriría el dictador, y el club recuperaría su verdadera identidad original paso a paso. A pesar de ser secuestrado por el régimen franquista, el club nunca dejó de simbolizar el gran estandarte de la resistencia del catalanismo ante el fascismo (hablar catalán estaba prohibido), y sus estadios (Les Corts y Camp Nou) un espacio donde poder mantener viva la catalanidad, aunque fuera de forma puntual, supervisada y ajusticiada por el régimen. De aquella triste situación nació el eslogan «Més que un club», el cual tiene su origen en un discurso de Narcís de Carreras durante su toma de posesión como presidente del Barça.
¿Tuvo un trato preferente el Real Madrid en el franquismo?
Sí, el Real Madrid representó en gran medida a España en el exterior, además de ser el equipo con más popularidad durante la década de los 40. Es innegable que el franquismo sí puso los cimientos necesarios sobre los que el club merengue construyera su grandeza en el terreno de juego. El club merengue llegaría a ganar las primeras 6 Copas de Europa, entre 1955 y 1960. Santiago Bernabéu, Raimundo Saporta, Jacques Goddet (director de L’Equipe) y Hanot, periodista del periódico francés, crearon en 1954 los cimientos de la máxima competición europea de clubes, pese al recelo de Franco y del resto de líderes europeos de aquel momento.
Sí es verdad que desde el inicio de la dictadura franquista, en 1939, los merengues estuvieron 14 años sin ver el título liguero en sus vitrinas, pero después llegaron 14 ligas (antes de Franco tan solo conquistaron 3), y seis Copas del Rey. También hay que tener en cuenta en esta ecuación que a pesar de secuestrar su identidad, Franco nunca pudo doblegar totalmente el alma catalanista del club culé, un hecho que lógicamente acabó pesando en la toma de futuras decisiones.
El vínculo del franquismo, más allá del propio Franco, con el Real Madrid llegó a su clímax durante la celebración de la Copa del Generalísimo de 1943, cuando se jugaban las semifinales. En la ida, en el campo de Les Corts, los azulgranas ganaron 3-0, aunque fue una victoria agridulce porque el club tuvo que pagar una sanción económica debido a los insultos que recibieron los madridistas desde las gradas. En el partido de vuelta, el ambiente estaba francamente caldeado, las autoridades decidieron intervenir y prohibieron que se desplazaran a Chamartín para el partido de vuelta los centenares de culés que iban a animar al Barça; pero lo peor, fue que el árbitro y el director general de seguridad del Estado nada menos se metieren en los vestuarios del Barcelona para advertir a los jugadores de que no se pasaran de la raya. ¿Cómo acabó la cosa? 11-1 a favor del Madrid…
Estalló tal crisis institucional en España que Franco obligó al cese forzado de ambas directivas, provocando el nombramiento de Santiago Bernabéu (el mismo que entró con los Nacionales por la Diagonal de Barcelona) como presidente del Real Madrid el 15 de septiembre de ese mismo año. Un directivo que no era precisamente el modelo de franquista: más bien pertenecía a esos cientos de miles de monárquicos conservadores que toleraron el franquismo y que hasta se acomodaron perfectamente en él, una vez transcurridos los años en los que hubiera sido imaginable la restauración borbónica.
El dominio del Real Madrid del fútbol español puede ser perfectamente vinculado al favor franquista, pero en Europa ya es otra historia.