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«Mazinho», el termómetro de la Brasil campeona del mundo en USA 94

 

Formó parte del “Euro Celta” que brilló en toda Europa, además de ser uno de los volantes de la selección «canarinha» durante una de sus épocas más fructíferas. Era un auténtico termómetro para su equipo: si él estaba bien el partido no trascendería con ningún riesgo. Todo el juego pasaba por sus botas. Buen toque con ambas piernas, posicionalmente excelente y con alma de defensor recuperando todos los balones. En Balaídos todavía recuerdan los pases de treinta metros al pie, considerados como si de una asistencia de gol se tratara.

Iomar do Nascimiento, conocido como «Mazinho» empezó a despuntar en el Vasco Da Gama en Brasil. Su calidad fue rápidamente cazada por los tiburones europeos después de su participación el Mundial de Italia 90. Motivo que hizo que llegara a la Serie A italiana, de la mano del Lecce para pasar a la Fiorentina, después. La combinación de su fútbol con lo aprendido en Florencia, le sirvió para entrar en los planes de su país para competir por el Mundial de Fútbol de Estados Unidos en 1994.

 

 

Formó parte de una de las mejores generaciones que jugaron con la «canarinha», capitaneada por Romário. Con la selección brasileña se proclamó campeón de la Copa América en 1989 y del Mundial en 1994. Lo jugó prácticamente todo. Con sus compañeros «Dunga» y Mauro Silva, formó un centro del campo sólido e imparable que llegó a marcar un estilo único de juego. Una apisonadora que servían los goles en bandeja para que Romário y «Bebeto» los marcaran a pares. Todavía se recuerda una de las imágenes de aquel Mundial acunando un bebé imaginario entre los tres juntos.

A España llegó como campeón del mundo en aquel mismo verano siendo una de las sensaciones de la Liga. En su palmarés ya era un jugador forjado y experimentado en mil batallas. Bajo el brazo tenía varios campeonatos paulistas, conseguidos de su etapa en Brasil y una copa América y un Mundial con su selección. En la Península aterrizó en la capital del Túria. Su llegada generó mucha expectación tras aquel mágico verano. Tanta que en uno de sus primeros partidos en Mestalla, la afición ya le coreaba al grito de “torero, torero”. Aun así, en Valencia no le fue del todo bien. Su proyección en el club «ché» la cortó la llegada de Luis Aragonés. «El Sabio de Hortaleza” descartó al jugador para formar parte de su plantilla y este tuvo que buscar un nuevo equipo. Aunque no le faltaron novias.

 

 

Dos temporadas y 100 millones de pesetas después, cambió el Mediterráneo por las rías gallegas. Su nuevo equipo, el Celta de Vigo, confió en él para el proyecto que dio tantos frutos. Aquel Celta de finales de los noventa asombró a Europa entera con su juego y su calidad individual de cada uno de los jugadores. Aunque «Mazinho» llegó en edad avanzada, 30 años, su calidad fue eterna. En aquel grupo de jugadores se encontraban: Karpin, Makélélé o Mostovoi. Un equipo que ilusionaba por la alegría con la que jugaba. Llegaron a participar en competiciones europeas durante varias campañas consecutivas. Con el dorsal 6 a la espalda estuvo cuatro temporadas a un nivel extraordinario. La afición le profesó un aprecio interminable, refiriéndose a él como “O Rei”. Desde entonces en Vigo siempre ha sido tratado como leyenda, su segunda casa.

Su salida del club gallego no fue la deseada para un futbolista. A raíz de una lesión en el cartílago de su rodilla, le tuvo apartado de los terrenos de juego y su vuelta fue muy tardía. La recuperación llegó más tarde de lo que todo el mundo deseaba. De modo que su vuelta, la llevó a cabo lejos de la afición que tanto cariño le dio. Sus ganas por competir seguían intactas, de modo que se marchó al Elche, siguiendo ligado a la Liga española. En el club ilicitano llegó aclamado como la estrella de su proyecto, confiando en el brillante talento del brasileño.

 

 

La ilusión se desató en Elche desde la misma pretemporada, pero las cosas se torcieron demasiado pronto para ambas partes. El jugador ponía todo el empeño en tratar de ser competitivo, pero los problemas físicos le persiguieron afectando a su calidad, ya reconocida. Su estado mermó tanto que no pudo completar la temporada. Abandonó la disciplina en el mercado de invierno. Tan solo pudo disputar diecisiete partidos de liga y uno de Copa del Rey.

Curiosamente, pese a sus problemas físicos, «Mazinho» nunca fue sustituido durante sus meses en Elche. Una muestra de la confianza que tenían puesta en él, para la mejora de su rendimiento. Ya en 2002 regresó a Brasil para jugar en el Vitória de Bahia, donde firmó sus últimos días como jugador de fútbol.

El centrocampista carioca siempre será recordado como uno de esos grandes futbolistas brasileños que pasaron por la liga española, con una gran técnica y una enorme visión de juego. Pero como todo amante al fútbol, su vida siguió ligada a este deporte. Su legado, además, lo deja en manos de sus dos hijos que también se han dedicado a la ilusión de su padre: Thiago y Rafinha Alcantara. Ambos han bebido del talento y la influencia del juego de su padre, que seguro les ha enseñado numerosas técnicas. Ambos también han hecho escuela en la Liga, para despuntar ahora, en ligas como la inglesa o la francesa. Uno zurdo e internacional con Brasil y el otro diestro e internacional con España. Una muestra más del recorrido que dio su padre. “Cuando dejé de jugar, pasé a ser el padre de mis hijos” así lo aseguró Iomar do Nascimiento, más conocido como «Mazinho».

 

 


Álvaro Ramírez