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El Chipre – España de 1998, el adiós de la era Clemente

 

El Chipre – España disputado un sábado 5 de septiembre de 1998 nunca será olvidado por Javier Clemente. Aquella noche, en Larnaka, la selección española perdió 3-2 en el primer partido clasificatorio para la Eurocopa 2000, y el entrenador vasco dejó la dirección del banquillo tras un «acuerdo bilateral» con la Federación Española, a pesar de que tan solo horas después del partido el técnico aseguraba que no se había planteado dimitir en absoluto.

 

 

Seis intensos años de trabajo que terminaron a manos de una selección amateur, aunque la verdad es que los aficionados españoles hacía tiempo que reclamaban un cambio en el banquillo de la selección. ¿Los motivos? Caer en cuartos del Mundial de Estados Unidos de 1994 y de la Eurocopa de 1996, además de no ser capaces ni de pasar de la fase de grupos en el Mundial de Francia de 1998.

 

 

La historia de un drama español

El entrenador español decidió no hacer el entrenamiento en Larnaka, donde iba a disputarse el encuentro, y optó por prepararlo en la capital, Nicosia. «Creo que fue un error de mi querido Javier Clemente», afirma Panikos Georgiou, seleccionador de Chipre por aquel entonces, quien llamó al popular periodista chipriota Michalis Gavrielides para que le ayudara a espiar al rival. España iba a preparar el partido en un estadio que se veía perfectamente desde la oficina del periodista. Esta era una sesión cerrada para la prensa, pero el rival de España encontró una fisura para el espionaje perfecto. Como paradoja, Georgiou era policía, responsable de uno de los servicios de inmigración del país. Aquello le pareció como estar dentro de una misión. Desde una ventana, con una visión completa de lo que sucedía, Georgiou tomó nota del planteamiento. «Yo creía mucho en mi equipo y en mis jugadores. Cuando vi cómo tenía pensado jugar España, empecé a ser más optimista todavía», recuerda el entrenador chipriota.

 

 

«A Clemente le dijeron siempre que era muy defensivo… Y aquel día jugamos, ¿tres defensas? Todos los demás para arriba», rememora Santiago Cañizares, portero en aquella fatídica noche. Clemente formó un once atípico con cinco delanteros, a la vieja usanza. Cañizares, en la puerta. Salgado, Alkorta, Nadal y Sergi, en la línea defensiva; Hierro, que llevaba dos años jugando de central en el Real Madrid, como único mediocentro, y Etxeberria, Raúl, Morientes, Alfonso y Luis Enrique, prácticamente como atacantes, aunque Raúl y Alfonso intentaban ser interiores.

El primer gol de Chipre fue obra de Engomitis, con una vaselina perfecta. «¿¡Pero este quién es!? Este tipo chuta cien veces sin nadie en la portería y no marca gol», cuenta Luis Enrique.

«Fue un gol muy bonito. Si veis cómo lo celebré, queda claro que no me lo creía», rememora el propio Engomitis. Al poco Gogic hizo el 2-0 con un cabezazo por la escuadra. Spoljaric firmaría el tercero después de que Raúl recortase diferencias y Morientes hizo el definitivo 3-2. «Pues sí, me los comí los tres», admite Cañizares. Pero aquella no fue una derrota individual, resultó el derrumbe de una era que Clemente nunca quiso cerrar y que se rebeló hasta el innovador «acuerdo bilateral».

 

 

«No he fracasado, estos seis años han sido la leche. Yo no hubiera dimitido, pero por encima de mí están mis jugadores y el equipo nacional. Hemos llegado a un acuerdo, con la Federación de Villar, para rescindir el contrato bilateralmente, así que ni me han cesado ni he dimitido».  Así se despedía el técnico vasco en rueda de prensa 5 días después de la derrota en el que lanzaba un último recado a la prensa: «Ha sido una persecución de cuchillos largos, pero no me dais miedo. Ustedes no merecen que les tenga miedo. Tengo alguna llaga en la espalda, pero espero que desaparezca en cuanto vaya a pescar. Con el salitre se cura todo. Solamente he recibido puñaladas. Si de bien nacidos es agradecidos, alguno de ustedes no debiera haber nacido. A partir de ahora, borrón y cuenta nueva para algún periodista. Espero que a partir de hoy, cuando se va el malo de la película, se apoye a la selección y lleguen los buenos resultados. Quien más pierde en esta película soy yo. Han sido seis años de la leche. Poder decir lo que uno piensa vale mucho dinero. No hay dinero en el mundo que pague poder opinar de todo el mundo y decir lo que uno quiere y contarle a la cara lo que uno cree de una gran pluma que escribe en la prensa. No he fracasado. Yo no hubiera dimitido, pero por encima de mí están mis jugadores y el equipo nacional».

Tras aquello empezaron a sonar nombres de posiciones sustitutos: Camacho, Luis Aragonés, que estaban sin club porque no habían comenzado la temporada ni con el Real Madrid ni con el Real Betis y también el de Serra Ferrer, que formaba parte del cuadro técnico del Barcelona, después de sus buenas experiencias en el Mallorca y en el Betis. Finalmente, fue José Antonio Camacho en el banquillo el que terminó clasificando a La Roja para la Eurocopa 2000, y ganaría a Chipre por un contundente 8-0 en la segunda vuelta.