En 1960 Alex Ferguson era traspasado al Saint Johnstone Football Club, procedente del Queen’s Park, ambos de la liga escocesa, y luchaba por hacerse un hueco en el once inicial. Su primera temporada en el club fue tranquila, disfrutando del fútbol alternando el primer y segundo equipo, y en la segunda incluso con grandes victorias como la consecución de la Copa de Reservas ante el Falkrik.
Ya en la tercera temporada, tras convertirse en profesional, Ferguson comenzó a jugar en el primer equipo de forma habitual. Y lo hizo muy bien, marcando algunos goles realmente importantes. La última jornada de la temporada fue dramática, ya que el gol de Ferguson contra el Dundee fue anulado en la derrota por 3-0 que supuso el descenso del St Johnstone. Ferguson y sus compañeros se enteraron después del partido de que si el encuentro hubiera terminado 3-1 se habrían salvado gracias a un mejor promedio de goles…
La temporada siguiente el club consiguió el ascenso a la primera división y antes de comenzar la nueva temporada, el St Johnstone fichó a una gran cantidad de jugadores nuevos, para no pasar otra temporada sufriendo por eludir el descenso. Una mala noticia para Ferguson, ya que no tenía ganas de volver a jugar con los reservas. Su entrenador, Bobby Brown, habló con Doug Cowie, el entrenador del Raith Rowers, para ceder al joven Ferguson. Pero antes de que el acuerdo pudiera avanzar, Alex quedó fuera de combate por una grave lesión facial. Durante un partido de reservas contra el Airdrie, Ferguson saltó para disputar un balón en el aire junto con Jackie Stewart y terminó inconsciente.
Ferguson despertó en el hospital con una fractura en el pómulo y un hueso roto por encima de la ceja. Durante seis semanas, tuvo que llevar una escayola para sujetar su cara. Por aquel entonces, el joven Alex tenía dos trabajos, uno como futbolista profesional y otro en una fábrica.
Fue durante este tiempo de resignación cuando se forjó su carácter y cuando conoció a su esposa Cathy Holding. Tras dos meses de dolor y vergüenza, le quitaron por fin la escayola y Ferguson estaba listo para la acción. Fue entonces cuando sufrió las mayores derrotas de su carrera y fueron en partidos consecutivos. En su primer partido después de la lesión en la liga de reservas, el St Johnstone perdió ante el Celtic por 10-1, y en su segunda salida, el Kilmarnock lo vapuleó por 11-2… Nada podía ir peor.
La confianza de Ferguson en llegar a triunfar en el fútbol quedo prácticamente sepultada, y hasta se planteó marcharse a jugar a Canadá. Los dos partidos de vuelta que jugó con los suplentes no le sirvieron de nada, y existía la posibilidad de enfrentarse a una nueva humillación, ya que tenían que enfrentarse al Rangers el 21 de diciembre. Ferguson había decidido que no iba a jugar contra el Rangers, así que le pidió a la novia de su hermano, Joan Parker, que llamara por teléfono a su entrenador y se hiciera pasar por su madre para decirle que tenía gripe.
Cuando su entrenador se enteró, envió inmediatamente un telegrama a su casa diciendo: «llámame». Cuando Ferguson llamó a su entrenador, se sorprendió al saber que jugaría en el equipo titular contra el Rangers, ya que 5 jugadores estaban de baja por una verdadera gripe.
El día siguiente en Ibrox cambió la vida de Alex Ferguson para siempre. Con una desventaja de 1-0 en el descanso, el futuro entrenador del Manchester United marcó un triplete para que el St Johnstone ganara por primera vez en Ibrox. Por cierto, Ferguson fue toda su vida seguidor del Rangers y fue el primer jugador que marcó un triplete contra el Rangers en Ibrox.
Al final de la temporada 1963-64, Ferguson se marchó al Dunfermline Athletic, y su vida en el fútbol empezó a cambiar por completo. Sus 89 partidos y 66 goles le sirvieron para fichar por fin por su querido Rangers.