México en el Mundial de Francia de 1998 estuvo muy cerca de hacer historia al tener contra las cuerdas la selección de Alemania en octavos de final. Algunas de las grandes estrellas que vistieron con orgullo la imponente camiseta de la Piedra del Sol Azteca de ABA Sport, bajo las órdenes del técnico Manuel Lapuente, fueron: Jorge Campos, Germán Villa, Ramón Ramírez, García Aspe, Luís García, Cuauhtemoc Blanco, Luis Hernández, Francisco Palencia o Jesús Arellano, entre otros.
La preparación y la polémica con Jorge Campos
La selección mexicana fue una de las 32 selecciones que llegaron a la última Copa del Mundo del siglo XX tras 8 partidos de preparación, siendo su décima participación. Fue encuadrada en el grupo E junto a Países Bajos, Bélgica y Corea del Sur, y para preparar la cita mundialista participó en 8 partidos amistosos:
24 de febrero: México 2-3 Holanda
18 de marzo: México 1-1 Paraguay
15 de abril: México 1-0 Perú
9 de mayo: Estonia 0-6 México
20 de mayo: Noruega 5-2 México
23 de mayo: Irlanda 0-0 México
31 de mayo: Japón 1-2 México
3 de mayo: Arabia Saudita 0-0 México
Aquella competición mundialista representaba una nueva oportunidad para selección mexicana de poder trascender en la historia del fútbol, y para ello Manuel Lapuente se encargó de conformar a una escuadra que prometía ser aguerrida y letal. Los 22 convocados nuevamente eran de la élite de la Liga MX, siendo el América el equipo que más aportó con seis, entre los que destaca Cuauhtémoc Blanco, además de Luis Hernández del Necaxa y Francisco Palencia del Cruz Azul.
Como gran anécdota hay que recordar la insistente iniciativa de Jorge Campos para poder vestir sus camisetas Nike que casi le deja sin poder jugar el primer partido del Mundial de Francia. Según confirmó Santos Escobar, un empresario de la marca que vestía al Tri en ese entonces, fue Alejandro Burillo el que se plantó frente al resto de sus colegas y al director técnico para solicitarle que marginaran a uno de los tres porteros que había llamado por un capricho. Fiel a su estilo, el guardameta quiso innovar con su indumentaria y portar su habitual equipación estridente. «Le pidió un favor a los utileros y los convenció para que le pongan esa ropa. Burillo les reclamó que no era posible que le hicieran esas tonterías y les dijo a los directivos y a Manuel Lapuente que Jorge Campos debía ser suspendido, que no debía de jugar el primer partido del Mundial», aseguró quien todavía trabaja para ABA Sport.
El Mundial de Francia de 1998
Cuando todo parecía destinado al fracaso tras las decepcionantes actuaciones en los partidos de preparación, la selección mexicana echó a andar con una mezcla de magia, orgullo y sinsentido a partes iguales. En su primer encuentro, disputado en Lyon el 13 de junio, venció 3-1 a Corea del Sur dando vuelta al marcador en el segundo tiempo, con anotación de Ricardo Peláez y doblete de Luis Hernández.
Para la historia quedó el nacimiento de la Cuauteminha, cuando el «Temo» tomó la pelota entre los dos pies y levantó el esférico por encima de la marca de dos defensas coreanos. La acróbatica jugada se llevó las palmas y los gritos de todo el Estadio Gerland de Lyon. Al atacante mexicano no le bastó con realizarla una vez, pues en cada oportunidad que tenía, Blanco intentaba soprender a la zaga coreana. La jugada fue recordada en los mejores momentos de la justa mundialista, además que no es necesario mencionar que la siguió realizando durante toda su carrera.
En el segundo partido, se midió con Bélgica en un match que podía definir la clasificación a la siguiente ronda. Los aztecas intercambiaron golpes con la poderosa escuadra europea. Un memorable gol de Cuauhtémoc Blanco rescató el empate en un drama que tuvo al tricolor inicialmente perdiendo por 2-0.
El último duelo del grupo E emparejó al Tri con Países Bajos, que empezó 2-0 a favor de los europeos. México con goles de Peláez y del Matador (este en los segundos finales) firmó su pase como invicto en la fase grupal que tantos horrores auguraba en la previa. Tras aquel agónico y emotivo pase, el ánimo tricolor ya era completamente distinto al mostrado unos días antes. Todo el país estaba ilusionado con el partido número 37 de México en los Mundiales… pero el rival era el gigante teutón.
Para sorpresa de todos, México dominó a Alemania durante casi todo el partido. Era una síntesis perfecta de lo que ese equipo había sido: sorpresas y comportamientos inesperados. Ahí donde la derrota parecía inevitable, esos jugadores con el calendario azteca en el pecho tenían una reserva de orgullo a prueba de penurias. La calidad de Cuauhtémoc Blanco, el vértigo del Cabrito Arellano y la contundencia del Matador. García Aspe y su gobierno en el mediocampo y la defensa vigilada por Claudio Suárez, Salvador Carmona y el infaltable Jorge Campos.
Ese equipo mezcló lo mejor de la generación del 94, que también se quedó a un paso del quinto partido, con los nuevos valores que explotaron en los cuatro años posteriores. Y el resultado alcanzó su cénit en el estadio de Montpellier. Un fútbol coral y dinámico sacó de sus casillas a las frías torres alemanas. Era un baile. El Tri lo ganaba con gol de Hernández a pase de Blanco. Minutos después, una galopada de Arellano culminó con Matador frente al arco para hacer eso, su especialidad, matar al rival. No pudo hacerlo. El zurdazo apenas alcanzó a llegar a los guantes del portero Koepke.
A los gigantes no se les perdona, y Klinsmann y Bierhoff mataron la ilusión azteca en tan solo diez minutos. El sueño mexicano fue hermoso mientras duró.