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Menotti & Bilardo, la gran grieta del fútbol argentino

 

Menotti y Bilardo simbolizaron dos corrientes de pensamiento futbolístico que dividieron como nunca el fútbol argentino, a pesar de compartir la grandeza de haberse convertido en campeones del mundo como seleccionadores de su país, y disfrutar de una relación única con Diego Armando Maradona. Una historia de pasión futbolera y enfrentamiento llena de anécdotas y testimonios que trasciende el paso del tiempo y que por fin llegó a su cierre, o así se puede interpretar. El propio Menotti hizo el primer paso para la “paz total” el pasado 2021, cuándo le preguntaron sobre el estado de salud de su archirrival. “Las diferencias que pueda haber en los estilos de vida no tienen nada que ver con esto. Yo deseo que Dios lo proteja, lo ayude, y que pueda salir bien de esta circunstancia que le toca pasar”.

Además, en 2022 hubo dos episodios más de generosidad por parte de «El Flaco», una su participación en el documental de HBO “Bilardo, el doctor del fútbol”, y otra en una entrevista en el programa Puede Pasar. “No hace falta que hable con Bilardo. No tenemos ninguna diferencia entre la salud, la vida, los amigos y lo que pasa en el fútbol. Nuestras diferencias son futbolísticas. Yo le deseo lo mejor y espero que esté bien”, cerró el tema de forma definitiva César Luis.

 

 

¿Cuándo empezó la rivalidad?

Nadie sabe del cierto cuándo empezó (o empeoró) todo, excepto sus protagonistas, pero lo que sí sabemos es que el clímax que desató la verdadera ira entre ambos, tuvo lugar después que César Luis Menotti criticara a Bilardo en una nota publicada por el diario Clarín un 4 de julio de 1983. En ella el Flaco explicaba que el Narigón había organizado una gira por España al frente de la Selección, y que “los jugadores se conocieron en el avión, jugaron al día siguiente de llegar y así se estaba regalando el prestigio de la Selección”.

Bilardo estaba convencido de que Menotti no había sido leal, de que no había respetado los códigos tácitos con aquel ataque totalmente inesperado. Para él era una clara falta de respeto. «Es fácil hablar desde afuera. El que quiera volver… que vuelva y hable desde aquí. Además, no entiendo a los que se titulan hombres de izquierda y andan a los abrazos con los militares. Es muy lindo hablar de un fútbol y después hacer lo contrario. En Argentina 78 podrían haber jugado de 10 varios jugadores como Alonso, Maradona, Bochini y Patricio Hernández. Sin embargo, jugó Kempes, que hasta un tiempo antes no estaba en los planes. Como Fillol. Ese Mundial se ganó haciendo el fútbol que el técnico decía que no servía para nada. Esto es lo que llamo pregonar una cosa y después hacer otra. El técnico anterior habla mal de Sofovich, de Sapag, de Palito Ortega. Siempre tiene un problema con alguien. Este país necesita que se hable menos y se trabaje más. Estamos cansados del verso».

 

 

Con aquellas declaraciones subidas de tono empezó la división entre el menottismo y el bilardismo. Justo a pocos meses para que Argentina volviera a la democracia, después de siete años oscuros de una dictadura sangrienta y asesina. Cuando a Menotti lo fueron a buscar para conseguir su réplica, intentó poner freno… «Es la reacción de una mujer embarazada, con el perdón de todas las mujeres embarazadas». Las disputas verbales fueron “in crescendo” hasta que un buen día los protagonistas principales de esta controversia decidieron dejar de hablarse. «No, dejá, de eso no hablo», era la respuesta que daban tanto Menotti como Bilardo al ser preguntados.

Más allá del enfrentamiento dialéctico, y volviendo al terreno deportivo, ambos promulgaban diferentes credos de una misma esencia. Mientras Menotti tenía como seña de identidad la posesión y el fútbol ofensivo, con la calidad técnica como su gran baza, Bilardo apostaba por conseguir el resultado deseado como fuera, con táctica agresiva de pressing y trabajo físico, aunque también con jugarretas. “El fútbol profesional es ganar. Yo soy como Muhammad Ali: durante el partido no tengo amigos y al rival, si puedo, lo piso y lo mato. El juego limpio es un invento de los británicos”, aseguraba el Narigón.

 

 

El primer gran encuentro en la “intimidad”

El documental de HBO, “Bilardo, el doctor del fútbol”, contó con la participación de Roberto Marcos Saporiti, ayudante de campo de Menotti cuando la selección argentina ganó el Mundial de 1978, y a la vez amigo personal de Bilardo. Este explica ante la cámara que los reunió en una cena en su casa en una de las escasas veces que los dos directores técnicos campeones del mundo se reunieron, incluso con sus esposas. Fue un 29 de octubre de 1976 en un departamento en la calle Güemes al 4400.

“Cenaron en mi casa, y con sus esposas. Yo dirigía a Talleres de Córdoba y colaboraba con el Flaco en la selección argentina. Y con Bilardo soy muy amigo, al punto de que a su mujer, Gloria, la conoció yendo a bailar al Club 74, un boliche que estaba frente al Monumental, y yo estaba con él. En esos tiempos, Bilardo jugaba en el Deportivo Español. Esa noche, fuimos con el Fiat 125 que tenía el Narigón. Hablaron más las mujeres, Gloria y Graciela, la reunión fue muy amena. Después pasamos al living, tomamos unas copas de champagne, pero como se hablaba tanto de fútbol, ellas se cansaron y se fueron a la cocina porque ya se dormían. Yo hice de mediador de la charla hasta las tres de la mañana”, precisó Saporiti.

 

 

“Hubo entre ellos un respeto indudable, extraordinario. Se debatieron muchas cosas sobre fútbol y recuerdo que tanto el Flaco como yo le preguntábamos a Carlos para qué hacía tanta marca personal, si no era mejor liberar a los jugadores y él, que estaba dirigiendo a Estudiantes, nos explicaba su parecer. Nosotros ya hablábamos desde hacía tiempo de la preparación física pero para aumentar las cualidades técnicas de los jugadores para achicar los espacios. Yo digo siempre que de haber tenido una grabación de esa charla o fotos, habría hecho una fortuna”, bromeó.

Consultado sobre el enfrentamiento que los alejó, Saporiti cree que “los dos entraron en el juego de la prensa. Yo lo veía siempre desde otra perspectiva, manteniendo mis gustos, pero hasta ese momento, tenían varias cosas en común y de hecho, volvieron a coincidir en una obra de teatro del gran periodista que fue Osvaldo Ardizzone, y en aquella oportunidad, además de mí estuvo el “Ratón” (José Bernabé) Leonardi (en la que se sacaron una de las escasísimas fotos en la que aparecen juntos). Lamentablemente, ya después no hubo más oportunidades desde mí porque me fui a dirigir al exterior, el Flaco también, y además, esa polémica salió de los carriles y a mí lo que no me hace crecer, no me sirve. Yo me cansé de este debate inútil en un contexto de un país muy viejo en sus pensamientos”.

 

 

El gran, y único duelo, entre ambos en los banquillos después de la enemistad

El 3 de noviembre de 1996, ya como rivales declarados y campeones del mundo, ambos se enfrentaron en un Independiente – Boca disputado en la Bombonera, que terminó 0 a 1, en medio de una enorme tensión. La expectativa había comenzado meses atrás, cuando se anunció el fixture del torneo. En realidad, jugadores, técnicos, periodistas e hinchas participaban en aquella guerra dialéctica desde hacía más de una década. Bilardo y Menotti apenas se habían enfrentado tres veces en el campo de juego, una como jugadores en 1965, y dos como entrenadores en 1973 (uno al mando de Estudiantes y el otro de Huracán), pero entonces no se reconocían como enemigos. En cambio, desde que habían comenzado a odiarse a través de los micrófonos, aquel cruce en la Bombonera sería su primer partido entre sí. También, el último.

Desde España llegaron periodistas de televisión para entrevistar a los dos técnicos, y la pregunta del enviado de Canal Plus, de visita en los entrenamientos de Boca e Independiente, era la esperada: “¿Se van a saludar antes del partido?”. “No, eso es imposible, jamás. Voy a decir lo que dijo (el escritor Ernesto) Sábato alguna vez. Hay cosas que no se discuten, se castigan. Y cada uno castiga de la manera que cree”, dijo Menotti, fiel a su estilo de parafrasear a escritores o artistas. Bilardo opinó lo mismo, pero más llano, y más misterioso, también: “No, no quiero saludar a nadie. Pasaron muchas cosas, muchísimas, que se manejaron muy mal, graves. Acá no es cuestión de reconciliación. Es cuestión de métodos de vida”.

 

 

La semana previa, la revista El Gráfico publicó una edición especial dedicada al enfrentamiento: “Por qué están peleados”, fue el título de portada. Hasta Diego Armando Maradona, entonces futbolista de Boca Juniors, pero que no jugaba desde hacía mes y medio, se presentó en el entrenamiento el miércoles 30 de octubre, como si quisiera hacerse un regalo de cumpleaños, y opinó del tema. “Las diferencias entre Bilardo y Menotti existen. A Carlos le gustaban Los Wawancó y a Menotti, Mercedes Sosa. Bilardo prefiere líbero y stoppers y el Flaco, la zona. Pero a los dos les importa el jugador, los caños, un sombrero. Tienen muchas cosas en común, aunque no se note”, dijo con equidistancia el 10, que recién volvería a jugar nueve meses después, en julio de 1997, ya sin Bilardo en Boca Juniors.

Como Maradona, otros jugadores quedaban en el medio de la guerra entre ambos técnicos. Jorge Burruchaga, campeón del mundo con Bilardo en 1986, jugaba para el Independiente de Menotti. “Basta con este tema”, pidió el autor del gol decisivo en la final del Mundial de México. Con Diego Latorre y Carlos Fernando Navarro Montoya, figuras del Boca de Bilardo, pero cercanos al juego propuesto por Menotti, ocurría algo parecido. Pero las preguntas, inevitablemente, se repetían una y otra vez, todos los días de la semana. Y entonces Bilardo decía “yo nunca tiré misiles, siempre contesté, jamás la empecé”, y Menotti respondía “de Bilardo no hablo, por más vueltas que le den, no hablo”, pero de inmediato arremetía: “Con Osvaldo Zubeldía (extécnico de Estudiantes, padre futbolístico para el Narigón), nos separaban cosas del fútbol, en cambio con Bilardo nos separa todo”.

 

 

Los hinchas de Independiente parecieron sobreactuar el grito de “ole ole” en cada sucesión de pases de su equipo. El visitante, que le peleaba a River Plate el liderazgo del torneo, comenzó con mayor control de pelota en el primer tiempo, sin embargo, Boca, que miraba de lejos la punta aunque un mes atrás había ganado el Superclásico, contó con más situaciones de gol. Para desesperación de Bilardo, que en esa época tenía el tic de ajustarse la corbata, a su equipo le llegaron dos minutos fatales: a los 20 del complemento, Néstor Fabbri fue expulsado por tocar la pelota con la mano cuando ya estaba amonestado y, a los 21, Independiente convirtió el único gol del partido.

Irónicamente, al menos para el paladar de los dos entrenadores, el 1-0 fue de pelota parada, el mundo al revés. Centro pasado de Burruchaga, cabezazo en el segundo palo de Claudio Arzeno anticipándose a Néstor Lorenzo y arremetida de Francisco Guerrero en el área chica, entre Fernando Cáceres y Navarro Montoya. Según contaría Menotti al día siguiente, en una entrevista a Clarín publicada el martes 5 de noviembre, “no gritaba un gol desde 1979”. La confesión hacía referencia, 17 años atrás, para la selección juvenil que ganó el Mundial de Japón. Luego siguieron las expulsiones de Lorenzo (por insultar a un árbitro asistente) y de Pablo Rotchen, por lo que los últimos minutos del clásico se jugaron con nueve futbolistas de Boca contra diez de Independiente. El local (y el bilardismo entero) se quejó por dos supuestos penales no cobrados a su favor, uno del arquero Faryd Mondragón contra Latorre, aunque los medios de la época señalaron que el arbitraje de Roberto Ruscio fue correcto. Olé lo calificó con 7 puntos. “Después, al tiempo, fui a una escuela de periodismo y Ruscio me dijo ‘uno fue penal’. Yo no dije nada, ni siquiera en ese momento dije de los dos penales que no nos cobraron”, comentaría Bilardo.

 

 

Menotti dispuso los tres cambios al mismo tiempo, ya cerca del final del partido: Carlos Bustos, José Fabián Albornoz y Gabriel Álvez en lugar de Roberto Molina, Burruchaga y Guerrero. Independiente ganó 1-0 y a los pocos segundos, apenas terminado el partido, Bilardo entró en acción para evitar un cambio de camisetas entre Cristian Dollberg y Raúl Cascini, entonces en Independiente. El técnico de Boca, que tomó del brazo al volante y lo llevó varios metros hacia el vestuario, les prohibía a sus jugadores irse del campo de juego con la vestimenta de un rival. Según trascendió en las horas siguientes, le había puesto precio a la transgresión de esa regla: 30.000 pesos, o sea 30.000 dólares en la convertibilidad.
Bilardo dejaría de ser técnico de Boca 42 días después. Su némesis seguiría en Independiente hasta las cuatro fechas finales del torneo siguiente, cuando inesperadamente se fue a Italia, con su equipo muy cerca de ser campeón del Clausura (que volvería a ganar River). Para Independiente, que todavía ejercía una paternidad contra Boca, sería uno de sus últimos triunfos como visitante: de los 19 clásicos siguientes en la Bombonera, solamente ganaría dos más, 2-1 en 2009 y 5-4 en 2012, en épocas en que Boca le sacaría ventaja en el historial. Pero aquel domingo, más que el clásico entre los dos clubes que ganaron más Copas Libertadores, el duelo fue Bilardo-Menotti, tan único como ellos, los campeones del mundo.