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La Eurocopa de Suecia del 1992, el turno del «invitado de piedra»

 

Si hacemos un breve análisis a la historia del fútbol y a los elementos o situaciones que han desembocado en el momento actual en el que nos encontramos a nivel futbolístico, debemos tener en cuenta no solamente los factores socioculturales, o más concretamente y por ser directos, el hecho de que cierta gente vea el fútbol como un producto comercial a explotar, sino también los cambios políticos sufridos a lo largo de la historia del deporte rey.

Es en este punto donde queremos centrarnos para analizar lo sucedido en un torneo de fútbol de selecciones, por allá el año 1992, y que ofreció muchas sorpresas, producidas por los cambios políticos que se estaban produciendo por aquellos años. En aquella Eurocopa de 1992 celebrada en Suecia entre el 10 de junio de 1992 y el 26 de junio, participarían 8 selecciones de fútbol afiliadas a la UEFA, ya que hablamos del formato antiguo del torneo.

 

 

La federación de Yugoslavia, la cual había logrado la clasificación para este torneo, fue excluida debido al conflicto de los Balcanes. Debemos tener en cuenta que se había producido un bloqueo contra el país balcánico, el cual fue acordado por el Consejo de Seguridad de las Naciones Unidas. De este modo, una selección de grandísimo talento, que incluso llegó a viajar a Estocolmo para participar en la competición, no pudo demostrar su categoría futbolística. Este hecho político que salpicó el escenario futbolístico propició que la selección de Dinamarca, la cual había quedado segunda en el grupo de Yugoslavia, fuera invitada a participar en el campeonato europeo.

Este no fue el único elemento político que planearía sobre la tranquila Suecia en esas fechas de celebración futbolística, ya que otra selección en conflicto político se había clasificado, era la Comunidad de Estados Independientes, más conocida como CEI, selección formada por jugadores de la ya disuelta Unión Soviética. Esta federación fue creada en diciembre de 1991, para poder participar en la competición, y por tanto este combinado de jugadores que conformó la efímera federación, tuvo muy poco tiempo para preparar el torneo, y el resultado no sería el deseado.

 

 

El resto de las selecciones que participaron serían, Alemania, subcampeona del campeonato, Francia, Holanda, Escocia, Inglaterra y la anfitriona Suecia. Dinamarca, que como hemos comentado anteriormente, fue invitada ya la que se le colocaba el cartel de «invitado de piedra«, consiguió dar la sorpresa, gracias al trabajo de su técnico Richard Møller Nielsen, con su fútbol austero pero efectivo, que incluso se permitió el lujo de no contar con el mejor futbolista danés del momento, Michael Laudrup, que por desavenencias con el técnico no aceptó la invitación para participar en el torneo europeo.

 

 

En una fase de grupos decepcionante inicialmente, empatando con Inglaterra y perdiendo con la anfitriona Suecia, Dinamarca hizo saltar la sorpresa al ganar por dos goles a uno a la potente Francia, y eliminando en la tanda de penaltis a la imponente Holanda de Marco Van Basten y Ruud Gullit, en semifinales. De este modo, una selección que sin haber tenido tiempo para preparar un torneo de este nivel, y con la aureola de simple figurante en una superproducción de Cecil B. De Mille, se plantó en la final y logró derrotar a la imbatible Alemania occidental, que venía de conseguir el Campeonato del Mundo, por dos goles a cero, coronándose como la reina de Europa.

 

Crédito: Allsport UK

 

La escena futbolística no solo engloba lo que sucede en el terreno de juego, muchas veces la realidad social y política afectan de tal forma que propician un resultado final. Este es el caso de lo sucedido en Suecia el verano de 1992.

 

 

Como apunte final cabe destacar que en la Eurocopa de Suecia de 1992 se empezó a utilizar oficialmente el nombre de los jugadores en las camisetas. El odiado fútbol moderno ya afloraba.

 


Enrique Jerez López
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