En cualquier listado sobre «tuercebotas» de los años 90 que se precie, el nombre de Cristián Daniel Colusso aparece marcado en negrita. Pero, si bien su trayectoria deportiva no fue tan brillante como prometía, lo cierto es que la leyenda negra ensombreció su figura de sobremanera y de forma un tanto injusta.
A mediados de la década, Colusso (que compartía generación en las categorías inferiores de la selección albiceleste con Ibagaza, Biaggini, Sorín o Martín Posse) ya había debutado en la primera división argentina con apenas 17 años y su nombre empezaba a llamar la atención de los ojeadores de los más importantes clubes europeos. Por entonces, en Sevilla y para desgracia de la hinchada del Sevilla FC, Monchi era un habitual del banquillo en lugar de los despachos. El que se convertiría en unos años después en un afamado director deportivo, era en aquel tiempo el portero suplente del equipo y nada pudo hacer por impedir la formación de uno de los peores Sevilla de la historia: El “Sevilla de los 3000 millones”. Un apodo que no era en balde, puesto que aquel verano de 1996, llegaron a precio de oro a la ribera del Guadalquivir jugadores de dudosa calidad técnica como Marinakis, Oulida, Mornar o Jeličić.
Para redondear el equipo entrenado por José Antonio Camacho, el Sevilla apostó fuerte por un fichaje inesperado y relámpago, el de la joya del fútbol argentino: Cristian Colusso. Como no, el conjunto hispalense acabó bajando a Segunda División A. Pero siendo justos hay que decir que el joven argentino no tuvo demasiada culpa de aquel fracaso, es más, se podría decir que Colusso fue una víctima más del naufragio.
El delantero empezó la temporada siendo un habitual para Camacho. Jugando 5 de los 7 primeros partidos, dos de ellos como titular. Aunque no consiguió anotar ningún gol, atendiendo a las crónicas, sus actuaciones no fueron tan malas como parece indicar la leyenda que le precede. Y es que, en la desaparición de su nombre de los partidos y de las convocatorias, poco tuvo que ver el rendimiento deportivo. Su carrera se detuvo de golpe al saltar la noticia de que en su fichaje se habían falsificado firmas y sellos del club argentino al que pertenecían los derechos del jugador y que en la operación había una sobrevaloración muy llamativa. Comprado su pase a Rosario Central por $500.000, llegó al Sevilla por $1.700.000. El problema fue pasando por manos de la FEF, la AFA, la FIFA y, al fin, a la justicia ordinaria.
Colusso siguió en Sevilla sin poder jugar. Entrenaba con el filial mientras asistía desde la barrera al declive de su carrera y, como él mismo decía, su propia vida. Pasó 4 años en tratamiento psicológico, intentando digerir las interminables trabas judiciales que iban minando su moral. Rota su progresión, cuando su caso se resolvió, aquella promesa del fútbol acabó convirtiéndose en un futbolista de gira constante: México, Inglaterra, Italia, Argentina, Argelia, Ecuador, Chile, Venezuela… En ningún sitio mostró lo que podía haber sido o apuntaba a ser. Quedó enterrado por el oscuro entramado que rodea a los traspasos de los futbolistas y cubierto por halo de calamidad que lo ha convertido en inmortal en la memoria de los futboleros. Colusso se convirtió en un antihéroe “por contrato.”
José Quesada Jiménez
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