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Sergio Zárate en el Ancona Calcio 1905

 

Sergio Zárate desembarcó en la exigente Serie A de la temporada 1992-1993, concretamente en el debutante Ancona Calcio 1905, como la gran estrella del conjunto biancorosso. La participación del exinternacional argentino se reduciría a tan solo 11 partidos, dos goles y 447 minutos de juego, siendo una de las mayores decepciones del fútbol italiano de los años 90.

Y es que las expectativas eran máximas en plena ambiente de euforia, y es que el verano de 1992, con el mítico empate in extremis del 7 de junio contra el Bolonia, el Ancona Calcio 1905 obtuvo el primer ascenso de su historia a la Serie A. El propietario Edoardo Longarini, tras el emocionante acontecimiento, quiso dar más emociones intensas a su afición y se puso manos a la obra para traer un crack de nivel internacional al Estadio del Conero. La elección era clara, un joven delantero del Mónaco, cuyos goles en la Ligue 1 fueron más que prometedores: George Weah.

 

 

El presidente del Ancona ofreció al conjunto de Wenger cuatro mil millones, los monegascos pidieron cinco, ignorando, sin embargo, que el delantero liberiano nunca estuvo realmente en las posibilidades de su club. De hecho, la oferta de Longarini desencadenó una subasta que ganaría el PSG al hacerse con los servicios del futuro Balón de Oro por por 7.000 millones de liras, lejos de las 4.000 que ofreció Longarini.

El equipo de las Marcas, necesitado de un delantero, lo intentó primero con el Nápoles ofertando por Silenzi, aunque llegó el húngaro Detari, procedente del Bolonia, y por 5.000 millones de liras, una más de lo que el Ancona habría pagado por Weah. Después llegó Sergio Fabián Zárate «El Ratón», procedente del Núremberg. Pelo largo y rizado, rápido de movimientos y de ejecución, criado en Vélez, Zárate era uno de los favoritos de la afición del Núremberg, en particular por ser uno de los héroes de la victoria por 3-1 sobre el Bayern de Múnich unos meses antes de su fichaje por el Ancona. «Es mi regalo para Ancona», dijo Longarini en su presentación.

 

 

Con un rostro vagamente indio y melena al viento, en su tierra natal le apodaban «El Ratón», no por su parecido con un ratón, sino por la astucia que demostraba en el área. Por desgracia, aquella astucia ficticia nunca se dejó notar en Ancona. El rendimiento de Zárate fue poco convincente y el equipo, probablemente no equipado para aquella Serie A, acumuló una mala derrota tras otra. El 25 de octubre de 1992 llegó la única campanada de una temporada más que anónima.

El Foggia de Zeman se presentó en el Dorico para disputar un partido que pasaría a la historia de los biancorossi: acabó 3-0, con un doblete del «Ratón» Zárate, que dio a su equipo la primera victoria de su historia en la máxima categoría. El argentino parecía estar en estado de gracia: a los pocos minutos se encontró cara a cara con el defensa extremo rival, lo superó con un bonito toque y lo introdujo en la red. Luego se permitió la alegría del segundo gol con un disparo desde fuera del área, tras un regate con la derecha. El tercer gol llevaba una firma ilustre: era, de hecho, el único gol en Italia de Óscar Ruggeri. El veterano argentino, campeón del mundo en 1986, había sido el otro gran refuerzo estival puesto a disposición del seleccionador Guerini.

Lamentablemente, Sergio Zárate no volvería a ver puerta aquella temporada. En cambio, sería torturado por la afición y la prensa, por sus actuaciones cada vez más mediocres, que le valdrían, ser considerado uno de los peores fiascos de la Serie A italiana de los 90. Al final de la temporada, dado el magro botín y el descenso del equipo dórico a la Serie B, «El Ratón» regresó a Núremberg, donde empezó a marcar de nuevo con cierta frecuencia. A pesar de su más que fugaz aparición en Italia, el argentino entró por derecho propio en la memoria futbolística colectiva: para la gente de Ancona permanecerá en los almanaques como el matador de la primera victoria en la Serie A, para todos los demás encarnará para siempre el prototipo de la promesa fallida. Sería su hermano menor, Mauro Matías, quien devolvería el lustre al apellido Zárate en Italia, cuando empezó a deleitar al público del Olímpico biancoceleste en 2008.