En noviembre de 1998 River Plate hizo historia pagando entre 25.000 y 30.000 dólares por el pase de un alevín de tan solo 9 años, Gerardo Castro, nacido un 5 de enero de 1989. El pequeño guardameta creció en un suburbio de Buenos Aires llamado Grand Bourg, y destacaba por su corpulencia y talento extraordinario a tan temprana edad.
«Es la primera vez en la historia que el River contrata a un jugador de nueve años», reconoció un directivo del club, Norberto Álvarez. «River ha contratado al chico por 10.000 dólares. Es un dinero que pagamos al padre, una cifra insignificante para ayudarlo en los gastos de transporte, educación, etc. Ahora el jugador es nuestro». Álvarez relataba entre vaguedades que luego apareció un representante «que no tiene nada que ver con el club» y le pagó al padre, un mecánico llamado José Castro, entre 25.000 y 30.000 dólares por los derechos del pase.
El marco legal argentino, protector del menor, hacía y hace de estos contratos mero papel mojado: por más dinero que cobre el progenitor, la patria potestad es intransferible. José Castro afirmó a Clarín que «firmó» un contrato «con una persona que trabaja como nexo entre el River y el club» de barrio en el que jugaba su hijo, el Estrella de Maldonado.
Aunque los directivos de River nunca lo vieron jugar, se fiaron de sus ojeadores de fútbol infantil. Estos aseguraban que «representa más de la edad que tiene», que posee una buena pegada y un extraordinario dominio del balón. Gerardo pasó a estudiar en el colegio del River, en el estadio Monumental, entrenándose con los infantiles.
¿Triunfó Gerardo Castro? No, nunca llegó a disputar competiciones profesionales y dejó el fútbol a muy temprana edad.