Iván Zamorano fue uno de los mejores delanteros de la historia de Chile, capitán de la “Roja”, y su cuarto máximo goleador histórico. Además de ser uno de los pocos afortunados en haberle marcado un hat-trick al FC Barcelona, ser el primer chileno en vestir la elástica madridista y compartir vestuario con Ronaldo Nazario en el Inter de Milán.
A lo largo de sus 18 temporadas en la élite logró numerosos reconocimientos. En su etapa en La Liga consiguió ser pichichi cuando militaba en las filas del Real Madrid, siendo aquella misma temporada la de su explosión. Rodeado de críticas consiguió ponerse la gente en el bolsillo por medio de los goles. Pero hay ocasiones en la vida de un futbolista que se viven episodios inimaginables, y después de ese gran momento goleador vivió el inicio de una sequía goleadora que empezó el 5 de diciembre de 1993 y terminó después de 19 partidos, a la que se sumó una desesperante cifra de tiros al palo.
Su salida del Real Madrid se hace oficial el verano de 1996, y su proyección sigue en Italia en las filas del Inter de Milán. Con los nerazzurri plasma todo su potencial y calidad por medio de los goles de bella factura que le consolidaron como el referente en la punta de ataque, llevando el dorsal número 9 a la espalda. El problema llega la temporada siguiente, cuando aterriza en el equipo uno de los máximos talentos de aquel entonces, Ronaldo Nazario.
La llegada de Ronaldo al club fue para él, todo un impulso emocional en su carrera. Él mismo, sabía que no podía dejar a una estrella como Ronaldo, sin el nueve que merecía. Este número se reserva para el delantero centro del equipo como señal de referencia. Así que en señal de respeto y sin pensarlo dos veces, le prestó el dorsal por decisión propia. Aunque con algún que otro remordimiento.
Él mismo consideraba que era un grandísimo delantero y no podía quedarse con un número cualquiera. Quería lucir un nueve, como hiciera falta. Así que empezó a darle vueltas a la cabeza para tratar de conseguirlo como fuera. Probó varias combinaciones, pero ninguna fue capaz de convencerle. Hasta que dio con la tecla. Algo que no se había hecho nunca. Que posiblemente a nadie se le hubiera ocurrido si no fuera un genio como él. Se planteó llevar el número 18 pero con una variante. El dieciocho por separado suma un total de nueve algo que le sonreía a “Bam Bam”. La variante que añadió fue el símbolo de la suma. Un signo para que todo el mundo viera que él también vestía el nueve. Consultado por su club al comité de competición tampoco encontraron ninguna pega. Así que Iván Zamorano ya lo había conseguido. Simular aquel nueve que tanto le había acompañado.
Con el problema resuelto, la dupla de ambos delanteros podría ser imparable. Así sucedió la misma temporada que estuvieron juntos. Alzaron la Copa de la UEFA con una gran actuación en la final. Uno de los tres goles que le endosaron a la Lazio en la final, fue del propio Iván Zamorano.
Convivieron juntos durante cuatro temporadas en las que formaron una dupla aplastante. Con la vuelta de Massimo Moratti a la institución, el club ligó a magníficos futbolistas como: Zanetti, Simeone, Iván Córdoba o Baggio. El equipo logró dar muy buena imagen aunque no acabó de dar su explosión final debido a la falta de títulos. Coincidió con una final perdida ante el Schalke 04 y buenas posiciones en la competición doméstica, pero no fue suficiente como para conseguir un proyecto ganador además de tener grandes estrellas a nivel individual.
Zamorano disputó cuatro campañas completas en Milán. Inició la quinta en la 2000/01, pero solo jugó cuatro partidos oficiales, yéndose en el mercado de invierno al América mexicano. Siguió disfrutando del fútbol, ya en un segundo plano, alejado de los focos mediáticos para que en 2003 disfrutara de su última experiencia en el Colo-Colo.
Colgó las botas con 35 años y más de 600 partidos oficiales. Anotó cerca de 300 goles, pasando por la selección chilena y grandes clubes a nivel internacional. Su calidad y sus prestaciones técnicas como su olfato de gol dejaron numerosos recuerdos en los aficionados al fútbol. Su anécdota con la camiseta del Inter todavía se recuerda como un gesto brillante y humilde que tuvo Zamorano para que la convivencia de estrellas funcionara mucho mejor.
Álvaro Ramírez