Vladimir Beara fue todo un líder bajos palos de la selección «plavi» en las décadas de los 50 y los 60, llegando a disputar hasta tres Mundiales con la selección absoluta de Yugoslavia además de conseguir la plata en los Juegos Olímpicos de 1952. Con un estilo repleto de rapidez y elasticidad gracias a las lecciones de baile que recibió de pequeño. Fue un portero espectacular y eficaz, con un potente salto y una descomunal velocidad de reacción a la altura de otras leyendas socialistas de la época como el húngaro Gyula Grosics y el soviético Lev Yashin. El 11 de agosto de 2014 falleció en Split a la edad de 85 años.
Beara fue la máxima representación del talento balcánico bajo palos, que siempre abundó de sobremanera. Desde el pionero Dragutin Vrdjuka, a Milovan Jaksic; desde el espectacular Franjo Glazer al gigantesco Srdjan Mrkusic; desde el acróbata Milutin Soskic al seguro Blagoje Vidinic… Por no citar a Ivan Curkovic, Ilija y Dragan Pantelic, el felino Enver Maric o Dragan Mutibaric.
Quien mejor describió a Vladimir Beara fue el ya difunto Bernard Vukas, el legendario delantero centro del Hajduk y de la selección «plavi» en los años 50, «Beara fue mejor que Gyula Grosics, Gordon Banks y los grandes metas de la época. No puedo olvidar sus paradas, fuera del alcance de los guardametas mortales». El apodo de «Gran Vladimir» llegó como un reconocimiento de la prensa londinense tras la magnífica actuación de Beara en el amistoso Inglaterra-Yugoslavia disputado el 22 de noviembre de 1950 en el estadio Highbury. A sus 22 años, volaba desde un palo al otro. El choque terminó empatado a dos, pero el joven meta balcánico no tuvo la culpa en ninguno de los goles.
El hombre de goma
Vladimir Beara nació en la pequeña localidad de Zelovo, cerca de Sinj (Croacia), el 2 del noviembre de 1928. Cuando su padre obtuvo trabajo en la policía de Split, toda la familia se trasladó a la costa adriática, donde Vladimir estudiaba para electricista y acudía a la escuela de baile. Precisamente los ejercicios de baile le ayudaron a conseguir una increíble elasticidad en su cuerpo. La casa de Beara estuvo a un paso del viejo y legendario estadio del Hajduk, toda una institución en el fútbol croata, puesto que fue fundado en 1911. Un día de 1946, al lado del césped, Vladimir Beara seguía la sesión del primer equipo del Hajduk, cuando el legendario lateral derecho Jozo Matosic se le acercó para pedirle que se situara como portero. «No tengas miedo, que no te vamos a chutar fuerte». Vladimir se colocó bajo los palos, con tanto éxito que le invitaron a que volviera el día siguiente. Así empezó curiosamente la carrera del mejor guardameta yugoslavo.
Beara tuvo la suerte de trabajar con Luka Kalitema, aquel lobo viejo del Hajduk que pulía a las jóvenes promesas. Un tiempo después, debutaba en el mejor equipo del Hajduk el 12 del octubre de 1947, contra el Mornar. A lo largo de su estancia en el Hajduk (1947-55), Beara se convirtió en el mejor arquero balcánico y uno de los mejores en Europa. Disputó 308 encuentros con la elástica del conjunto de Split y encajó 139 goles. Ganó tres Ligas yugoslavas (1950, 52 y 55). El ‘hombre de goma’, la ‘pantera negra’, el ‘bailarín con manos férreas’… Muchos eran los apodos de Beara. Él mismo reconoce que su encuentro favorito en el Hajduk tuvo lugar en la temporada 1954/55, contra el Partizan de Belgrado, cuando detuvo un penalty a Zlatko Cajkovcki que valió una Liga.
El traidor del Hajduk
Pese a haber sido un jugador clave, a Beara nunca le trató bien la afición y la junta directiva del conjunto de Split. La razón principal de esa animadversión era de origen racista, ya que Vladimir no era nativo de Split, py le llamaban «Vlar, un sobrenombre injurioso para todos los novatos que venían del campo. Le acusaban de estar loco y le insultaban. Beara solía decir que tanto los técnicos como los compañeros del equipo le coartaban su creatividad; estos, por su parte, le reprochaban que jugara mucho mejor en la selección que en el Hajduk. La gota que colmó el vaso de la paciencia del portero fue la celebración del título de 1955: nadie mencionó su nombre entre los héroes. Tras esa polémica, en Belgrado le recibieron con los brazos abiertos. Su marcha al Estrella Roja provocó una explosión de rabia en Split. Este hecho marcó las relaciones entre estos dos clubs, que posteriormente se convirtieron en los abanderados del nacionalismo de cada país.
Beara pasó cinco temporadas en el Estrella Roja (1955-60), y en 174 partidos encajó 83 goles, para conquistar cuatro Ligas (1956, 57, 59 y 60) y dos Copas (1958 y 59). Con siete Ligas y dos Copas en total, Beara aun a día de hoy es el jugador con más trofeos en la historia del fútbol yugoslavo. En cuanto a sus relaciones con el Hajduk, insistía en no jugar en Split contra su ex club, y los directivos del Estrella Roja lo aceptaban sin discusión alguna. Los más fervientes seguidores del Hajduk nunca perdonaron la marcha de Beara al Estrella Roja. Sencillamente, para ellos él fue un traidor; y los traidores, como los héroes, trascienden los límites del tiempo y de la memoria colectiva.
Tito le dio el pasaporte
Después del Mundial en Suecia 1958, Beara quiso continuar su carrera en el extranjero, pero precisamente aquel año, Yugoslavia prohibió la salida al extranjero de todos sus jugadores. Tres años más tarde Beara volvería a solicitar la libertad, pero como no se la dieron, se dirigió directamente al presidente yugoslavo, el mariscal Tito, quien ordenó su marcha. Beara firmó por el Alemania de Aachen, y en este club pasó dos temporadas (1961/62 y 62/63), convirtiéndose en el mejor de su historia. El veterano portero balcánico demostró todas sus cualidades, pero dos fracturas de tibia le obligaron a abandonar el fútbol en 1964 pese a las ofertas que tenía tanto desde Alemania como Holanda. Con el diploma de entrenador empezó una nueva pero también fructífera etapa en su vida.
Con su retirada atrás quedaron 59 partidos con la selección nacional yugoslava entre 1950 y 1960, su participación en los Juegos Olímpicos de verano de 1952 y en tres Copas del Mundo: la de 1950, la de 1954 y la de 1958. En 1953, Beara fue uno de los cuatro jugadores yugoslavos del Once de Estrellas Mundiales de la FIFA que jugó un partido de exhibición contra Inglaterra; el partido terminó en empate 4-4, con Beara recibiendo solamente un gol.
Mirko Stajnic