40 grados de temperatura, minuto cinco del partido entre Bélgica y Arabia Saudí en el RFK Stadium de Washington. Saeed Al Owairan intercepta un balón en el centro del campo, unos 15 metros por detrás del círculo central, y así empieza a transcurrir posiblemente el gol más espectacular del Mundial de Estados Unidos de 1994.
Ese 29 de junio el mundo entero pudo apreciar a la perla del fútbol árabe, que lideró los saudíes en una de las campanadas del campeonato, al vencer a la Bélgica de Michel Preud’homme, Luc Nilis, Marc Degryse, Enzo Scifo y Marc Wilmots, entre otros, para colarse en octavos de final. Una espléndida galopada de más de ochenta metros sorteando rivales como si la vida le fuera en ello.
Finalmente y por desgracia, la actuación del delantero saudí en el Mundial de Estados Unidos no le sirvió de trampolín a Europa, y eso que ofertas no le faltaron, en especial de la liga francesa, después de también coronarse futbolista del año en Asia. Las estrictas normas proteccionistas de Arabia Saudí impedían que los futbolistas emigrasen y Saeed fue obligado a permanecer en su país pese a su enorme calidad, y su fino olfato goleador demostrado defendiendo los colores del equipo de su vida, el Al-Shabab (163 partidos y 58 goles en liga, al final de su carrera).
Tal fue el desengaño de aquel joven Al Owairan que decidió optar por la rebeldía antes las autoridades, protagonizando dos desagradables desencuentros con el club de su vida. Uno dejándolo tirado a media temporada tomando por su cuenta dos semanas de vacaciones sin permiso para disfrutar de los encantos de Casablanca; y el segundo durante el mes del Ramadán de 1996 cuando fue arrestado por el Cuerpo Especial de la Policía Moral Saudí tras ser visto consumiendo alcohol en un club nocturno con mujeres de nacionalidad rusa durante una concentración del equipo en El Cairo. Seis meses de cárcel y un año de suspensión futbolística por “conducta no musulmana” fueron su castigo.
Las autoridades saudís de esta manera le impidieron disputar la Copa Asiática de aquel año celebrada en Emiratos Árabes Unidos, y tampoco pudo formar parte de los compromisos de la selección para conseguir el pase al Mundial de Francia de 1998. Sin embargo, tras el pase de los saudís a la fase final, llegó la moratoria de su castigo y con un marcado sobrepeso y con problemas psicológicos, regresó al Al-Shabab y el brasileño Carlos Alberto Parreira (entonces técnico del equipo nacional) lo acabó convocando para la fase final. Al Owairan no pudo anotar goles ni marcar las diferencias en la fase de grupos del Mundial de Francia y finalmente su estrella se apagó por completo, retirándose un año después.
Actualmente Saeed Al Owairan está considerado como el futbolista con más talento surgido de su país y el mejor jugador de la historia de su selección con 24 goles en 75 partidos.