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Rui Costa en el Benfica

Rui Costa es considerado como uno de los grandes íconos de la historia del SL Benfica, no solo por su exitosa carrera como futbolista, sino también por su dedicación y pasión por el club, del cual actualmente es su presidente. Apodado «El Maestro» e «Il Musagete», era un centrocampista ofensivo, especialmente conocido por su excelente técnica, capacidad de creación de juego y olfato de gol, valores que también le sirvieron para convertirse en una de las mayores estrellas de la Selección de Portugal.

En su primera etapa en O Glorioso (1991–1994), disputó 111 partidos oficiales y anotó 19 goles. Un período en el que fue parte fundamental de la conquista de la Primeira Liga durante la 1993–94 y de la Supertaça Cândido de Oliveira en 1991. En la segunda etapa (2006–2008), jugó 67 partidos y marcó 11 goles, sumando un total de 178 partidos y 30 goles, aunque su influencia fue menor.

 

 

Nacido en Damaia (Amadora) un 29 de marzo de 1972, a sus cinco años empezó a jugar a futbol sala en el Damaia Ginásio Clube y cuatro años después participó en las pruebas de acceso al Benfica. La influencia del futsal en su estilo de juego se manifestó siempre en su estilo de juego, siendo capaz de resolver en espacios pequeños y actuar con la máxima velocidad de cálculo para elegir la mejor opción de pase. Su salto al fútbol once con el Benfica fue relativamente fácil, y es que se dice que en menos de diez minutos de entrenamiento, la leyenda portuguesa Eusébio, que supervisaba a los jóvenes talentos, quedó impresionado con él.

 

 

Hasta 1990, jugó en las categorías inferiores del club lisboeta, y antes de dar el salto definitivo al primer equipo fue cedido al Associação Desportiva de Fafe, donde participó en 38 partidos de la temporada 1990-1991, marcando 6 goles. La siguiente temporada debutó oficialmente con las águilas en 1991, bajo la atenta mirada de Sven-Göran Eriksson, en una plantilla que aún respiraba el eco de otros tiempos mejores. Rui no tardó en hacerse un hueco entre figuras como Valdo o Isaías. Con una zurda casi pedagógica, era capaz de dividir defensas con un pase y unir líneas con una pausa. Su etapa inicial en el Benfica no fue la más laureada en términos de títulos, pero sí en términos de identidad. Fue parte del equipo que ganó la Primeira Divisão en 1993-94, un oasis en medio del creciente dominio del Oporto. Rui fue el arquitecto silencioso de aquel campeonato, el intérprete perfecto del fútbol fluido y elegante que tanto anhelaba la hinchada encarnada. Sin embargo, Portugal quedaba pequeño para su talento, y en 1994, fue traspasado a la Fiorentina, donde su leyenda creció junto a la de su inseparable Gabriel Omar Batistuta.

En 2006, con la vitrina repleta de experiencias en Florencia y Milán, decidió volver a su casa, al Benfica. Ya no tenía la velocidad de antes ni el físico de sus días en San Siro, pero le bastaba con su lectura del juego para seguir siendo diferencial. Cada toque suyo era una lección de timing; cada cambio de juego, un guiño a los puristas. Su segunda etapa, esta vez como veterano, fue más emocional que competitiva. No vino a ganar títulos, sino a cerrar un círculo, y se acabó retirando en 2008 entre lágrimas, aplausos y la certeza de haber sido fiel a sí mismo y al club que lo vio nacer.