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Robbie Fowler, el terror de Toxteth

 

Cuando en invierno de 2005 le preguntaron a Rafa Benítez por qué apostaba por el retorno a Liverpool de Robbie Fowler, respondió de forma clara: «Estamos ante una leyenda de este club, tenemos que ser conscientes de su influencia positiva. Nunca había visto a nadie tan entusiasmado con la idea de volver a casa». Considerarlo una «leyenda», denota la magnitud del personaje. Conectar con Anfield no es fácil, hacerlo desde el día en que debutas es un sueño al alcance de algunos elegidos. Para que la grada «The Kop» te bautice con el apodo de «God» (Dios) no solo hay que rendir bien sobre el césped, debes ser uno de ellos, la extensión en el campo de un aficionado cualquiera, sufrir con las derrotas y enloquecer con las victorias. Sangre «red» bombeando en los ventrículos, para regar el alma de un club que necesitaba nuevos referentes. Son pocos los que logran la sinergia perfecta, pero los que lo logran crean un vínculo eterno, tan grande, como el que tuvo lugar con Robbie Fowler.

Nacido en Liverpool en 1975, creció en el barrio de Toxteth, donde el pequeño Robbie, simpatizaba con el Everton. Una lealtad que cambió a sus 11 años, cuando los observadores de los «reds» le sedujeron para ingresar en su academia. El joven Fowler empezó a destacar por su facilidad para golear, circunstancia que le llevó a devorar récords de anotación en las categorías inferiores. Obviamente en el club, conscientes del talento que tenían entre manos, le presentaron un contrato profesional que Fowler firmaría en el año 92. Poco después en el 93, Graeme Souness le daba la alternativa, y con solo 17 años debutaba con el primer equipo en un partido de Copa de la Liga contra el Fulham. Empezó a tener continuidad, la grada estaba entusiasmada con la nueva estrella emergente y la prensa inglesa, en una costumbre tan propia como antigua, bautizaría al joven como «Toxteth Terror«.

 

 

Crecía la popularidad y aquel éxtasis colectivo no era para menos. En su primera temporada completa, Fowler acababa como máximo goleador del equipo con 18 goles, estableciendo además un nuevo récord, consiguiendo marcar en menos de 5 minutos el hasta entonces hat-trick más rápido de la historia de la Premier. El nombre de Robbie Fowler pasaba a ser reconocido en toda Europa, mostrándose como un delantero terrible, que suplía su poca corpulencia con habilidad, picardía y oportunismo.

Imprevisible y con un disparo potente desde lejos, transmitía pasión a la grada en cada celebración de gol, en la 94-95 cuando superaba los treinta y contribuía a levantar la Copa de la Liga; además, era galardonado con el premio al mejor jugador joven del año, un galardón que repetiría en la 95-96 donde el muy animal también superaría los 30 goles, cifra que copiaba en la 96-97 donde el equipo se quedó a las puertas de ganar el título de Liga.

Una temporada que se convertiría en el jugador más joven de la historia del club en alcanzar los 100 goles defendiendo su camiseta, superando a un mito como Ian Rush. Un año, donde también sería galardonado con un premio al fair-play, por lo que pasó en un partido disputado en Highbury. El árbitro señaló una «pena máxima» a favor de los «reds» en una jugada entre el delantero y el portero del Arsenal David Seaman. Después de pitar el penalti, Fowler se levantó y se dirigió al colegiado insistiendo en el hecho de que se había «tirado a la piscina» ¡que no lo habían tocado! Instándole a considerar su postura. No le hizo caso el árbitro. Tiró el penalti y lo falló expresamente, chutando flojo y a desgana.

Por cosas como esta la gente le adoraba, y le perdonaba que comenzara a coquetear peligrosamente con la noche, el alcohol y las prostitutas, tal como publicaba The Mirror, con fotos comprometidas y algún escándalo más o menos importante fuera de horas. Orgías acompañado de su inseparable amigo Steve McManaman, vestidos ostentosos de Armani color beige, borracheras que se iban de las manos, bromas de dudoso «divertimento» y peleas en pubs ingleses donde corrían ríos dorados de cerveza rubia …; «rumore, rumore» esparcidos por una prensa amarilla, que se ensañaba con el jugador acusándole de cierto bajo rendimiento durante la 98-99; una temporada que coincidió con la llegada al club de Gerard Houllier, con el objetivo de darle forma a un nuevo proyecto que a la vez frenara el desbarajuste y la fama de noctámbulos que perseguía también a buena parte de una plantilla que ese año terminaría en séptima posición.

 

 

Nos encontramos en la temporada 99-00, Fowler enlaza un par de lesiones importantes, un periodo que coincide con la eclosión en el club de un joven goleador de gran talento como Michael Owen. Esto significaría una reducción importante en el peso dentro del equipo para «The Terror«. Le costó mucho ese año, jugó pocos partidos pero dejó huella, goles y polémica … En un derby contra el Everton en Goodison Park, la afición «tofee» llevaba todo el partido recordándole con cánticos provocadores lo que publicaba la prensa, acusándolo de tomar cocaína. El delantero marcó de penalti. En la celebración del gol, se dirigió hacia la línea que delimita el terreno de juego, se agachó, y simuló que esnifaba la raya de cal ante los seguidores estupefactos.

Una imagen delirante que daría la vuelta al mundo y le valdría 4 partidos de sanción. Así era «God», de espontaneidad imprevisible. Cabe decir, que siempre ha mantenido que nunca tomó cocaína. Después de este episodio, el delantero se teñiría el pelo de un amarillo horroroso y marcaría algunos goles más, pero ya  empezaba a hacerse evidente la poca sintonía con Houllier, relegándolo este a un segundo plano y otorgándole un papel de revulsivo. Unos signos que indicaban el nuevo paradigma de Fowler dentro del equipo. Una premonición de lo que vendría más adelante.

 

 

Llegamos a la temporada 00-01, el inglés plenamente recuperado y nombrado uno de los capitanes juega muchos partidos. Por el contrario, entra a menudo en una política de rotaciones donde nunca se sentiría cómodo, alternando titularidades y suplencias con un delantero de perfil muy diferente como Emile Heskey. Una circunstancia que le costó mucho de aceptar, acostumbrado durante las últimas temporadas a ser el referente ofensivo absoluto de los «reds». A pesar de ello y a los continuos rumores de marcha del delantero que sobrevolaban Anfield, Fowler no hace un mal año en absoluto.

Individualmente marcaría 17 goles que contribuirían a que el Liverpool ganara un triplete de títulos histórico con la FA Cup, la Copa de la Liga, y la recordada final de Copa de la UEFA contra el Alavés de Javi Moreno, Jordi Cruyff o Delfí Geli, donde los «reds» con unos jovencísimos Owen, Carragher y Gerrard de titulares, ganarían por 5-4, y donde Fowler marcaría el 4-3 saliendo desde el banquillo entrada la segunda parte. (Permitidme deciros, que este ha sido uno de los mejores partidos y más vibrantes que he visto en mi vida).

 

 

En verano de la 01-02 el Liverpool, se proclama campeón de la Supercopa de Europa tras doblegar al Bayern. Un trofeo levantado por el delantero inglés, que volvería a jugar un ratito en un partido importante partiendo desde la suplencia. En el mercado de invierno, lo que venía siendo un rumor se hizo realidad, y «The Kop» se quedó sin su «God», que se marchaba traspasado al Leeds contra su voluntad, a cambio de once millones de libras esterlinas. Los principales periódicos Británicos empezaron a inundarse con cartas de seguidores apoyando al de Toxteth, muy indignados con la venta. En los partidos, los aficionados entonaban cánticos en su honor «un Dios sí, ¡¡pero jamás olvidado!!», en un inglés nativo mucho mejor que el mío.

En Leeds no terminó de funcionar y un año y medio después fichaba por el City, donde a pesar de marcar goles tampoco fue el delantero extraordinariamente determinante que había sido en el club de su ciudad natal. Hasta que, después de tres años en Manchester, y como hemos recordado al principio, Rafa Benítez, lo recuperaría para la causa en Liverpool. Jugaría un año y medio, y aunque no volvió a ser el mismo en cuanto a rendimiento, aportó experiencia a los jóvenes y fue muy feliz de poder despedirse de la afición con los honores recíprocos que merece la historia de amor de un futbolista que lo ha sido todo para Anfield. Una leyenda que volvió a decir hasta pronto en 2007, dejando atrás más de 300 partidos y 155 goles para los «reds».

 

 

Aquel verano firmaría por Cardiff City donde jugaría una temporada, para posteriormente fichar y tener un paso efímero por el Blackburn Rovers. En 2009 hacía las maletas y ponía rumbo a Australia. Rendiría a buen nivel y estaría dos temporadas, en North Queensland primero y el Perth Glory después. Ya con 35 años, emigraba a Tailandia para colgar las botas en el exótico Muangthong United.

Personalmente recordaré a Fowler en el Liverpool, como el actor de una película con aire Tarantinesco. Me quedo con la parte que tuvo el favor de la crítica y el elogio del director, aquella en la que interpretó a un hombre extravagante y de éxito precoz. Un asesino furtivo en el área, el malo sin maldad que acabó siendo entrañable. El personaje preferido de un público que soñaba con reencarnarse en él. La ironía del humor británico con situaciones de alto contenido emocional. Una saga genial con dos secuelas, donde el guión, el escenario y la puesta en escena se alinearon, para hacer del filme, un thriller apasionante y una pieza clásica del mejor cine de los 90.

 

 


Oscar Flores Lopez
@Oscar_Fleurs