Pablo Aimar se convirtió en una pieza fundamental del River Plate de finales de los 90, marchándose a Europa con un excelso currículum en el fútbol argentino pese a su temprana edad: 22 goles en 84 partidos, ganador del torneo Apertura de 1999 y Clausura del 2000. A ello había que sumarle su estatus de internacional absoluto con Marcelo Bielsa, y campeón en 1997 del Sudamericano Sub-20 de Chile y el Mundial Sub-20 de Malasia.
Una primera etapa en el Millonario, donde destacaría jugando al lado de estrellas del fútbol internacional como Ariel Ortega, Marcelo Gallardo, Hernán Crespo, Marcelo Salas, Javier Saviola, Matías Almeyda o Enzo Francescoli, entre otros. Desgraciadamente, su retorno en 2015 no se convirtio en el cuento de hadas esperado, y su vuelta se redujo a tan solo 2 partidos en los que no pudo anotar ningún gol y se retiró por primera vez del fútbol en activo.
Pablo Aimar nació la madrugada del 3 de noviembre de 1979 en Córdoba y gracias a su padre Rodolfo, exfutbolista amateur, empezó de bien pequeño a conocer el mundo del fútbol. Un año antes, la selección argentina había ganado su primera Copa del Mundo, y fue llamado Pablo, como quería la madre, pero también César, en homenaje a César Menotti, el seleccionador de Argentina por aquel entonces.
Se formó en las divisiones inferiores de la Asociación Atlética Estudiantes de Rio Cuarto, junto a su hermano, para posteriormente mudarse a Núñez el febrero de 1994. En un principio a Pablito le costó optar por vivir solo en Capital Federal, simplemente quería probarse en River Plate, pero lo hizo sin altas expectativas. Tampoco las tenían sus padres. El plan inicial era ir, jugar y volver a terminar el secundario en su ciudad natal. River Plate lo aceptó, aunque el jugador se hizo finalmente atrás y volvió a Estudiante de Rio Cuarto. “Venía de una charla con mi viejo, que me dijo ‘hay un millón como vos. Andá, disfrutá, conocé la cancha de River, conocé el club. Disfrutá que te vas a medir con chicos que juegan en AFA’. Era totalmente diferente a lo que nosotros jugamos en el Interior, otro nivel, obviamente. Después de esa primera práctica, me dicen que me tengo que quedar, que hable con mis viejos, que me manden los papeles del colegio. Realmente no era mi idea quedarme, así que no fiché”.
En septiembre de 1994, aquel fanático de Néstor Gorosito recibió la visita del entrenador de selecciones juveniles, José Néstor Pekerman, que le ofreció formar parte de la convocatoria para el Mundial Sub 17 de 1995 en Ecuador. «Me acerqué a él y a un grupito de esos chicos y les dije: ‘Hola, soy el seleccionador del equipo juvenil de Argentina. Me gustaría invitarlos a Buenos Aires a que participen en la selección’. Aimar fue el más reticente de todos. Me dijo: ‘¿Pero usted cree que yo puedo ir a la selección? Yo no soy tan bueno’. Pablo César tenía en aquel momento 14 años y le sucedía algo que también le había pasado a Redondo en Argentinos Juniors: no sabía si dedicarse al fútbol o estudiar. Cuando hablé con su padre para saber por qué tenía ese temor, cuando normalmente los chicos reaccionan al contrario, supe su historia. El padre de Aimar había sido un gran futbolista, muy conocido en la zona, pero que nunca había salido del fútbol regional. Había habido una resistencia a seguir un camino que pensaban que no era para ellos. Algunos chicos temen que como profesionales no podrán disfrutar del fútbol haciendo cosas como tirar caños. Pero su padre lo comprendió inmediatamente y Pablito se fue a vivir a Buenos Aires. Le dije que viniera a la Selección como un turista. Que venga a visitar y jugar. Le comenté que los pibes iban a querer jugar con él y que se iba a integrar. Le comenté que se podía quedar hasta el día que quisiera. Si se sentía mal, se podía ir, pero no quería que perdiera la oportunidad. Ahí estaban el mejor de River, Boca, San Lorenzo, Lanús, Newell’s… Y en ese momento me dijo que iba a ir. Lo que pocos saben es que Aimar jugó el Mundial Sub 17 de Ecuador con 15 años y sin pertenecer a ningún club, y Argentina terminó tercera con la FIFA queriendo darle el premio al mejor gol del torneo. Había sido una jugada de varias combinaciones y él había dado el último toque. Cuando le ofrecieron el galardón dijo que no se lo podían dar porque el último toque no lo había dado él, sino que la pelota había pegado en un contrario: ‘Fue gol en contra’, decía. Los técnicos de la FIFA se quedaron tan asombrados que ahí mismo le dieron un premio al fair play».
En aquel Mundial juvenil, en el que hizo dupla con el volante César La Paglia en la medular, no consiguió pasar a la final tras perder 3 a 0 en el clásico de las Américas frente a Brasil, con Julio César en el arco. A pesar de aquel duro revés, el mismísimo Daniel Passarella llamaría a su padre para pedirle que por favor hablara con su hijo para reconsiderar la decisión de incorporarse a River Plate, y así fue. A 600 kilómetros de su hogar, y compartiendo pensión con 6 compañeros en búsqueda de un sueño que nadie le garantizaba que se iba a cumplir, llegaron los momentos más difíciles para Aimar. Se levantaba a las 7, iba al colegio para luego ir al entrenamiento con River, y de vez en cuándo debía ir también a Ezeiza para concentrarse con la Selección Sub 17. Sus padres lo visitaban una vez al mes. “El primer año se me hizo larguísimo”.
Tras aquel bache emocional, y con 16 años, fue Carlos Babignton, exentrenador de juveniles del conjunto riverplatense, quien lo hizo entrenar con la Primera con tipos como Enzo Francescoli, Ariel Ortega, Hernán Crespo, Marcelo Gallardo, entre otros. No le esquivó a la adversidad y en esa primera tarde de máxima exigencia, bajo los ojos de Ramón Díaz, Aimar gambeteó a Ricardo Negro Altamirano, dejándolo en ridículo. El defensa cansado de las virguerías de aquel joven, trató de cazarlo en una entrada por detrás. Llegó tarde y se dio de bruces con el suelo ante las risas de sus compañeros. De nada le sirvió tratar de cazar los tobillos de Aimar durante el resto de la sesión. Era tan solo el preludio de lo que estaba por venir, un gran futuro que sí entrevió la máxima figura de aquel equipo, Enzo Francescoli. «Aimar es diferente, siempre va un segundo por delante de los demás».
«El Payaso» finalmente consiguió debutar en la máxima categoría del fútbol argentino, con tan solo 16 años y 9 meses, el 11 de agosto de 1996 (0-1 ante Colón de Santa Fe en el Cementerio), en un partido válido por la penúltima fecha del Torneo Clausura de ese año. Al año siguiente, ganaría el Clausura y el Apertura, pero todavía le faltaba el gol. Un detalle que no le cortó su progresión en las inferiores de la selección, formando parte del combinado que competiría en el Campeonato sudamericano sub-20, celebrado en La Serena (Chile) entre el 16 de enero y 7 de febrero de 1997. Argentina se coronaría como campeona con Aimar galardonado como el mejor jugador del certamen, y meses más tarde, junto a Diego Placente, Esteban Cambiasso, y su nuevo gran amigo Juan Román Riquelme, entre otros, consiguió el campeonato del Mundo Sub 20 en Malasia tras vencer en la final 2 a 1 a Uruguay. Solo en ese partido Pablo César no fue titular, pero ingresó a los 10 minutos del segundo tiempo.
Su fineza, distinción, estética precisa, y un talento que cegó al mismísimo Lionel Messi, llegaron a su máximo esplendor, y con ellos su primer gol en la primera argentina, que tendría lugar el 20 de febrero de 1998, frente a Rosario Central, en el Torneo Apertura. El 9 de junio de 1999 haría lo mismo con la selección absoluta, bajo las órdenes de Marcelo Bielsa, en su partido de debut ante México en un amistoso.
Los 4 Fantásticos
Así fue conocida su sociedad con Javier Saviola, Juan Pablo Ángel y Ariel Ortega. Una comunión de talento que desencadenaría con el Torneo de Clausura de 2000, ya bajo la dirección técnica del Tolo Gallego, certificando el bicampeonato, siendo figura y marcando un gol en el día de la consagración frente a Ferro Carril Oeste en el Estadio José Amalfitani. En el siguiente torneo (Apertura 2000) conformó una delantera muy recordada por su buen juego y su brillo junto a Ariel Ortega. Tras ello llegaron multitud de propuestas de Europa, y fue el Valencia CF quien se adelantó para hacerse con sus servicios el enero de 2001. Aimar llegaría a Mestalla por 24 millones de euros y siete años de contrato.
El retorno
Tras disputar la liga de Malasia con un irregular rendimiento, el 19 de diciembre de 2014 se confirmó que participaría de la pretemporada con River Plate en 2015 a partir del 4 de enero. El jugador llegó libre procedente de Johor Darul Takzim FC para ponerse a las órdenes de su gran amigo Marcelo Gallardo.
Todo empezó de la peor de las formas, siendo operado el 12 de febrero en el tobillo derecho. Así que su regreso a River tuvo que esperar y no se dio hasta la decimocuarta fecha del Campeonato de Primera División, en la victoria de su equipo 2-0 frente a Rosario Central, ingresando a los 75 minutos en sustitución de Leonardo Pisculichi. Sin embargo, aqueñ sería el único partido que jugaría esa temporada, debido a que nunca encontró su nivel físico. El 15 de julio de 2015, tras no ser convocado para la Copa Libertadores y no encontrarse bien físicamente, decidió retirarse profesionalmente del fútbol. Algo que no acabó cumpliendo 100%, ya que el 23 de enero de 2018 disputó 50 minutos del encuentro de vuelta por la Ronda Inicial de Copa Argentina 2018, en el que Estudiantes de Rio Cuarto igualó sin goles ante Sportivo Belgrano de San Francisco.