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Nacional – Nottingham Forest, la Intercontinental de 1980

 

El Club Nacional de Football de Uruguay y el Nottingham Forest Football Club de Inglaterra, disputaron la final de la Copa Intercontinental de 1980. Por primera vez, la copa se trasladó a Japón.

El prestigio de esta competición estaba algo devaluado por aquellos años, sin ir más lejos el Nottingham Forest el año anterior había desistido de jugarla, y su lugar lo ocupó el Malmö FF, como subcampeón de Europa. Hasta 1979, se jugaba a doble partido y aquello hacía que algunos campeones europeos desistieran de participar debido al trato que recibían en Sudamérica.

 

 

La directiva de Nacional, presidida por Dante Iocco, impulsó un ambicioso proyecto para disputar la Intercontinental en Japón, a un único partido. El conjunto uruguayo, después de conquistar la Copa Libertadores, inició las gestiones ante la CSF y la UEFA para disputarla ante el campeón de Europa. El tesorero de Nacional, José Sassón, contactó con la West Nally, la empresa de patrocinio y marketing deportivo más importante del mundo, y acordó jugar la final intercontinental en Tokio, el 11 de febrero de 1981.

El evento fue patrocinado por Toyota y además, se vendió la televisación del partido en directo para 41 países. Por su parte, los japoneses brindaron la organización y el marco ceremonial que el evento merecía.

 

 

El Nottingham Forest, era bicampeón de la Copa de Campeones de Europa (1978/79 y 1979/80) y campeón de la Supercopa de Europa (1978/79). El equipo era dirigido por el legendario Manager Brian Clough y todos sus titulares eran jugadores de selecciones europeas. El once inicial de los ingleses fue Peter Shilton; Anderson, Lloyd, Burns y F. Gray; O’Neill, Ponte y S. Gray; Robertson, Trevor Francis y Wallace.

 

 

Por parte de Nacional, Juan Martín Mugica, acompañado del preparador físico Esteban Gesto, realizaron un exhaustivo análisis del rival y organizaron de manera brillante el viaje y los entrenamientos previos a aquel partido. El capitán fue Víctor Espárrago, quien a sus 36 años de edad realizó una extraordinaria marca personal sobre Trevor Francis, principal figura del Nottingham. El equipo sufrió dos bajas importantes respecto al once titular que había conquistado la Libertadores. En octubre de 1980, Hugo De León fue transferido a Gremio de Brasil, mientras que Eduardo De la Peña, se lesionó en el “Mundialito” jugado en enero de 1981 y quedó fuera del partido de Japón.

El equipo titular fue formado por Rodolfo Rodríguez, quien tuvo en aquel partido una actuación consagratoria bajo palos, el lateral José Hermes Moreira, el líbero Juan Carlos Blanco, el stopper Daniel Enríquez, quien sustituyó a De León y el lateral izquierdo Washington González. En el medio campo jugó Víctor Espárrago, el rochense Denis Milar, sustituto de De la Peña y el olimareño Arsenio Luzardo, mientras que en ataque, jugó Alberto Bica como puntero derecho, Julio César Morales como puntero izquierdo y como delantero de área jugó Waldemar Victorino, quien por aquellos años era indiscutidamente el mejor centro delantero del mundo.

 

 

Ambos equipos tuvieron que jugar con la determinación de hacer historia sobre un incómodo terreno de juego de tierra. El partido comenzó con un ritmo frenético, y a los 10 minutos de juego, José Hermes Moreira generó una jugada combinada por la derecha con Bica y Luzardo, envió un centro raso al área, Victorino recepcionó el balón anticipándose a los dos zagueros, acomodó el cuerpo con un doble salto sobre el pie de apoyo y remató alto venciendo al guardameta Peter Shilton.

 

 

El segundo tiempo fue una batalla táctica y defensiva. Nacional supo mantener su ventaja con una actuación sólida de su defensa, liderada por Víctor Espárrago, quien a sus 36 años de edad desplegó una marca personal impecable sobre Trevor Francis, la estrella del Nottingham Forest. El tiempo se agotaba y la emoción se palpaba en el aire. El pitido final llegó y Nacional se consagró campeón del mundo por segunda vez en su historia. Jugadores, cuerpo técnico y aficionados se abrazaron y dejaron escapar lágrimas de alegría.

El esfuerzo, el trabajo en equipo y la pasión habían dado sus frutos. Después de los festejos en la cancha, la organización del evento efectuó la ceremonia de premiación a los campeones y acto seguido, se inició la vuelta olímpica ante algunos centenares de uruguayos y miles de japoneses, que por primera vez presenciaban un festejo de tal magnitud.

 

 

La ceremonia de premiación fue el broche de oro de aquella noche mágica. Los jugadores de Nacional recibieron la Copa Intercontinental con orgullo y gratitud. Luego, llegó el momento de la vuelta olímpica, una vuelta cargada de alegría y emoción que se llevó a cabo ante una multitud de uruguayos y japoneses que aplaudían y vitoreaban. El legado de aquel triunfo perduraría en el tiempo. Nacional había logrado revitalizar el prestigio de la Copa Intercontinental y sentar las bases para el surgimiento del Mundial de Clubes en años posteriores.