Mário Jardel de Almeida Ribeiro fue uno de los mayores hombres gol de los años 90 y principios del nuevo siglo: cinco veces máximo goleador de la Primeira Liga de Portugal, máximo artillero de la Copa Libertadores de América en 1995 y de la Liga de Campeones de la UEFA en 1999-2000.
Debutó como profesional en 1990 con el Ferroviário Atlético Clube (dos etapas), para posteriormente defender las camisetas de multitud de clubes como el Club de Regatas Vasco da Gama, Grêmio Foot-Ball Porto Alegrense, Futebol Clube do Porto, Galatasaray Spor Kulübü, Sporting Clube de Portugal, Unione Sportiva Ancona 1905, Sociedade Esportiva Palmeiras, Bolton Wanderers Football Club, Club Atlético Newell’s Old Boys, Deportivo Alavés, Goiás Esporte Clube, Sport Clube Beira-Mar, Anorthosis Famagusta FC, Newcastle United Jets FC, Criciúma Esporte Clube, América Football Club, Flamengo-Piauí, PFK Cherno More Varna, Al Taawon FC y Atlético Rio Negro Clube.
En su palmarés quedaron para la posterioridad tres Campeonatos Estaduales do Rio de Janeiro y una Copa Rio (Vasco de Gama), dos Campeonatos Gaúchos, una Conmebol Recopa y una Copa Libertadores (Grêmio), tres Primeiras Ligas, dos Taças de Portugal y tres Cândido de Oliveira (Oporto), una Supercopa de Europa (Galatasaray), otra Taça de Portugal y otra Primeira Liga de Portugal (Sporting CP), un Apertura (Newell’s), un Campeonato Goiano (Goias) y una Copa de Chipre (Anorthosis).
Pero con la selección de Brasil fue totalmente ignorado, participando tan solo en 10 partidos y marcando un gol. El motivo de su breve y discreto paso por la «canarinha», más allá de su rendimiento, fue el hecho de la poca confianza de los entrenadores en un jugador que nunca había fichado por un club top europeo y coincidir con una de las mejores generaciones de delanteros brasileños nunca vistas.
Puro goleador nato
Jardel, nacido en la ciudad brasileña de Fortaleza un 18 de setembre de 1973, en su mejor momento era una auténtica fuerza de la naturaleza con un olfacto de gol comparable al del difunto «Torpedo» Müller. Su capacidad de remate no necesita ser explicada; la increíble cantidad de goles que anotó en Brasil, Portugal y Turquía habla por sí sola. El brasileño, un delantero de pura cepa, superó la barrera de los 30 goles en cada una de sus seis primeras temporadas en Europa.
Disponía de un repertorio de recursos para rematar realmente increíbles, desde una fulminante volea con la zurda hasta la esquina superior de la red desde 25 metros, pasando por numerosos remates tranquilos y precisos, hasta los remates de cabeza que se convirtieron en su sello distintivo.
En el Oporto, Jardel era un verdadero fenómeno sí, pero llegó a Portugal con un envidiable bagaje goleador de su etapa en Brasil, con el Vasco y el Grêmio. En sus dos primeras temporadas en el Oporto cosechó la friolera de 74 goles, 37 en cada una.
El FC Barcelona de Cruyff (que lo intentó incorporar) y el Bayern de Múnich fueron víctimas de los goles de Jardel en la Liga de Campeones, gracias a su característico cabezazo. La temporada 1999/2000 fue la más exitosa de Jardel en el Oporto, con la asombrosa cifra de 54 goles en solamente 49 partidos. A pesar de haber arrasado en la liga portuguesa y de haber consolidado su nombre como un temible delantero en Europa, Jardel había sido continuamente descartado para la «Seleção»…
Jardel no solamente fue infravalorado por los grandes clubes y los seleccionadores de Brasil, sino que la mala suerte siempre jugó un papel decisivo en ponerle las cosas aún más difíciles. Quizás el primer episodio de esta falta de fortuna empezó cuando fue el máximo goleador de Europa en la 2000-2001, por segunda temporada consecutiva, y perdió la Bota de Oro europea en favor de Kevin Phillips. El delantero del Sunderland, a pesar de haber marcado ocho goles menos, se benefició del uso de coeficientes basados en el nivel de la liga por parte de la UEFA para determinar el ganador…
El Inter por aquel entonces quería fichar a un delantero de renombre para complementar su ataque mientras continuaba la larga rehabilitación de Ronaldo, y Jardel, al parecer, había llamado su atención. Cuando su fichaje ya parecía cerrado se decantaron finalmente por Hakan Şükür, el hombre que había llevado al Galatasaray a la conquista de la Copa de la UEFA… La única salida de Portugal fue la que le ofreció el segundo mejor Galatasaray de la historia.
Breve e intenso paso por la Süper Lig turca
Istanbul le esperaba con figuras como Gheorghe Hagi y Gheorghe Popescu en las filas del equipo del barrio coronado por la torre Galata. Aquel equipo estaba lleno de talentos como Emre Belözoğlu y Okan Buruk, que habían cosechado éxitos tanto a nivel nacional como europeo en las últimas temporadas bajo la dirección del inmortal Fatih Terim.
La estancia de Jardel en Turquía comenzó de forma espectacular, con cinco goles en su debut, y la conquista de la Supercopa de Europa ante el Real Madrid gracias a sus goles, sin embargo su paso por Turquía fue turbulento y breve. A pesar de haber marcado 34 goles en todas las competiciones, pronto se desilusionó con sus perspectivas de futuro y empezó a flirtear con la depresión.
En marzo se anunció que Emre Belözoğlu y Okan Buruk, dos de las estrellas del Galatasaray, se incorporarían al Inter en verano, lo que hizo que se especulara por segunda vez con la posibilidad de que el club también se fijara otra vez en Jardel. Pero el que acabó acompañando a las dos estrellas turcas y a Hakan Şükür fue Terim.
A pesar de ofrecerse a multitud de clubes como el FC Barcelona, Manchester United y Arsenal se vio obligado a regresar a Portugal, donde fichó por el rival del Oporto, el Sporting CP…
Segunda oportunidad en Portugal
En la temporada 2001/2002, Jardel alcanzó su máximo esplendor liderando una plantilla con jugadores como Sá Pinto, Paulo Bento, André Cruz, Rui Jorge y Quaresma para conseguir su primer título de liga en dos décadas. Terminó la temporada como máximo goleador de la liga, con el doble de goles que su competidor más cercano: su cuenta final de 42 goles en la liga llegó en solamente 30 partidos. Sus 55 goles en todas las competiciones representaron el mejor rendimiento de su carrera. Con un Mundial en el horizonte y un posible tercer intento del FC Barcelona, parecía que el talentoso delantero iba ahora sí a dar por fin el gran salto. Todo se volvió a venir abajo…
Jardel había intentado ganarse a pulso el billete para triunfar en una liga europea mayor, goleando y transformando el potencial de sus clubes, pero nunca consiguió su objetivo. Además con la Seleção solamente jugó en 10 ocasiones, registrando un único gol. Algunos lo atribuyeron al hecho de que los sucesivos seleccionadores brasileños desaprobaron su cuestionado temperamento, mientras que también se le culpó de haber tenido la mala suerte de aparecer en la humillación de la selección por 2-0 a manos de la modesta Honduras en la Copa América de 2001.
Cuando Scolari anunció su lista de convocados para la competición, el nombre de Jardel no estaba en ella. Edílson y Luizão, delanteros con un registro de goles mediocre, que jugaban en Brasil, fueron elegidos en la plantilla por encima del máximo goleador de Europa…
Caída libre al abismo de las drogas y la depresión
El desprecio de Scolari y de los grandes clubes europeos, a pesar de sus cifras demoledoras, fue devastador para Jardel, que también estaba lidiando con el trauma del colapso de su matrimonio. ¿Qué más tenía que hacer para ganarse el reconocimiento que merecían sus proezas goleadoras? Traumatizado por el estancamiento de su carrera, Jardel abandonó por completo sus esperanzas europeas, y el Sporting en septiembre de 2002. «No quiero volver a jugar en el Sporting ni en Portugal», declaró en un comunicado desde Brasil.
Al principio, el Sporting se mostró comprensivo con el frágil estado mental del jugador y le permitió quedarse temporalmente en Brasil con la condición de recibir un certificado médico de Jardel cada mes, pero pronto perdió la paciencia cuando los certificados dejaron de llegar. Cuando respondieron suspendiendo su salario, el atribulado delantero solicitó la rescisión de su contrato con el club alegando que no le pagaban.
Los problemas personales, que siempre han estado a flor de piel, ahora están a punto de estallar con Jardel. Siempre ha sido conocido como una figura mercurial e impredecible, pero todos sus clubes parecían estar contentos de tolerar su comportamiento mientras los goles siguieran llegando. Es poco probable que clubes de élite como el Barcelona o el Inter se dejaran impresionar por su carácter difícil y a menudo petulante, ni que Scolari creyera que los goles de Jardel en Portugal merecían el riesgo de alterar la armonía y el equilibrio de sus equipos en Brasil.
Las disputas salariales ya habían sido un problema para Jardel: se puso en huelga en el Galatasaray cuando no le pagaron, y también amenazó con demandar al Benfica -que había acordado fichar al delantero del Galatasaray, para luego cancelar el acuerdo por falta de fondos- por no cumplir el preacuerdo que había firmado con ellos.
Jardel regresó al Sporting, pero sus problemas personales afectaron negativamente a su carrera futbolística. Acosado por la depresión, el delantero recurrió a la cocaína, y pasó una larga temporada en el banquillo tras lesionarse saltando a una piscina en Brasil durante las vacaciones de invierno de 2002/03. «Todo empezó con las malas amistades», reflexiona Jardel sobre su adicción a la cocaína. «Luego vino mi divorcio, la depresión y las drogas. Esto pasa mucho en el fútbol», remató, «pero no puedo hablar de ello».
Aquella temporada curiosamente coincidió con un joven Cristiano Ronaldo antes de fichar por el Manchester United de sir Alex Ferguson, y el prometedor Quaresma.
Una luz en el triste infierno
En el verano de 2003, con el Sporting ansioso por deshacerse de su estrella caída, Jardel recapacitó y finalmente consiguió algo similar a su sueño, jugar en una de las grandes ligas europeas. Su destino, el Bolton Wanderers, estaba muy lejos de los ilustres clubes que habían barajado la idea de fichar a Jardel mientras acumulaba botas de oro y títulos de liga. El precio de su traspaso, unos míseros 1,5 millones de euros, era un claro reflejo de lo mucho que había caído su valor en el espacio de poco más de un año.
El Bolton era entonces un destino popular con jugadores como Jay-Jay Okocha, Iván Campo, Ibrahim Ba y Youri Djorkaeff, todos los cuales fueron protagonistas en el Bolton después de haber perdido su brillo en otros lugares. Jardel, sin embargo, era una causa perdida. El delantero, con problemas de forma fue una figura periférica en su única temporada en el club. Su año en Inglaterra se saldó con solamente tres goles con el Bolton: dos contra el Walsall y uno contra el Liverpool en la Copa de la Liga.
Caída libre
A pesar de su decepcionante paso por la Premier League fichó por un club de Serie A en 2003, el Ancona. El brasileño ofreció una imagen trágica y desolada contra el Milan, muy alejada de la agudeza de antaño y enfrentándose a los abucheos de sus propios aficionados, que le llamaban «Lardel» por sus publicitadas luchas por la forma física y el peso. Apenas duró seis meses en Italia.
Los goles se habían agotado para el ya veterano delantero, que se embarcó en infelices temporadas por todo el mundo. Primero en 2004 con el Newell’s Old Boys del «Burrito» Ortega con solo 3 partidos y hasta llegando a jugar con el equipo de reservas, luego en el Goiás Esporte Clube de la primera división brasileña en 2006, paso efímero por el Deportivo Alavés, y en el Beira Mar. En el invierno de 2006, languidecía en la oscuridad en el equipo chipriota Anorthosis Famagusta. «No sirvo de ejemplo para ningún niño», reflexionó Jardel tras confesar su dependencia de la cocaína. «Le digo a todo el que me escuche: no hagas lo que yo hice. Doy esta entrevista para abrir mi corazón y reconocer mis errores». Posteriormente llegarían sus aventuras en Australia con el Newcastle Jets, su vuelta a Brasil, e incluso le daría tiempo de jugar la temporada 2010-2011 en la liga búlgara y la de Arabia Saudí, antes de colgar las botas en el Rio Negro-AM.
El balance final de su carrera terminó con 581 partidos oficiales y 432 goles.
Ha sido un espectáculo lamentable ver a un delantero de gran talento, que en su día parecía estar a punto de alcanzar la grandeza, reducido a una figura ridícula, objeto de titulares de prensa que apuntaban a sus problemas de forma y a sus muy publicitadas luchas personales y mentales. Sería una lástima, por no decir una injusticia, que Jardel fuera recordado por sus farsas en el Bolton y en varios equipos modestos del continente, y no como el letal ganador de la Bota de Oro…
La verdadera tragedia fue que Jardel nunca tuvo la fortuna necesaria que encumbra a los cracks… ni tampoco la tuvo en su vida privada, y es que como enésimo capítulo de su tragedia en 2021 denunció el triste robo de sus botas de oro.
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Paola Murrandi