Con motivo de la celebración de los Juegos Olímpicos Moscú 1980, la Editorial Progreso de la mencionada ciudad publicó el libro “Los Caminos hacia el Olimpo” donde convergen relatos acerca de las más prominentes figuras del deporte soviético.
Entre los atletas abordados en la obra, sobresale la figura del portero Lev Yashin. El mejor guardameta del siglo XX, que vistió durante 20 años (1950-1970) la camiseta del Dínamo de Moscú, con el que obtuvo cinco Ligas de la URSS y tres Copas Nacionales. A lo largo de 326 presentaciones en el certamen liguero, Yashin consiguió 270 porterías a cero.
A nivel internacional, “La Araña Negra” defendió los colores de la URSS en 38 partidos oficiales, incluidos cuatro Mundiales (Suecia 1958, Chile 1962, Inglaterra 1966, México 1970) y tres Eurocopas (Francia 1960, España 1964, Italia 1968). Se proclamó campeón continental en la Euro del 60’ y monarca olímpico en Melbourne 1956. Por si pareciera poco, Lev Yashin se convirtió, en 1963, en el primer y único portero en conquistar el Balón de Oro. Curiosamente, antes de inclinarse por el balompié, el mítico cancerbero practicó hockey sobre hielo.
Para abarcar la trayectoria de Yashin en “Los Caminos hacia el Olimpo”, el autor Leonid Goriánov contactó con varias estrellas del universo futbolístico para que le enviaran cartas que recogiesen sus recuerdos del rey de los arqueros. A continuación podréis leer algunos fragmentos de esas misivas*.
Carta de Pelé
Desgraciadamente no poseemos el don de valorar infaliblemente los mejores días y momentos de nuestra vida. Sólo ahora comprendo que mis mejores días los viví en Suecia, durante el Campeonato Mundial de 1958.
(…) Allí es donde por primera vez vi a Yashin. Una vez fuimos a ver como se entrenaban los rusos. Es cuando vi a Yashin en la portería. Él se tiraba al suelo y hacía saltos bellos para atrapar el balón. Todo un granizado de balones disparaban los jugadores contra su portería y él, apenas haber repelido uno, se lanzaba al encuentro de otro con una dedicación envidiable, con una energía juvenil, aunque poco se parecía en aquel entonces a un muchacho.
(…)-¿Qué opinión tienes acerca del arquero ruso?-preguntó Didí a nuestro guardameta Gilmar, cuando regresábamos al hotel.
-Si logras marcarle un tanto te consideraré un hombre feliz-respondió nuestro portero.
-¿Lo dices en serio?-inquirió Didí un tanto turbado.
-Completamente.
-Entonces lo haré sin falta
-Me darás una gran alegría. Y a todos nosotros también.
Después de las dos primeras rondas, la vieja guardia de la escuadra de Brasil se cansó notablemente y para el encuentro URSS-Brasil, el entrenador nos puso a Garrincha y a mí en la alineación del once inicial. De este modo, Yashin ha sido el primer guardameta extranjero contra el quien jugué en un partido internacional oficial.
Pueden imaginarse los deseos que tuve de marcar un gol el día de mi debut. Pero no logré hacerlo. Durante el partido tuve varios duelos con el guardameta, pero Yashin salió airoso en la contienda.
Recuerdo como si fuera hoy, la forma en que mi amigo Garrincha, también debutante de la selección y jugador insuperable, me colocó en una posición maravillosa por medio de un exacto pase. Yo rematé saltando desde la marcha. El esférico iba a parar por debajo del larguero. El corazón medio un brinco en espera de júbilo. Pero Yashin me lo quitó, con su fantástico salto arrancando toda una tormenta de aplausos. Luego interceptó otras dos otras veces mis tiros a puerta, que yo mismo consideraba sumamente difíciles de parar.
Pero el asunto no solo radicaba en sus saltos. Para el juego contra la selección de la URSS recibimos instrucciones tácticas muy precisas: atacar por los flancos, donde jugaban nuestros “motores reactivos” Garrincha y Zagalo, distraer hacia los flancos a las principales fuerzas de los contrincantes y luego, con pases exactos por el aire, favorecerá los delanteros centros para que estos puedan romper la línea de defensay logren los tantos para el equipo.
Esta táctica nos dio resultado en los primeros minutos. Se hicieron sentir dos elementos importantes: la velocidad y sorpresa. Dos veces el balón pegó en el larguero. ¡Un torbellino de ataques, y ahí está el gol!
Luego todo se detuvo aunque nosotros hacíamos esfuerzos desesperados para aumentar la puntuación. ¿Qué nos lo impedía? Ante todo, Yashin. Sus maniobras nos cogían de sorpresa. Hacían fracasar jugadas que parecían infalibles. Ni durante el primer tiempo, ni en la primera mitad del segundo pudimos materializar nuestros esfuerzos. Es por esto que cuando Vavá, valiéndose de la poco ágil actuación de los defensas contrarios, metió el segundo gol, lo acogimos con tanta alegría desbordante.
En el guardarropa reinaba, como es natural, una atmósfera de júbilo. Sólo Didí parecía estar disgustado. Eso no escapó de la vista de un hombre tan atento como es el señor Feola.
-¿Y a ti que te pasa, amigo?-le pregintó a Didí, que jugó brillante a lo largo de todo el encuentro.
-He perdido mi discusión con Gilmar-respondió Didí.
-No te amargues, muchacho. A ese ruso no es nada fácil hacerle un gol. Gilmar sabe lo que dice…
Carta de Ricardo Zamora
Me preguntan frecuentemente quién es, en mi opinión, el mejor arquero del mundo. Es difícil responder esa pregunta en nuestros días, en que el mundo dispone un número tan grande de equipos de primerísima clase.
Mas al plantearme la tarea de ser objetivo al máximo yo le entregaría la palma de la supremacía al guardameta soviético Lev Yashin.
(…) Yo estuve entre los 120 mil espectadores que lograron presenciar el encuentro final del campeonato de Europa de 1964 entre las selecciones de España y la URSS, escenificado en el estadio madrileño “Santiago Bernabéu”. Llovía a cántaros, pero en el camp hervían las pasiones futbolísticas. El once de mi país jugó bien aquel día, y puedo afirmar con pleno convencimiento que si hasta el minuto 84 el marcador se mantuvo 1:1, eso se debe, indudablemente, a la actuación de Yashin.
Recuerdo especialmente dos casos. Suárez (Luis) de pronto recibió en el centro un pase exacto y desde la distancia de unos diez metros “disparó” el pesado y mojado esférico al ángulo superior de la portería. Salté del asiento para saludar el éxito de la escuadra española, pero resultó que mis aplausos fueron para Yashin, quien realizó un salto admirable y atrapó el balón.
A los siete minutos me asombró todavía más. Durante el saque de un corner, alguien de los defensas soviéticos, que se situó frente al poste lejano, recibió mal el balón. Parecía que hizo lo que nuestros delanteros no pudieron lograr con todos sus esfuerzos. Pero Yashin, que se percató del peligro, logró repeler el esférico con un salto espectacular… esta hazaña de Yashin la saludaron con aclamaciones estruendosas que duraron varios minutos.
¿Y acaso se puede olvidar su actuación en el campeonato mundial de 1966? Yashin había cumplido entonces 37 años, pero fue joven de cuerpo y joven de su alma, en todos los encuentros en que participó exhibió un juego juvenil y brillante.
Es difícil describir con meras palabras su actuación en el partido contra la selección húngara. Conté que interceptó por lo menos 7 u 8 tiros que yo, en mi opinión, jamás podría atrapar. ¿Y en el partido contra la RFA (República Federal Alemana)? Recuerdo que a los pocos minutos del encuentro fuimos testigos del siguiente episodio. El extremo izquierdo de los alemanes Emmerich disparó fuertemente al ángulo superior de la portería, pero Yashin repelió el balón. Y entonces 10 mil fanáticos alemanes que arribaron para aclamar a su equipo -¡y solo al suyo!- dedicaron estruendosas ovaciones al guardameta ruso. Y Emmerich abrió los brazos como queriendo decirnos a todos: “¡Increíble!”.
Cuando faltaban dos minutos para el pitazo de receso él atrapó un dificilísimo balón rematado por Seeler desde la distancia de cinco metros y, momentos después, paró el fuertísimo tiro de Held que iba a parar por debajo del larguero. No es extraño que la término del partido, los futbolistas germanooccidentales se dirigieran todos hacia donde estaba Yashin para felicitar sus jugadas. Durante toda mi carreara no tuve ocasión de experimentar algo similar.
Carta de Bobby Charlton
Por primera vez enfrenté a Yashin en 1963 en el estadio “Wembley” en el match disputado entre la escuadra de Inglaterra y la selección mundial. Entonces hizo algo que parece rebasar los límites de lo natural.
Hay que decir que durante el partido los defensas de la selección mundial no castigaban demasiado a nuestros delanteros, les permitían jugar más o menos libre. Inmediatamente Yashin comenzó a practicar las intercepciones del esférico, saliendo casi a los límites del área de castigo y desempeñando, en realidad, “dos funciones”. Nos hizo muy difícil las maniobras por los flancos. Teníamos enormes deseos de ganar el partido, pero Yashin nos impedía nuestro propósito. Podría mencionar por lo menos varias decenas de casos en los que actuó al borde de las posibilidades humanas. Y créanme, no lo digo por alabarlo, sino en aras de la verdad.
Recuerdo como a unos tres minutos que faltaban para el descanso entre los dos tiempos, el destino me brindó una oportunidad rarísima: irrumpí en el área de castigo, dejando detrás a mi “vigilante” y rematé fuertemente desde unos catorce metros. Vi que el balón iba dirigido al ángulo interior de la portería, pegado al poste. Si se toma en cuenta la velocidad que llevaba el esférico y mi distancia del portero, estará claro que teóricamente él no tenía chance de reaccionar a ese tiro. Pero en la práctica resultó que él atrapó el balón, hizo una voltereta sobre la cabeza y se incorporó.
Ustedes conocerán bien, por supuesto, a Jimmy Greaves. Es difícil encontrar un delantero mejor. Sería suficiente mencionar que marcó casi 500 goles en las porterías adversarias. Por los resultados de la temporada futbolística, fue proclamado cuatro veces mejor goleador de Inglaterra.
Aquel día Greaves exhibió un juego sencillamente brillante. Incluso nosotros, que conocíamos perfectamente sus capacidades, admirábamos su intrepidez, agresividad y ardor. Se colocó tantas veces en posiciones, fáciles para marcar un gol, que podemos hablar sobre su duelo con Yashin como de un elocuente y perfectamente definido argumento que formaba parte del encuentro. Y ese duelo, posiblemente por primera vez en su vida, no le fue favorable a Greaves. Pero créanme, no se le pudo reprochar nada.
(…) Nuestro conocido delantero Stanley Matthews le dijo a Lev en cierta ocasión:
“En sus tiempos, al portero ruso Jómich lo apodaron de “tigre” en nuestro país. Y usted es realmente un León** y lleva ese nombre con todas las de la ley. Usted es el rey de los arqueros en el mundo.”
Estoy personalmente de acuerdo con Matthews.
*Traducidas del ruso por Ramón Rodríguez
**En ruso “lev” significa león
Andy Lans