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Jürgen Klinsmann en el Orange County Blue Stars

 

La de Jürgen Klinsmann en el Orange County Blue Stars es una de las historias más hilarantes nunca vividas en el fútbol. En 2003 el teutón se alistó a este modesto equipo amateur de California que competía en ligas de la cuarta categoría del fútbol estadounidense, con el pseudónimo «Jay Goppingen». ¿La razón? No llamar la atención de la prensa local para poder volver a disfrutar del fútbol sin presión.

“Nunca fue mi idea utilizar un nombre falso. Pienso que me pusieron Jay (es la pronunciación de la jota en inglés) por Jürgen y Goppingen es el pueblo donde nací en Alemania. En ese momento solo quería mantenerme en forma, divertirme y tener un grupo de gente para patear la pelota. Fue divertido y el tema del nombre que me pusieron también fue divertido”, recuerda el excampeón del mundo.

 

 

Klinsmann se había retirado del fútbol profesional casi seis años antes, tras su paso por el Sampdoria italiano, y decidió alejarse del ambiente del fútbol profesional. Quería ser un anónimo, poder caminar por la calle y que nadie lo reconociera. Eso era imposible en su país y en cualquier otro lugar con una fuerte cultura futbolera. Por eso eligió irse a vivir a los Estados Unidos. Ya instalado en la pacífica Huntington Beach (California), Klinsmann logró lo que buscaba: tranquilidad y armonía familiar en un contexto donde no existía el fútbol ni la exposición pública. Parecía una situación ideal, pero después de unos años comenzaría a aburrirse…

En 2003, el ex atacante del Inter comenzó a dar señales cuando entrenó con Los Angeles Galaxy de la MLS, aunque solamente de manera recreativa. Decía que solo quería estar en forma, aunque negaba la posibilidad de volver a entrar a una cancha de manera oficial. Unos meses después, sin embargo, unos amigos con los que jugaba de vez en cuando le propusieron que vistiera la camiseta del Orange County Blue Star de Irvine, un equipo californiano que participaba de la USL Premier Development League, la cuarta división de los Estados Unidos. Jürgen, con 39 años, aceptó el desafío y puso una condición: no utilizar su verdadero nombre. Antes de que el goleador se arrepintiera, sus compañeros lo anotaron bajo la identidad de Jay Goppingen, en homenaje a la inicial de su nombre y al pueblito alemán donde nació. Jay, agradecido, devolvió favores con lo que mejor había hecho en su vida pasada.

Con 5 goles en 8 partidos y 3 asistencias, colaboró para el equipo se metiera en los playoffs por el ascenso. Se divertía y encima nadie lo reconocía. Todo era tan perfecto, que alguien tuvo que arruinarlo: en un partido ante el Southern California Seahorses, un rival se percató de que a ese rubio lo tenía visto de algún lado. Fue entonces que le avisó a un periodista amigo, que investigando googleando llegó a la conclusión: el famosísimo Klinsmann estaba jugando con otra identidad. Suficiente para que el 9 no volviera a aparecer, y el club desapareciera poco tiempo después.