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Jack Charlton, el hombre que marcó un antes y un después en Irlanda

 

Irlanda, cuando llegó Jack Charlton en 1986, era un sitio muy distinto del país que conocemos hoy, su región norte seguía en guerra civil y naturalmente la inestabilidad afectaba toda la isla, además de asesinatos y bombas en ambos lados de la frontera. Era un país que también sufría mucho a causa de la crisis económica que había provocado que miles de sus jóvenes abandonaran el país en busca de una vida mejor y nuevas oportunidades laborales. Un país dañado por la guerra y el paro, y sobre todo, sin confianza en sí mismo. En este desolador escenario llegó Charlton, un héroe del deporte inglés.

En los terrenos de juego las cosas tampoco iban bien para los irlandeses. La selección de la república irlandesa nunca se había clasificado para un Mundial ni Eurocopa, y el fútbol siempre había tenido que disputar su popularidad con los deportes gaélicos, más frecuentes en los colegios irlandeses (sin mencionar el rugby, el deporte de la clase alta). Así que Charlton lo tenía crudo para enderezar la situación de un equipo perdido, pero como ganador del Mundial con Inglaterra en 1966 estaba claro que él entendía el fútbol.

 

 

El trabajo del gran Jack Charlton con la selección de Irlanda a nivel táctico era muy sencillo. Entendía perfectamente la tendencia de otras selecciones en querer canalizar el juego a través de su “diez” o centrocampista avanzado que determinara el tempo y la manera de jugar y los demás lo seguían. Decidió que con el grupo de jugadores que contaba sería más efectivo el juego directo, sin darle tiempo a los rivales de poder reaccionar. El balón saldría de la defensa con pases largos y directos y que el equipo lo seguiría y así presionaría a los rivales hasta que hicieran un error. Imaginad una versión del pressing del actual Liverpool, pero más crudo y menos estético. “Put ‘em under pressure,” devino el mantra más famoso de Jack.

Los resultados fueron asombrosos. Irlanda se clasificó para la Eurocopa de 1988 y en la fase de grupos ganó a Inglaterra en Stuttgart, un partido del cual se han escrito canciones. Llevó Irlanda a Italia para el Mundial de 1990 y el equipo salió vivo de un grupo que contenía Inglaterra y los Países Bajos, antes de ganar el partido de los octavos contra la Rumania de Hagi por penaltis. En su primer Mundial, Irlanda se había clasificado para los cuartos de final e iba a enfrentarse a Italia. El portero Packie Bonner, el héroe de los octavos hizo un error garrafal regalando así un gol a los italianos, que acabaron ganando el partido. Después de haber visitado el Vaticano unos días después del partido, Charlton bromeó acerca que hasta el Papa habría parado ese gol. El equipo volvió a Dublín y fue recibido por miles de aficionados que lo siguieron desde el aeropuerto al centro de la capital. “Esto hace preguntarme que pasaría si ganamos algo,” dijo Charlton.

 

 

En 1994 Irlanda se clasificó para otro Mundial y en aquel entonces el pueblo irlandés ya se había enamorado locamente de Jack. Se volvió a clasificar para octavos antes de una derrota contra los Países Bajos que fue el último partido de la época de Charlton. Había demostrado su capacidad como entrenador, pero se le valoraba más por como era como persona. Representaba una figura paternal para los jugadores irlandeses y su alegría para la vida era contagiosa y la contagió a Irlanda. Tomaba cervezas con el equipo después de los partidos en Dublín, donde además se mezclaba entre los aficionados en los bares. Además era normal verle cerca de un río situado al oeste de Irlanda pescando. El inglés de Ashington era un hombre del pueblo y fue nombrado un ciudadano irlandés honorario.

Jack Charlton encontró una Irlanda rota, en cuanto a sociedad y selección, y la dejó llena de confianza y lista para una nueva época de prosperidad. Era un hombre que sabía disfrutar de la vida y la compartía con las otras personas. Regaló confianza y cambió el país. El inglés más amado de la historia de Irlanda. Gracias Jack, que descanses en paz.

 

 


Connor O’Hanlon