Año 1947, la India consigue su independencia del Imperio Británico, y cosas del destino, un año después decide participar en los Juegos Olímpicos de Londres, donde su selección de fútbol se revela como una de las grandes sorpresas del torneo. Pese a quedar eliminada en octavos de final contra Francia, no solamente destaca por su excelente juego, sino por el hecho de que solamente algunos jugadores calzan botas.
Dos años después de esa primera y exitosa participación internacional, decidieron revalidar la buena actuación en el siguiente Mundial de Brasil. El camino fue muy fácil, solo tuvieron que derrotar a la otra candidata asiática postulada, Birmania (actual Myanmar). Finalmente, no les fue necesario ni disputar la eliminatoria, ya que Birmania en el último momento desistió jugar.
Para afrontar la gran fase final, India se preparó a conciencia con una gira por Singapur, Sri Lanka, Malasia y Hong Kong, con increíbles goleadas por doquier gracias a su demoledor quinteto atacante. Pero todo se vino abajo cuando la FIFA les avisó que no permitirá que ningún jugador jugara descalzo en el Mundial de 1950. Los hindúes, ofendidos y lejos de aceptar la norma, rehusaron frontalmente disputar el certamen, ya que consideraron que la FIFA les tendría que haber advertido de esta regla mucho antes, y además ellos siempre jugaron de este modo. La India, por cuestiones religiosas y de cábala, consideraba que jugar con los pies descalzos daba abundancia.
Lejos de rendirse en sus convicciones el 1951 la sección de fútbol ganó los Juegos de Asia y jugando prácticamente todos sin botas; pero el cambio llegó de forma casi obligada después de Helsinki 1952, cuando los futbolistas con los pies congelados, y con graves lesiones, perdieron en el debut por 1 a 0 ante Yugoslavia. A partir de allí, la Federación tomó nota y dejó a la elección de cada jugador el uso de calzado reglamentario.