El verano de 1993, Cláudio Taffarel terminó la temporada como suplente de lujo en el Parma AC, y por ello aceptó ser traspasado a las filas del recién ascendido AC Reggiana de la Serie A en busca de minutos que le ayudaran a consolidarse en la lista de Carlos Parreira de cara el Mundial de Estados Unidos de 1994. Con La Regia consiguió disputar 31 partidos y la preciada permanencia en Serie A, siendo uno de los héroes del equipo.
Lo que pocos saben es que el guardameta brasileño llegó al Mundial de Estados Unidos de 1994 sin club, ya que la Reggiana no quiso renovar su contrato ni antes ni después del torneo. ¿El motivo? Con la llegada del nigeriano Oliseh, sobraba un extranjero y el club prefirió confirmar al rumano Mateut. Taffarel no quiso entrar en polémicas, al contrario, se mostró agradecido al club, que le permitió entrenarse y prepararse con el grupo de Marchioro, mientras el guardameta buscaba una nueva escuadra. “Entiendo la situación, la Reggiana ha tomado sus decisiones, como en su momento lo hizo el Parma. No me corresponde a mí juzgarlas o criticarlas”.
A pesar del conquistar el Mundial de Estados Unidos con Brasil y como titular, y de haber recibido pocos goles, no gozó de buena crítica en la prensa deportiva, al punto de considerar volver a Brasil solo como una solución extrema. “Allí estaría siempre bajo presión, no me explico por qué, pero así es. La prensa ya quería mi sustitución antes de USA 94, imagínate lo que dirían ahora con el primer error que cometa en un nuevo club brasileño. No, no, mucho mejor Europa. O, quién sabe, Japón”.
De hecho, del país del Sol Naciente le llegó una propuesta interesante, aunque lo que importaba para Taffarel no era tanto los yenes o dólares, sino la garantía de sentirse bien a nivel humano. Como sucedió en Italia, y es que en Parma y Reggio Emilia fue muy bien acogido siempre, aunque él también se ganó el cariño de la gente. Por ejemplo, después de recibir cinco goles en Nápoles, se presentó a los entrenamientos con un elegante traje negro y sombrero, en señal de luto. O después de la primera victoria en el campeonato, apareció con una chaqueta y pantalones de colores tan llamativos como para celebrar el acontecimiento. Incluso se lesionó el tobillo jugando al voleibol con los amigos de Maxicono y pidió disculpas ante la prensa. Y, sobre todo, estuvo siempre comprometido con la solidaridad: adoptó en la distancia a unos veinte niños brasileños. Todos lo apreciaban, comenzando por los chicos del barrio residencial donde vivía en una casita que a él y a su esposa les gustaba muchísimo, aunque a De Napoli (recién fichado por la Reggiana) no, porque «carecía de piscina».
Así que a pesar de ser el portero titular de la selección ganadora del Mundial de 1994, se quedó sin equipo, y decidió participar en el 3er Torneo Parroquial Immacolata Concezione de Reggio Emilia con el equipo del Preziosissimo Sangue, ¡cómo delantero centro! Toda la competición se disputó en el campo de fútbol Parrocchia Immacolata Concezione Via Bismanto, y su repercusión llegó a las páginas de la Gazzetta dello Sport, y a los telediarios de Brasil e Italia. Cláudio Taffarel, luciendo los números 9 o 10 a la espalda, se proclamó campeón con su equipo, marcando un total de 3 goles.
Finalmente, en 1995, ante la falta de ofertas atractivas por parte de clubes de Europa, regresó a su país de origen, donde jugaría tres años en el Atlético Mineiro, antes de volver a Europa y hacer historia con el Galatasaray.
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