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La fiesta secreta del Betis y la gran «pillada» del presidente Lopera

 

El 31 de octubre de 2001 tuvo lugar la mítica fiesta secreta de Halloween de Benjamín, que provocó la ira del presidente del Real Betis Balompié, Manuel Ruiz de Lopera. Los jugadores dirigidos por Juande Ramos decidieron pasárselo bien al no tener partido hasta el domingo contra el Real Zaragoza y teniendo en cuenta que el día siguiente, el 1 de noviembre, era festivo. Corrían buenos tiempos para el conjunto de Heliópolis tras haber dejado atrás el infierno de Segunda División A, derrotar al Real Madrid de los Galácticos e incluso liderar el campeonato en la séptima jornada.

La autoría de aquella mítica fiesta se le adjudicó al futbolista hispano-ecuatoguineano, pero el exjugador aseguró en posteriores entrevistas que fue una idea conjunta: “Lo organizamos entre todos, pero la única persona que podía poner la casa era yo, Benjamín Zarandona. El único que estaba en su casa era yo. Lo primero, he de decir que yo no bebo nada de alcohol. Aunque el alcohol no se llegó a probar, porque nos pillaron con las manos en la masa. Había más invitadas que invitados. Se nos fue un poco de las manos. Yo creo que llegamos a rozar no el lleno, pero casi el lleno. Estaba la buhardilla a reventar y la escalera se atascaba. Nos íbamos casi a cien personas. Empezó a venir gente… había previsto que vinieran cuarenta”.

 

 

Todo era desenfreno en el domicilio del futbolista verdiblanco… hasta la llegada de un coche sospechoso. “Eran las doce y media de la noche y salí a comprobar un poco el ambiente. Yo estaba sorprendido porque no me esperaba tanta gente. Acompañé a una chica y a otro compañero que se iban y vi un coche en el que parecía haber gente. Entonces, le dije a la chica: ‘Coño, ese coche me suena. Mira, disimuladamente vamos a ir hacia el coche y vamos a ver qué pasa’. Cuando voy hacia el coche, sorpresa que me llevo: sale el presidente (Lopera), el míster (Juan de Ramos), Luis del Sol y el gerente. Me dicen: ‘Buenas noches, Benjamín’. Estaba blanco, me sobraba camisa por todos lados. Dije: ‘Esto es un sueño, no puede ser verdad’. Total, que salieron del coche y yo diciéndome a mí mismo: ‘Madre mía, ¡la que se va a liar!’ Entramos en la casa. Obviamente, no le podía decir que no entrase. Las chicas y la gente que había ahí decían: ‘Pues sí que es importante la fiesta, que está hasta el presidente, el entrenador, el director deportivo…’. Pensaban que era parte de la fiesta. Se sentían importantes, y se hacían fotos con Lopera. El presidente nos dijo que quería reunirse con todos nosotros. Se empezó a desalojar aquello, tardamos como media hora en desalojar. No huyó nadie (del equipo), allí estaba todo el mundo controlado. Le sorprendió que estuviera allí casi toda la plantilla, yo diría que el 80%. Empezó a pegarle un rapapolvo a cada uno. Iba uno a uno. A mí, me dijo: ‘Ahora comprendo tu bajo rendimiento, Benjamín’. A Joaquín le echó en cara que, dos semanas antes, había estado también en un cumpleaños a 48 horas de un partido”.

Aunque aquella noche echaba humo, Lopera recordó con cariño años después esa noche, en la que contó que había jugadores saltando por la ventana y en la que explicó, entre risas, que “entraron en la primera habitación y allí había chicas haciendo ejercicio físico sin ropa ninguna”. Aquello fue posteriormente desmentido por el propio Joaquín: “allí estábamos en la gloria. Entonces, veo a Benjamín subiendo las escaleras… no se me olvidará en la vida. Tenía la cara desencajada. Le pregunté qué pasaba y gritó: ‘¡Quién ha invitado a este tío!’ Le preguntamos: ‘¿A quién?’ Y responde: ‘¡Al presidente!’ Denílson quería saltar, no sé por dónde. Le dije: ‘Deni, ¿qué haces? ¿Dónde vas? ¡Que te vas a matar!’. Él me decía: ‘¡Que no me paga, que no me paga!’. Lopera fue uno por uno. Cuando llegó a mí, dijo: ‘Hombre, si está aquí el niño. Muy pronto estás empezando tú, ¿eh?’.

 

 

Frustrado el plan de huida de Denílson, llegó la bronca de Lopera. Como explicaron Benjamín y Joaquín, fue individualizada. Uno por uno, el presidente se fue despachando con sus jugadores. Con Denílson, se demostró que sus temores eran justificados: “Tu contrato de imagen se va a complicar… y la selección también”, le dijo el máximo mandatario de la entidad de las Trece Barras. Incluso hubo un jugador, cuya identidad no ha sido revelada por ningún testimonio de esa noche, que rompió a llorar fruto de los nervios. Lopera le espetó dirigiéndose a Juande Ramos a quien, por cierto, llevó a la casa sacándole de la cama: “¿Este es el tripulante del barco al que quieres que renueve?”. El jugador, entre sollozos y besando su anillo de casado, se lamentaba así: “Para un día que salgo y me han pillado”.

Años después de aquella noche de Halloween, no se ha hecho público el nombre del chivato. “Me enteré de quién dio el chivatazo y, además, me enteré en la cárcel. Los presos saben noticias de fuera que los de fuera no saben. Me fui una vez a una charla, a una cárcel, no me acuerdo dónde era, creo que en Málaga. No lo voy a decir tampoco. Me encontré a alguien que conocía de Sevilla y me preguntó por la fiesta. Y me dijo: ‘¿Pero supiste al final quién fue?’ Yo nunca pude saber quién había dado el chivatazo, pero él me dijo: ‘Fue esta persona, trabajaba en este sitio’. Yo luego comprobé que era cierto, no lo voy a decir porque no quiero juicios. Trabajaba en el club. ¿Era futbolista? Eso da igual», recuerda Joaquín.

Después de tantos años, los jugadores del Betis presentes aquella noche lo recuerdan como una anécdota graciosa. Pero fue un momento verdaderamente desagradable en el que lo pasaron mal de verdad. “La suerte que tuvimos es que estábamos todos. Si hay tres, hoy estaría poniendo cafés en el bar de mi padre”, asegura Joaquín.

Aquella misma noche se decretó entrenamiento para el día siguiente. Juande y Del Pozo se reservaron y hablaron pocas horas después en el campo, castigando a los jugadores con dos horas y media de práctica intensa. Al término del mismo hubo una reunión entre técnicos y futbolistas. Tres días después, el Betis perdió en casa con el Zaragoza, pero el equipo enderezó el rumbo. Enlazó seis partidos sin perder y para Navidad Lopera ya bromeaba con organizar «un coro de campanilleros» con Benjamín al frente. La temporada acabó con el Betis clasificado para la Copa de la UEFA, todo un hito para un equipo recién ascendido.