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El día que el West Ham se sintió campeón del mundo

 

Paseando por Barking Road, justo en el cruce con Green Street, cerca del antiguo Upton Park, y aún con el rumor del «Forever blowing bubbles» que ahora suena en el London Stadium, nos encontramos con otro de los orgullos Hammer. El antiguo estadio, la canción con categoría de himno y las grandes joyas de la academia del club. Una estatua de casi cinco metros de Bobby Moore, Martin Peters y Geoff Hurst da la bienvenida al viejo templo del West Ham United. La escena, que retrata la consecución del trofeo que acreditaba la selección inglesa como campeona del mundo en 1966, representa el orgullo de todo un país y, en especial, de un club que aquel 30 de julio se sentió campeón del mundo.

El equipo londinense había probado, en primera persona, el sabor agridulce. Una gran temporada eclipsada por dos derrotas que los alejaron de levantar dos trofeos, la Copa de la Liga y la Recopa. La primera, aunque se resiste hasta hoy en día y es que aquella fue la primera final de este torneo que los «hammers» pisaban. Y se las prometieron felices. El 2-1 conseguido aquel 9 de marzo ante el West Bromwich Albion fue tumbado por los «bagger» dos semanas más tarde. 4-1 en The Howthorns y primera decepción del West Ham del 66.

En cambio, la inercia de la temporada anterior parecía que llevaría a ese equipo a volver a triunfar más allá de sus fronteras pero finalmente, la derrota ante el futuro campeón, el Borussia Dortmund, en semifinales, los alejó de repetir la hazaña. La temporada anterior (1964/1965), el equipo dirigido por Ron Greenwood, se confirmó como una de las referencias futbolísticas del continente en proclamarse campeón de la Recopa que, un año más tarde, añoraría. Wembley, el escenario por excelencia de las grandes citas del fútbol inglés vio a Bobby Moore alzar un trofeo aquella temporada. Un gesto que, un año más tarde reviviría vestido, entonces, de rojo.

 

 

La relación del capitán del West Ham con ese estadio se consolidaría durante aquella década. Durante los sesenta Moore levantó una FA Cup (1964), una Charity Shield (1964, compartida con el Liverpool por el empate final) y dos London Challenge Cup (1968 y 1969). El club vivía una época dorada en consonancia con el buen estado de su cantera, denominada por la prensa durante los años 60 como The Academy Of Football. Un reconocimiento que ayudó a llenar las vitrinas del club gracias a la aportación de los jugadores formados en casa, entre ellos el propio Moore, y que fue motivo de orgullo -y lo sigue siendo- por la afición «hammer».

El buen estado de forma y rendimiento del West Ham durante la primera mitad de la década, provocó la inclusión de tres jugadores del club en la convocatoria final de Alf Ramsey para la selección inglesa de cara al Mundial de 1966 que jugaron en casa. El defensa central Bobby Moore, el centrocampista Martin Peters y el delantero Geoff Hurts acabaron formando parte de aquel prometedor grupo. Los dos primeros cayeron de pie en el once titular. Moore estaba consolidando como uno de los mejores defensas del mundo y Peters se hizo un lugar en la titularidad a partir del segundo partido del torneo. El caso de Geoff Hurst era bien diferente. Y es que, en su misma posición, la selección inglesa contaba con nombres de la talla de Jimmy Greaves o Bobby Charlton. Su irrupción en el once necesitó más tiempo.

Cuatro años antes de la celebración del Mundial de Inglaterra, Alf Ramsey fue nombrado seleccionador nacional del país anfitrión. Ese mismo día afirmó ante la prensa que su equipo se proclamaría campeón del mundo. Aquella promesa, que fue motivo de burla en todo el país, significó una conjura de puertas del vestuario adentro. Para conseguirlo, el seleccionador creó una plantilla a su imagen. Todos y cada uno de los miembros de aquella plantilla creyeron en la gesta y pusieron su granito de arena para conseguir lo que, desde entonces, ha sido irrepetible por los Three Lions.

 

 

 

En torneos de tan corta duración y con enfrentamientos eliminatorios encajar el mínimo de goles posibles convierte en la clave del éxito. En este sentido Gordon Banks, considerado mejor portero de la historia de Inglaterra y protagonista de la llamada mejor parada de la historia (ante Pelé), junto con Bobby Moore, en su mejor momento de forma, se erigieron como el muro del Mundial. Hasta la semifinal ante la Portugal de Eusebio, Inglaterra no recibió ningún gol. Pero Moore significaba más que el candado de aquella portería. El capitán del West Ham y de la selección era elegancia y salida de balón. Era el inicio de los temidos ataques ingleses y la voz de Ramsey sobre el campo.

Su trayectoria en el West Ham, sin embargo, no habría continuado de no ser de la llamada de Alf Ramsey. Cuando Moore supo que no podía ser convocado sin un contrato vigente (contrato que acababa con los «hammers» esa misma temporada), decidió renovar con el que acabaría siendo su club hasta mediados de la década de los 70. Así pues, aquel Mundial no cambió solamente la historia de la selección inglesa, también la del propio West Ham. La figura de Moore significó un salto cualitativo y mediático del equipo londinense. En el que ha adquirido el estatus de leyenda.

Martin Peters comenzó el Mundial desde el banquillo. El empate a cero inaugural, hizo que Ramsey se planteara cambios en su esquema, aportando más trabajo en el centro del campo. En este sentido, Peters, salió beneficiado. El sacrificio de los jugadores de banda hicieron lugar en el once por el jugador «hammer» que, además de su elegancia con el balón en los pies y su gran aportación en ataque, tenía una gran concienciación defensiva. No le costaba correr atrás, era sacrificado y disciplinado y se acabó convirtiendo en un argumento más para las victorias de los Three Lions. Fortaleza en defensa y en ataque, la descripción de un equipo representada en un solo jugador. Desde su primera inclusión en el once, Peters, ya no salió a él en todo el torneo.

En la delantera, Jimmy Greaves, que unos años más tarde también formaría parte de la plantilla del West Ham, tenía mejor cartel que Geoff Hurst. Venía con el título de jugador más joven en conseguir 100 goles en la liga inglesa y de convertirse en el fichaje estrella del AC Milan. Tras tres titularidades en los tres partidos de fase de grupos, una herida en la barbilla provocada por un jugador francés lo sentó en el banquillo en favor de Geoff Hurst. Pero fueron méritos del jugador del West Ham, su capacidad de aprovechar las ocasiones de gol y de ser decisivo en los partidos de la selección los que provocaron su titularidad definitiva. Progresivamente su importancia fue en aumento hasta llegar al punto más álgido en el último partido del torneo.

La final fue el momento clave para los jugadores del West Ham. Ante la temida selección de Alemania Occidental, Martin Peters y Geoff Hurst escribieron sus nombres en la historia del fútbol inglés marcando uno y tres goles respectivamente. Los dos últimos goles de Hurst, además, con la epicidad que supone marcar en la prórroga. Así pues, el ya consolidado Bobby Moore y sus dos compañeros, que fueron capaces de tumbar al mismo Franz Beckenbauer, pasaron a ser héroes nacionales. La Copa del Mundo de 1966 se quedaba, pues, en casa.

 

 

La promesa de Alf Ramsey, que había despertado tanta incredulidad se hizó realidad. Y allí estaba Bobby Moore levantando la Copa del mundo, sobre el hombro de Peters y Hurst. El West Ham de los sesenta representación en una estampa que marcaba una hazaña histórica. Inglaterra se proclama campeona del mundo. Y el West Ham, en cierta forma, también. Y así se intenta representar en aquella escultura, búsqueda de Upton Park, en el cruce entre Barking Road y Green Street. El orgullo de la parroquia «hammer». Una escultura que no solo mestra el triunfo de una selección o de un club, también el de una academia y una generación.

 

 

Por cierto, acompañando la escena de la estatua de los campeones del mundo aparece Ray Wilson, también jugador de aquella selección inglesa. El jugador, en ese momento, del Everton no tenía ningún tipo de relación con el West Ham. Pero su inevitable presencia en aquella celebración del triunfo histórico le ha situado muy cerca de Boleyn Ground. Un elemento de contextualización que pretende mostrar el triunfo de un país pero que, sin él, quedaría como el que también fue: el triunfo del West Ham United.

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Dani Hernandez
@danihrnndz_