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Eduardo Esidio, el goleador contra el sida

 

«Yo no estoy enfermo. Tengo el sida, sí, pero enfermo no estoy». Inclaudicable devoto de Dios, el brasileño José Eduardo Esidio llegó a pedir en sus oraciones que se cayera el avión que lo trasladaba de Lima a Brasil. Quiso morirse, aunque nunca se atrevió a pensar en el suicidio. Intentó ser fuerte, pero a su ánimo le costó horrores vencer la realidad. Su fe y el apoyo de la gente le llevaron a volver a Universitario y anotar 74 goles en 4 temporadas, además de conseguir el récord de goles en un mismo año con 37 dianas.

 

 

La historia de José Eduardo Esidio pareció la de una película con final feliz. A mediados de 1997, llegó al fútbol peruano en el total anonimato para incorporarse al modesto Alcides Vigo de Lima. El delantero brasileño marcó seis goles, pero no pudo evitar que su equipo bajara a Segunda División. Sin embargo, mostró algunas cualidades como su fuerte remate con ambas piernas, su potente cabezazo o su juego vertical encarando la portería rival. A pesar de que afirmaba que había jugado junto a Roberto Carlos en el União São João Esporte Clube y que su primo Nilson había estado en el Sporting Cristal, Esidio nunca fue un jugador conocido en Perú. Sin embargo, y de forma sorprendente, a comienzos de 1998 fue contratado por Club Universitario de Deportes.

 

 

A partir de entonces, su vida dio un vuelco. Se incorporó en silencio a su nuevo equipo y en silencio también desapareció antes de iniciarse la temporada. El 14 de enero de 1998, el doctor Jorge Alva se reunió con él y le mostró el resultado de los exámenes médicos que el delantero se había realizado. «Eduardo, sos portador asintomático del SIDA», le dijo. Enseguida Alva le informó de la noticia a Alfredo González, titular de Universitario, y el presidente de los cremas decidió de manera unilateral rescindir el contrato del jugador. Fueron informados el argentino Osvaldo Piazza y todo su cuerpo técnico. Pero para afuera se conoció otra versión. «Esidio tiene problemas familiares en Brasil y, en consecuencia, se decidió de común acuerdo romper el vínculo entre él y Universitario, así puede regresar tranquilo a su país», mintió Alfredo González. Después diría que lo hizo para proteger a Esidio, a pesar de que el brasileño nunca quiso dejar la «U». Nadie supo cómo la verdad llegó a los medios; cómo el drama de Esidio se volvió público. Convivieron varias versiones. O la infidencia partió del mismo presidente, o del médico; o de un dirigente opositor, justo en época de elecciones institucionales. El muchacho de 27 años que, a pesar de los comentarios, no ocultaba su mal: «Soy seropositivo, pero los médicos me dijeron que puedo jugar. Entonces, volví. Si yo lo único que quiero es jugar al fútbol».

Cuando la noticia salió a la luz, su caso pasó a formar parte de una campaña en contra de la discriminación de los infectados por el virus y en favor del derecho a la intimidad de los pacientes. La presión de diferentes sectores de la sociedad peruana y una fuerte campaña periodística facilitaron el regreso del brasileño a Universitario.

 

 

Se había perdido buena parte de la pretemporada con el resto del plantel y el técnico argentino Osvaldo Piazza decidió hacerlo trabajar por separado para que se pusiera en forma. José Eduardo Esidio volvía al fútbol, pero la gente se preguntaba: ¿no es peligroso hacer jugar a una persona infectada con el virus del SIDA en un deporte de tanto contacto físico como el fútbol? Los médicos despejaron las dudas: José Eduardo Esidio estaba apto para jugar con las precauciones recomendables para cualquier futbolista. Es decir, llevar puestas espinilleras y abandonar el campo de juego si sufría un corte que lo hiciera sangrar. El jugador esperó su momento y se refugió en su inmensa fe en Dios. Asiduo concurrente a una Iglesia Evangelista en Lima, siempre se le veía con una biblia en la mano después de los entrenamientos. Cuando Esidio recuperó su forma, volvió a ser titular con el U. El brasileño respondió marcando 13 goles y su equipo ganó el campeonato nacional en diciembre de 1998.

José Eduardo Esidio ya no paró de hacer goles y de ganarse el cariño de los hinchas. En la temporada de 1999 marcó 16 tantos y nuevamente se consagró campeón nacional.

 

 

Pero lo mejor llegó en el 2000 con un Esidio iluminado que convertía en gol todo lo que llegaba a sus pies. Jornada a jornada fue marcando hasta llegar a la cifra de 37 tantos, récord en una sola temporada en el fútbol peruano. Goleador y figura, nuevamente fue campeón con Universitario y su imagen mostrando la inscripción «Yo amo a Jesús», debajo de la camiseta crema para celebrar sus goles, fue una de las más habituales en los estadios peruanos.

 

 

En 2001 fichó por el Alianza Lima, clásico rival de Universitario, en una traspaso que generó muchísima polémica. Pero José Eduardo Esidio se mantuvo al margen. Todo lo resolvió con los goles y su inmensa fe.

 

 

Posteriormente a su breve paso por Alianza de Lima en la que anotó 11 goles, volvió al modesto Marília de Brasil, y en 2002 volvió a Universitario para retirarse, donde solo consiguió marcar un gol. En 2006 volvió a calzarse las botas para disputar algunos encuentros con el União Barbarense de Brasil.