El 17 de agosto de 1994, en un amistoso de Francia contra la República Checa en Burdeos, podríamos decir que se puso en marcha oficialmente la gran transición francesa con el debut de Zinedine Zidane. El principio del fin de una generación de fantásticos jugadores franceses, contemporáneos al centrocampista de origen argelino, que a la hora de la verdad no ganaron nada, y a los que se apartó desde aquel entonces de forma progresiva. Para que nos entendamos mejor, se pasó de los Papin, Cantona, Ginola, Loko y Lama, a los Zidane, Desailly, Barthez, Thuram y Henry.
Francia llegó al medio tiempo con un marcador adverso de 2-0, el poco olfato goleador que aportaron Eric Cantona, David Ginola y Christophe Dugarry pasó factura. Era el momento de cambiar, y se dio paso a un novato de 22 años que jugaba en el Burdeos, un tal Zinedine Yazid Zidane. El fútbol internacional, y en especial el francés, estaba a punto de cambiar para siempre de manos de un joven centrocampista de 22 años se había forjado una gran reputación en la Ligue 1 con el Cannes y el Burdeos.
Corentin Martins sale, Zidane entra. Zizou asumió el papel de director de juego principal, ya que Ginola abandonó el campo en favor de Bixente Lizarazu. La República Checa, también sacó del banquillo a Patrik Berger y Karel Poborsky, para seguir frustrando a los franceses.
A Zidane, que llevaba un desconocido dorsal 14, le costó mucho entrar en el partido, pero en el minuto 85 recogió un pase perfectamente medido de Blanc, superando a un hombre sin ni siquiera tocar el balón. Un segundo defensor se precipitó, con una caída del hombro derecho de Zizou y un giro de las caderas. Zidane cambió el balón de su pie derecho a su pie izquierdo, superando a otro hombre en el proceso hacia el gol, antes de enviar el balón a la esquina inferior desde 30 metros. No hubo celebración, ni pasión por parte del debutante que acababa de marcar su primer gol internacional, solo la exigencia en sus ojos de remontar el partido antes del pitido final.
Dos minutos más tarde, volvió a hacer de las suyas, aunque esta vez mostrando una faceta muy infravalorada de su juego. Un córner con efecto fue rematado. La República Checa cometió el error de dejar a Zidane desmarcado en el borde del área. Zinedine se acercó a la vista de todos antes de rematar de cabeza a la esquina superior desde una distancia de 10 metros, y empató. Esta vez sí se permitió el lujo de la celebración, no había tiempo para más.
El resto es historia, doce años, 108 partidos, 31 goles, una Copa del Mundo y una Eurocopa después, Zidane se despedía con una tarjeta roja. Era de esperar que una carrera que empezó con un cabezazo terminara con otro cabezazo, aunque esta vez dirigido al pecho de Marco Materazzi y no a un balón. En cuanto a aquella noche de agosto del 94, no ha habido muchos debuts internacionales desde entonces que estén a la altura del de Zidane.