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«The Crazy Gang», la versión más loca y victoriosa del Wimbledon FC

 

Se conoce como » The Crazy Gang» al Wimbledon FC de finales de los años 80 y principios de los 90, que llegó a su clímax en 1988 ganando la FA Cup al poderosísimo Liverpool. Su sobrenombre precisamente nació tras aquella victoria, cuando el comentarista de la BBC John Motson declaró que «la pandilla de locos ha vencido al club de la cultura». Bajo la dirección de Dave Bassett, ascendieron de la Cuarta a la Primera División en cuatro temporadas, hasta 1986, sin cambiar nunca su estilo de juego directo.

El dueño del Wimbledon, en ese entonces, era un libanés millonario y excéntrico al que le gustaba el tenis, y apostar con sus jugadores, y que consiguió ascender el club por primera vez en su historia a la primera división inglesa la temporada 1986-1987. Los jugadores dieron la cara y consiguieron un más que meritorio sexto puesto, llegando a liderar la tabla en algún momento de la temporada.

 

 

Las bromas entre jugadores iban desde untar de vaselina las lunas del coche de algún compañero, hasta prenderle fuego a la mochila de otro (con todo su interior), rajarle los neumáticos a alguno, vaciar el despacho del entrenador y colocar todos sus muebles en el pasillo y cosas que aun años después, los jugadores de aquel equipo no revelan (o no se pueden publicar). Practicaban un juego más bien ramplón, poco evolucionado, muy físico… sus goles se caracterizaban por ser bastante feos, muchas veces en barullos en el área. Tal era así que Gary Lineker, en una ocasión, dijo que «la mejor forma de ver al Wimbledon es en el teletexto».

 

 

Vinnie Jones, Lawrie Sánchez, Dennis Wise, Laurie Cunningham, el arquero Dave Beasant y el legendario, pero incorregible Justin Fashanu fueron algunos de los nombres de ese equipo formado por tipos duros en el que todos se odiaban un poco y en el que la única norma era que estaba prohibido prohibir. Aunque los sueldos eran bajos, los premios por las apuestas internas y el ambiente adictivo lleno de testosterona y descontrol permitió que los chicos malos se quedaran en la disciplina del modesto club.

 

 

Además, el Plough Lane, el predio del Wimbledon, era una oda al fútbol barrial y un infierno para todo el fútbol inglés: goteras en los vestuarios, filtraciones de aguas negras, mucho frío y té con sal para los visitantes. ¿La estrategia? Sencilla. Moler a patadas al rival, provocarlo del minuto 0 al 90 y, en serio, ir a cada balón dividido como si de eso dependiera respirar.

 

 

En esa FA Cup que ganaron, antes de enfrentar al Liverpool, dejaron en el camino al New Castle de Paul Gascoigne, al que Vinnie Jones le cogió las partes nobles, al Wattford y al Lutton Town. La final terminó uno a cero para el Wimbledon gracias a un gol de balón parado, el 80% de los goles de aquel equipo llegaron de este modo. Solo 10.000 aficionados lo gritaron en el Plough Lane.