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El «Caso Loko», pesadilla en París

 

Patrice Loko, máximo goleador de la Ligue 1 1994-1995, e internacional con la selección francesa en 26 ocasiones, nunca olvidará su paso por París. El delantero llegó a la capital francesa en 1995 procedente del Nantes para incorporarse al Paris Saint-Germain. Dos meses de su llegada acabó en una clínica psiquiátrica, Les Pages, mientras sus nuevos compañeros disputaban los primeros partidos de liga.

El conocido como «Caso Loko» estalló la noche del 19 de julio de 1995, cuando el jugador arremetió contra el guardacoches de una sala de fiesta donde había estado tomando copas. Luego abolló a patadas varios vehículos, entre ellos el suyo, y atacó a los policías que intentaron reducirle. En comisaría decidieron que había que hospitalizarle porque presentaba graves síntomas de desorden mental, y en la clínica lo primero qué hizo fue dedicarse al exhibicionismo. Dos días después, los directivos del PSG conseguían recuperar a Loko e intentaban convertir el asunto en una borrachera descomunal. No pudo ser. Los nervios y la ansiedad de Loko lo hicieron incapaz de convivir con sus nuevos colegas, y se aconsejó su reclusión.

 

 

Patrice Loko nació en un pequeño pueblo francés llamado Sully-sur-Loire en 1970. Sus padres eran de origen congoleño y habían llegado a la Metrópolis con la esperanza de poder dar a sus hijos un mejor futuro del que ellos tuvieron en el país africano. Sin duda lo lograron, pero no fue un camino de rosas. Patrice Loko era, según su agente, «un modelo de equilibrio, con una vida muy ordenada y un comportamiento muy profesional desde el final de la adolescencia». Para su exentrenador, Jean-Claude Coco Suaudeau, creador de la fábrica de talentos en que se había convertido el Nantes de los 90, todo era simple y claro: «Cuando llegan son jugadores y aquí se transforman en profesionales. Si cuando son adultos y responsables, tal y como dicen ser, quieren marcharse, entonces la responsabilidad es suya». Y parece que a Loko esa responsabilidad le pesó demasiado.

Cumplidos los 25 años, internacional desde los 22, Loko celebró el título de campeón del Nantes con una idea fija: irse a París para aprovechar el contrato de su vida. Pero el presidente fue tajante después de la victoria: «El equipo no puede desmantelarse. Solo aceptaré dos traspasos». Y los candidatos eran varios. Loko tuvo miedo de quedarse un año más en Nantes y de perder la gran oportunidad. Su estrategia para lograr el traspaso consistió en convertirse, de la noche a la mañana, en un tipo insoportable, a malas, con todo y con todos. Loko, al fin, se fue a París.

 

 

El 19 de julio de 1995 por la tarde, Loko estuvo en Nantes. Quería ver jugar a sus antiguos compañeros, desearles suerte. Nadie le dirigió la palabra. Luego regresó a París y por la noche se le fundieron los plomos. Esa es la versión deportivo-económica del asunto. Hay otra explicación, más personal. Dos años atrás, Patrice perdió un hijo pequeño, víctima de una leucemia rapidísima. Quince días después del drama, Loko entrenaba de nuevo y guardaba para sí el dolor. Todo siguió igual, excepto que Loko se hizo muy amigo de una chica adepta al espiritismo que le ponía en contacto con el hijo perdido.

Para Michel de Massougnes, psiquiatra de deportistas, Loko fue víctima de una triple confusión: deportiva, propiciada por su mal comportamiento voluntario; íntima, por no haber asumido el dolor de la muerte del hijo y familiar, por no adaptarse a la nueva libertad al margen de la familia futbolística de Nantes.

Finalmente, Patrice Loko permaneció en la disciplina del PSG hasta 1998, disputando 84 encuentros y marcando 23 goles antes de poner rumbo al FC Lorient.