Carlos Busquets fue uno de los guardametas europeos precursores del juego con los pies, siempre enfundado con su chándal largo, y convertido en estrella involuntaria del programa Força Barça de Alfons Arús, con su imitador dando lo mejor de sí en la sección llamada Busisolutions. También fue el protagonista de diversas historias para el recuerdo, como el día que paró una plancha en funcionamiento, cuándo fue bautizado como «El portero sin manos» por el periódico l’Equipe, o paró un balón acompañándolo dentro de la portería ante el Galatasaray.
Pese a sus detractores, que fueron y siguen siendo muchos, en su palmarés encontramos una Copa de Europa, seis Ligas, dos Copas del Rey, una Recopa, dos Supercopas de Europa y cuatro Supercopas de España. Aunque no debutó con la selección absoluta, Carlos Busquets fue internacional en tres ocasiones con la selección sub-16. Así mismo, también dos encuentros de carácter amistoso con la selección de fútbol de Cataluña. Tras su retirada, ha jugado con los veteranos del FC Barcelona en el Campeonato Nacional de Liga de Fútbol Indoor, y hasta fue convocado con la selección española de Fútbol Indoor como segundo portero para el Mundial de 2006 y la Eurocopa de 2008, en la que se proclamó campeón.
El origen de un portero distinto
Aunque nació en Barcelona, con 10 años Carlos Busquets se trasladó con su familia a Ciutat Badia, actualmente Badia del Vallés, que por aquel entonces era una Mancomunidad dependiente de los municipios de Barberà del Vallès y Cerdanyola del Vallès. Empezó a jugar en la escuela del CD Ciudad Badia, inicialmente como delantero, hasta que su entonces entrenador le hizo ocupar el puesto de portero para sustituir a un compañero lesionado. Durante algún tiempo alternó la portería y el ataque, hasta que en 1981, en edad infantil, se incorporó al fútbol base del FC Barcelona para jugar exclusivamente, como guardameta
En enero de 1986, Johan Cruyff acudió a ver un partido del juvenil culé, que entrenaba su viejo compañero Carles Rexach. Le llamó la atención el portero por la desenvoltura con que jugaba con el pie, y es que a Cruyff siempre le gustó eso. Rexach le explicó que el chico había jugado de delantero en sus inicios, y como a él le gustaba jugar con la defensa adelantada, encontraba útil que él hiciera la doble función de portero y líbero. Jugaba en la frontal del área, cortaba y entregaba bien. Además, tenía reflejos, flexibilidad y estatura para cazar los centros por arriba. Cuando no mucho más tarde Cruyff llegó al banquillo del Barça, preguntó a Rexach por aquel portero, y este le dijo que estaba en el filial (anteriormente también había pasado por el FC Barcelona Amateur, posterior Barça C) y Cruyff lo reclamó frecuentemente para entrenar con la primera plantilla.
El eterno suplente que tuvo su gran oportunidad
En el inicio de la 90-91 Juan Carlos Unzué se fue al Sevilla CF, al tiempo que la FIFA decidía, tras los abusos del Mundial Italia-90, prohibir que el portero utilizara las manos si le cedía el balón un compañero. Así que Cruyff decidió promocionar a Busquets a la primera plantilla como suplente de Zubizarreta. Tras algún partido menor, su aparición ante el gran público se produjo en la final de la Recopa, ante el Manchester United, que jugó por sanción de Zubizarreta. Vistió pantalones largos (hábito traído de los campos de tierra, que nunca abandonó), lo que le daba aspecto de portero de balonmano. Chocaba a los ojos, como algo estrafalario. El Barça perdió 2-1 y él no estuvo bien.
Para sorpresa de todos, Cruyff declaró que Busquets era el mejor portero del Barça y que en el futuro todos serían así. Pese a decir lo contrario, siguió poniendo a Zubizarreta, pilar de los grandes triunfos del Dream Team, hasta aquella triste final de Atenas, perdida 4-0 ante el AC Milan a los tres días de ganar la cuarta Liga consecutiva. Aquella derrota sentó mal, Cruyff emprendió una limpia de vacas sagradas y uno de los primeros en caer fue Zubizarreta, que recalaría en el Valencia CF.
Busquets ascendió a titular, para desgracia de todos los culés que sufrían del corazón. Lo fue dos temporadas, la segunda de las cuales no la terminó Cruyff, sustituido por Rexach. La afición nunca le aceptó, principalmente por los riesgos con el pie no se digerían y bajo los palos alternaba buenas paradas con regalos que se hicieron célebres, como el de Estambul.
“El portero sin manos”, llegó a definirlo L’Equipe. Su presencia coincidió con un desencanto general en torno a Johan Cruyff: el 4-0 de Atenas, el despido de las vacas sagradas, fichajes que no se entendían (Korneiev, José Mari, Escaich, Eskurza), la elevación al primer equipo de su hijo Jordi y su yerno Angoy… Todo fue deshinchando el fervor por Cruyff y lo de Busquets fue visto más que como un capricho más.
La leyenda de la plancha
La máxima leyenda urbana que rodea al padre de Sergio Busquets se remonta a 1995, cuando apareció con las manos quemadas por, según él, un accidente doméstico. “No le digas nada al míster. Casi no me duele y el miércoles me entrenaré”, afirmaba El País que le dijo el futbolista al médico del club, que se vio metido en un lío por encubrirle debido a que las heridas eran más graves de lo que en principio había contado. Lo que según él era una pequeña quemadura se tradujo en quemaduras de segundo grado en la palma de la mano izquierda y en pequeñas partes de la derecha.
La versión oficial apunta a que agarró una plancha que iba a caer sobre su hijo Aitor con las manos. El niño tocó una de las patas de la tabla de planchar y, ante el peligro, Busquets no dudó en coger el instrumento al vuelo en lugar de darle un manotazo. Al principio solo notó un cosquilleo, pero inmediatamente comenzó a gritar y a sentir dolor, viéndose obligado a pasar vendado durante unos cuantos días, dejando al Barça sin su portero titular.
Sin embargo, Johan Cruyff, su entrenador en ese momento, sembró la duda de la causa de la lesión. Lo cierto es que los rumores apuntaban a que Busi se había quemado las manos tras un accidente de moto, algo prohibido por el reglamento interno del club pero una de las pasiones del guardameta. “Ya he oído esa historia. Y me ha molestado bastante. Si alguien no cree mi versión, le reto a que traiga pruebas y lo demuestre”, afirmó muy enfadado por esa época.
Rumbo a la Terra Ferma
Para la 96-97 llegó Bobby Robson, que trajo a Vitor Baía. Fue el año de Ronaldo en el Barça, que ganó la Copa y la Recopa, después de dos temporadas de sequía. En la siguiente llegó Van Gaal con Hesp y Busquets pasó a tercer portero. Hizo unas declaraciones contra el holandés, se quedó sin dorsal… y su cláusula de rescisión era de 500 millones de pesetas, una cantidad que nadie nunca se planteó pagar. Fue así como se marchó gratis a la UE Lleida, donde jugó dos temporadas en Segunda A y una en Segunda B, alternando buenas actuaciones con errores que nunca más se han vuelto a ver sobre el terreno de juego, hasta quedar relegado a la suplencia y retirarse con 35 años.