El 17 de mayo de 1994, el periódico catalán Mundo Deportivo publicó una pequeña nota (en la página 55) donde se aseguraba que en el seno de la expedición oficial del FC Barcelona, a su llegada en Atenas, existían serias sospechas de que los jugadores del AC Milan podrían haberse dopado de cara a la final de la Copa de Europa, que se disputaría el día siguiente en el Estadio Olímpico.
En el texto de la noticia, firmada por los dos corresponsales, se afirmaba que había sospechas de que los jugadores dirigidos por Fabio Capello podían haber empleado un método conocido como «dopaje de sangre», que consiste en la oxigenación sanguínea mediante autotransfusiones: los jugadores se extraen sangre para, posteriormente, reinfundírsela. Esta técnica, claramente prohibida en las normas internacionales, es difícil de detectar y no deja rastros evidentes. La única señal de su uso es un aumento en la frescura física de quienes la emplean.
Según la Agencia Mundial Antidopaje (Wada), quienes se dopan de esta manera lo hacen para aumentar su masa de glóbulos rojos, lo cual hace que el cuerpo pueda transportar más oxígeno a los músculos. Esto, a su vez, aumenta la resistencia del atleta. Las tres sustancias y métodos más habituales del dopaje de sangre son los transportadores de oxígenos sintéticos, las transfusiones de sangre y la eritropoyetina (EPO), una hormona que se produce de manera natural en la sangre y que estimula la producción de glóbulos rojos. Los tres están prohibidos por Wada.
El AC Milan, ante aquella grave acusación, reaccionó con indignación e incredulidad ante alegaciones de dopaje sanguíneo publicadas por El Mundo Deportivo. Fabio Capello, el entrenador del Milan, desmintió la noticia rotundamente en la rueda de prensa posterior al último entrenamiento antes de la final. «Es pura fantasía», declaró. «En ningún deporte y en ningún país se encontrarán controles más severos que los impuestos en Italia contra el dopaje».
Rodolfo Tavana, jefe de los servicios médicos del Milan fue más allá en su rechazo a las insinuaciones. «Los controles en Italia son muy estrictos», comenta Tavana, «y la filosofía de nuestro club jamás contemplaría algo tan nefasto. Al margen de nuestro rechazo habrá que recordar que se trata de extraer sangre con tiempo de antelación y luego reponerla poco antes del certamen. Es decir, que es inaceptable por las posibilidades de debilitar a los jugadores durante una fase crítica de la temporada. Además, al margen de su ilegalidad deportiva, esta práctica está tipificada como delito criminal en Italia, así que podemos dar por descontado que yo no tengo ni la más mínima gana de ser apartado de mi profesión. No sé quién ha inventado esta historia ni con qué intenciones».
En la final, el AC Milan arrollaría al FC Barcelona de Johan Cruyff por un contundente 4-0.