El junio de 1999 un joven Gianluigi Buffon y su ídolo de infancia Thomas N’Kono coincidieron sobre el terreno de juego del Stade Omnisport Ahmadou Ahidjo, junto a otras grandes leyendas del fútbol camerunés como Roger Milla o Joseph-Antoine Bell. Aquel mágico encuentro olvidado por el paso del tiempo, pero de gran carga sentimental, enfrentó al italiano y al camerunés, en un partido de homenaje en Yaoundé que también sirvió para que ambas estrellas se conocieran personalmente por primera vez.
Tommy N’Kono invitó al joven guardameta titular del Parma (por aquel entonces de 21 años) a su partido de homenaje y Buffon acudió sin pensárselo dos veces para hacer realidad su sueño.
Años más tarde, el 28 de diciembre de 2007, el exguardameta de la Juventus y la selección italiana culminó su inacabable admiración al ponerle Thomas de nombre a su primer hijo. La amistad se convirtió en eterna, y legendaria. «Los ídolos de la infancia siempre seguirán siendo ídolos, incluso décadas después. Siempre es un placer abrazar a mi amigo Thomas N’Kono, el hombre que me convirtió en portero».
Una admiración que lo cambió todo
8 de junio de 1990. En la ciudad de Carrara, en la Toscana, un niño de 12 años, un fanático del fútbol que se ve a sí mismo como un centrocampista goleador, ve por televisión el partido inaugural de la Copa del Mundo en el famoso estadio de San Siro de su país.
Puede parecer un acontecimiento ordinario, pero este día marca un cambio de mentalidad en un niño que acabará convirtiéndose en una de las estrellas más condecoradas del fútbol. Gianluigi Buffon había decidido que quería ser portero. Quizás fue la visión del argentino Nery Pumpido, que permitió que un cabezazo del camerunés François Oman-Biyik se colara en su portería para marcar el único gol del partido, lo que llevó a Buffon a determinar que podía hacerlo mejor.
Pero algo más había capturado la imaginación del joven, y era el colorido guardián de la portería de Camerún Thomas N’Kono. Durante el resto del torneo, siguió a los africanos, que no eran favoritos, en su camino hacia los cuartos de final, y una derrota por 3-2 ante Inglaterra, mientras se maravillaba de la confianza y el coraje del guardameta del chándal.
Sus primeras lágrimas por el fútbol las derramó aquel día. Gianluigi Buffon se había quedado prendado de un guardameta ágil, estilizado, dinámico, diferente. De un Balón de Oro africano y, para entonces, leyenda del RCD Espanyol. Hasta el punto de que tuvo claro que lo suyo sería la portería. Más de tres décadas después, ahí sigue y las lágrimas se vuelven sonrisas cada vez que Buffon se reencuentra con Tommy N’Kono.