Si analizamos el éxito deportivo de cualquier equipo, siempre encontraremos un amuleto o algún porqué que valga la razón para masticar el trabajo bien hecho y justificar todos sus títulos. En este caso, si nos acercamos a los años 60 y ponemos el foco en Portugal encontramos a un equipo, un modelo de juego y un entrenador infalible. Hablamos del Benfica de Guttmann y la etapa más exitosa del fútbol luso. Dos copas de Europa, siendo en cinco ocasiones finalistas de la misma, son argumentos de peso para tenerlos en cuenta. La casuística coincide además con un tercer puesto de la selección absoluta en el Mundial de Inglaterra de 1966.
El histórico entrenador húngaro, Béla Guttmann, fue un adelantado a su época. Un estratega de libreto siendo uno de los pioneros en el sistema de 4-2-4 que inició en el MTK Budapest Futball Club. Su estilo de juego lo tomaron como referencia grandes equipos como la Hungría del 54 o la Naranja Mecánica de los 70. Su llegada a Portugal en 1958 causó mucho furor. Primero pasó por las filas del Oporto, quién le puso el ojo primero y con los que ganó la liga en la temporada de su debut. Lo que no se esperaban fue la rápida respuesta de su rival directo, el SL Benfica. Consiguieron a través de una jugada maestra llevarse a Da Luz al excelente entrenador. En poco tiempo se demostró la eficacia de aquella operación cuando veíamos ganar, y de qué forma al equipo lisboeta. Dice la leyenda que la famosa águila “Vitoria” del Benfica, da dos vueltas cada vez que su equipo ganaba. En la temporada 59-60 los aficionados seguro que vieron alzar su vuelo en numerosas ocasiones tras acabar aquella campaña primeros del campeonato doméstico. Esto se debe al mérito de su entrenador que en tan solo dos años, había conseguido, de forma consecutiva, el título de liga para dos de os tres grandes, a excepción del Sporting de Portugal. Aunque donde realmente hizo historia fue en el equipo de «O Glorioso».
Pero no fue hasta 1961 cuando Guttmann y los suyos consiguieron atraer las miradas de todos los aficionados al fútbol. Su personalidad unida a su carácter quedó plasmado en lo que realmente quería para su proyecto de cara al arranque de su segunda temporada en el club. Sin temblarle el pulso realizó una operación salida a veinte de sus jugadores en plantilla. De modo que el SL Benfica arrancaba un proyecto desde cero. Lo hizo con una gran masa de jugadores traídos del fútbol africano. Para ser exactos de Mozambique, una de las colonias portuguesas de la época. Con esta savia nueva el equipo luso se plantó en su primera final europea en 1961 en Berna, ante un F.C. Barcelona repleto de estrellas de la talla de Kubala o Luis Suárez. Ante aquel escenario, se impusieron a los azulgranas con un resultado de 3-2 en la final conocida históricamente como “la final de los palos cuadrados”. Dos errores del arquero culé, Ramallets, y varios disparos que fueron repelidos por los postes hicieron campeón al Benfica. Después de aquel partido los palos dejarían de ser cuadrados.
Tras maravillar a Europa, la historia del club pasa por su momento más dulce con la incorporación de su referente en el terreno de juego. El origen de su llegada, se apalabra en una típica barbería de barrio de Lisboa a través de una recomendación de un ex pupilo de Guttmann como lo fue José Bauer, coincidieron en la etapa de São Paulo. Ese consejo tiene nombre y apellidos: Eusebio Da Silva. Guttmann siguiendo todos los informes que le han mostrado sobre el chico se va a Mozambique a buscarlo. La primera impresión ya gusta: un portento físico con unas cualidades técnicas innatas en un joven de 18 años. Tras unas negociaciones en las que también se entrometen sus vecinos del Sporting de Lisboa, pagan hasta 350.000 escudos (49 millones de euros) al Lorenço Marques, el club de Eusébio.
Su debut con el equipo lisboeta, solo sería un breve aperitivo de lo que nos tendría acostumbrados la nueva estrella. En aquel debut le endosó un hat-trick al Santos de Pelé en París, en una de aquellas giras que el equipo brasileño organizaba. Le faltaron menos de noventa minutos para anotarlos, ya que salió, además, con un 3-0 por debajo en el marcador. Al final aquel partido terminó por 6-3 y con un Pelé, muy impresionado, algo que no lo puede decir cualquiera, siendo tu primer partido en la élite del fútbol.
Con la “Pantera Negra”, como era conocido el propio Eusébio, llegaron a las vitrinas del club 10 ligas, 5 copas y una segunda copa de Europa que la ganarían en la temporada del estreno del crack recién llegado. Tras haber conquistado un año antes la primera en Berna ante el F.C. Barcelona, el rival en aquella ocasión, sería el Madrid de Di Stéfano, Puskas o Gento. La final de Amsterdam fue más dura que la primera, más sufrida y peleada, ya que el partido se puso con un 3-3 camino de la prórroga. Aunque con Eusébio en el equipo, nada era imposible. Un gol de penalti y otro de libre directo consiguió el resultado final de 5 a 3 para los portugueses. Aquel resultado suponía una revolución total en el fútbol europeo. Para el Real Madrid fue la primera derrota en una final europea. Para las “águilas” se convertía en su segunda copa de Europa consecutiva, algo que fue la guinda del pastel para el proyecto de Guttmann. Con Eusébio en el terreno de juego y el húngaro a los mandos, parecía que no tenían rival.
Tras volver a tocar el cielo en aquella final, el proyecto del técnico húngaro parecía que empezaba a tambalearse. No por criterios deportivos, ni muchos menos, sino por criterios económicos en los despachos del club. Béla Guttmann ya había pedido en varias ocasiones un guiño hacia su nómina tras todo lo conseguido hasta la fecha. Aun así, los directivos del Benfica, apelaron al espíritu de que el club siempre está por encima de cualquier jugador o empleado. Por tanto, le llegaron a mostrar la puerta de salida, por si seguía descontento. Conocida la personalidad del húngaro, decidió rescindir su contrato y separarse de la entidad con la que tantos buenos frutos había conseguido. Parecía que la luz que alumbrara el proyecto se apagaba. Guttmann salió por la puerta de atrás y de malas maneras. Enfadado por la situación tal y como se habían dado las cosas. En una fría rueda de prensa, llegó a advertir a su club con que: “Sin mí, no ganaréis un título europeo de aquí a 100 años”. Frente a aquella sentencia que parecía más una acusación, fruto del enfado por su rescisión del contrato, con los años se ha convertido en una especie de maldición que les persigue hasta el día de hoy.
El club consiguió llegar a más finales europeas, incluso se plantó en su tercera final consecutiva al año después de que Guttmann dejara el cargo, era sin duda la época dorada del Benfica. Un estelar Eusébio anotó en aquella edición hasta 47 goles a tan solo dos del máximo goleador histórico que lo tenía Di Stefano. A pesar de aquellas cifras sobresalientes, no les bastó para derrotar al Milan en Wembley, por un resultado de 2-1 en contra. Desde entonces no han vuelto a ganar en ninguna de las finales que han disputado tal y como ya lo advirtió el coach Guttmann. En el 65 frente el Inter, en el 68 ante el United, o más adelante, en el 82 el Anderlecht (Copa de la UEFA), en el 88 con el PSV o en el 90 de nuevo el Milan.
La frustración en el equipo era tal que en la última final europea disputada (formato Copa de Europa), se congregó la expedición entera para hacerle una ofrenda floral a su técnico. El objetivo era tratar de anular el maleficio que les había caído y conseguir la ansiada copa de nuevo. Aunque la historia nos corrobora que ni Eusébio ni nadie en la historia del club ha vuelto a conseguir algo tan grande.
En cuanto a Eusébio, siguió ligado al Benfica durante 15 temporadas en las que vimos a un extraordinario jugador abanderado de uno de los mejores clubes de moda que había en Europa entre la década de los 60 y 70 y de la selección lusa. Considerado por la FIFA como uno de los mejores jugadores del siglo XX, obtuvo el Balón de Oro en 1965 y fue Bota de Oro en el 66 y 73. La “Pantera Negra” llegó a dejar unos registros históricos para el fútbol portugués en el que marcó un total de 793 goles en 739 goles.
Álvaro Ramírez