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El Aberdeen de Alex Ferguson, una pausa en el bipartidismo escocés

 

Como pasa en las grandes ligas de Europa, las menores también tienen equipos dominantes y resulta aún más difícil que un equipo modesto pueda superarlos al disponer de menos recursos para competir. Escocia siempre había sido un sistema bipartidista, con dos grandes poderosos, el Celtic y el Rangers, ambos de la ciudad de Glasgow, compartiendo y luchando por la liga, las copas y el reconocimiento internacional. Hasta que llegó Alex Ferguson en el Aberdeen Football Club, un equipo que nunca había disfrutado mucho del éxito, habiendo ganado tan solo una liga antes de la llegada del técnico nacido en Govan, viviendo siempre a la sombra de los dos grandes de Glasgow e incluso del Hearts y el Hibs de Edimburgo.

Durante su carrera como jugador, Ferguson tampoco estaba muy familiarizado con el éxito, ganando solo un par de títulos de la segunda división escocesa. En sus dos años en el Rangers marcó 35 goles, pero dejó el club sin conseguir ningún título y tras una discusión con la directiva sobre el fracaso que supuso no haber podido parar el capitán del Celtic, Billy McNeill que marcó un gol en la final de la copa escocesa en 1969. Nueve años después Ferguson reemplazó McNeill como el entrenador del Aberdeen.

 

 

Después de una primera temporada decepcionante y difícil, a lo largo de la cual estaba distraído por la muerte de su padre, Ferguson empezaba a cambiar la trayectoria del club y ganó la liga por segunda vez en su historia. La metodología empleada por Ferguson para cultivar el éxito resultará familiar para alguien que haya estudiado su carrera posterior con el Manchester United: creó una dictadura. Desarrolló una cultura en el club en la que mandaba él y solo él. Esto era muy importante para ganar y mantener el respeto de los jugadores porque no era mucho mayor que ellos y solo llevaba cuatro años como entrenador. El control que demandaba y ejercía no solo estaba presente en el campo: multó a su delantero John Hewitt por adelantarle en la carretera, y cuando la mujer de Willie Miller estaba embarazada, Ferguson le dijo que cuando diera a luz le llamara a él y no a su esposo, para no romper la concentración de este antes del partido. Además acusaba a la prensa escocesa de favorecer los clubs de Glasgow y convencía a sus jugadores que estaban solos contra el resto del mundo. Era el Ferguson del Manchester cultivando su estilo y manera de gobernar.

Los resultados fueron una locura. Durante los 72 años antes de la llegada de Ferguson el Aberdeen había ganado cinco títulos y la liga solo una vez, él en ocho años allí ganó diez. En total ganó la Liga tres veces, la Copa Escocesa cuatro veces, y la Copa de la Liga. En 1983 el Aberdeen consiguió la Recopa de Europa, ganando contra el Real Madrid, el Real de la «Quinta del Buitre», en la final en Gotemburgo en frente de 14,000 hinchas que habían viajado desde Escocia, la mayoría en barco en un viaje de dos días. Al haber ganado contra el Real Madrid, gestionado por Di Stéfano, y el Bayern de Múnich en cuartos, no cabía duda de que Ferguson había convertido su equipo en uno de los mejores de Europa. Cuando ganó la Supercopa de Europa el Aberdeen se convirtió en el único club escocés que ha conseguido dos títulos europeos una misma temporada, un récord que aún perdura.

En sus días finales en el Aberdeen, Ferguson se convirtió en el entrenador de la selección escocesa durante el Mundial de 1986 en México, después de la muerte de Jock Stein, Ferguson había sido su asistente. Cuando volvió a Escocia había decidido que deseaba un cambio, y después de rechazar ofertas del Tottenham, del Arsenal y del Wolves, se mudó a Inglaterra para ayudar un club en crisis, que estaba en el penúltimo lugar en la liga, el Manchester United.

 

 


Connor O’Hanlon